- 28 de marzo de 1979, Central de Three Mile Island, Pensilvania (Estados Unidos). Una pequeña fuga en el generador de vapor desencadenó el segundo accidente más grave de la historia de la energía nuclear. Si bien los efectos de la catástrofe sobre la salud de la población están todavía sometidos a controversia, se han detectado aumentos de malformaciones congénitas y de cánceres. Fueron necesarios 14 años para limpiar el reactor, con un coste total de 975 millones de dólares. Entre 1985 y 1990 se eliminaron casi 100 toneladas de combustible radiactivo.
- 26 de abril de 1986, central nuclear Vladímir Ilich Lenin, Chernóbil (actual Ucrania): Alrededor de 135.000 personas tuvieron que ser evacuadas de los 155 000 km² afectados por el escape nuclear más apocalíptico de la historia. Aunque los datos difieran según las fuentes consultadas, la Organización Mundial de la Salud (OMS) cifra en 9.000 las muertes causadas por la alta radiación.
- 11 de marzo de 2011, central de Fukushima (Japón): Han pasado más de cuatro años desde aquel fatídico terremoto que destrozó la central nuclear de Fukushima, pero los efectos de la radiación liberada apenas empiezan a conocerse. El Gobierno japonés acaba de confirmar por primera vez un caso de cáncer causado por exposición a la radiación entre los trabajadores de la central.
Según las encuestas, casi dos tercios de la población nipona se oponen a la vuelta a la energía nuclear por temor a un nuevo accidente. Pero el Gobierno alega que contar con los 45 reactores existentes o en construcción es necesario para la economía nacional, dado que el país importa el 90% del petróleo que consume. Tokio prevé que para 2030 la energía nuclear cubra casi una cuarta parte de las necesidades del país.
La noticia nos traslada a un terreno ya conocido, el de la disputa entre el «sí» y el «no» a la energía nuclear, que la ONU ha avivado esta semana: a través del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), ha presentado un informe en el que recomienda duplicar la capacidad de producción de energía nuclear para 2040 para contribuir a la meta fijada en 2009 de mantener por debajo de 2 grados centígrados el incremento de la temperatura del planeta.
Informe de la OIEA
«La energía nuclear no produce prácticamente ninguna emisión de gases de efecto invernadero o contaminantes y sólo emisiones muy bajas durante todo su ciclo vital», sostiene el informe, que será debatido en la Conferencia del Clima de París a finales de este año. En él se defiende la energía nuclear como una fuente más barata que el carbón, más limpia incluso que la solar y la eólica y con suficiente capacidad como para satisfacer la creciente demanda de electricidad.
Del estudio se desprende que, en los últimos 25 años, el uso de energía nuclear ha evitado la emisión de 56 gigatoneladas de CO2, equivalente a las emisiones globales de dos años. Y sostiene que el precio de la electricidad generada por lo nuclear es de entre 26 y 64 dólares por megavatio/hora, frente a los 65-95 dólares de las plantas de carbón.
Sin energía nuclear es «improbable» que se logre detener el cambio climático, opina David Shropshire, jefe de Planificación y Estudios Económicos del OIEA. «Requeriría actividades muy importantes para sustituirla, bien mediante un aumento de las renovables hasta un nivel que es difícil de creer, o con una eficiencia energética aplicada hasta tal extremo que requería una enorme cantidad de dinero», ha explicado en declaraciones a EFE.
Según este experto, para que el átomo mantenga su rol en la lucha contra el calentamiento global, será necesario construir entre diez y veinte centrales atómicas en las próximas dos décadas. ¿Es la energía nuclear, en línea con el dictamen de la OIEA, un aliado en la lucha contra el cambio climático?
Las voces ecologistas desestiman sus virtudes. Aunque produce menos CO2 que el petróleo o el carbón, los residuos nucleares son altamente contaminantes y dejan su huella durante cientos de años antes de degradarse. Y, en caso de un accidente como el de Pensilvania, Chernóbil o Fukushima, los efectos sobre la salud, la habitabilidad y el ecosistema son catastróficos. «Accidentes así pueden volver a producirse y el coste social, ambiental y económico lo sufragan los ciudadanos y no la industria nuclear», denuncian desde Greenpeace.
Reacciones
«No hay que olvidar que el informe lo ha publicado la OIEA, cuyo primer mandato es defender la energía nuclear», advierte Raquel Montón, responsable de la campaña antinuclear que protagoniza esta organización. «Por el contrario, la propia International Energy Agency, en su informe Energy Technology Perspective 2008, ya informaba sobre el retroceso que supone la instalación de centrales nucleares. No solo aludía a las desventajas, sino a la imposibilidad: son carísimas; el coste económico y de inversión hace que sea descartable», añade.
A nivel internacional está prevista la implantación de 150 reactores nucleares, además de los 70 que están ahora en construcción. China, Rusia, India y Estados Unidos se encuentran entre los países promotores. «Vuelve la energía nuclear y está aquí para quedarse, al menos hasta que encuentren alternativas a la misma que sean baratas, eficientes y de muy alto factor de carga», opina Adrián Poyo, economista y analista en la firma internacional de inversión XTB.
Por su parte, según los resultados del informe de mitigación del GTIII del IPCC, aunque considera la posibilidad de que la energía nuclear desempeñe un papel importante en la reducción de emisiones, observa también que «existen importantes barreras», desde la seguridad a los riesgos financieros.
«Además, triplicando la capacidad nuclear mundial existente solo se reducirían las emisiones de carbono un 6%. Una reducción muy pequeña dada la magnitud de las reducciones que necesitamos», continúa Raquel Montón. «Y triplicar la capacidad nuclear mundial es totalmente irreal». La responsable de área de Greenpeace no lo duda: «Con el informe de la OIEA se está intentando aprovechar el gravísimo problema del cambio climático. Promover la energía nuclear es un franco retroceso». El debate está servido.
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