El lector de Ciencia@Nasa, Tamas Ladanyi, tomó esta imagen de un amigo fotografiando a Júpiter sobre un lago, en las montañas Bakony, de Hungría, el 5 de septiembre. "El planeta gigante poseía un brillo notable", comenta Ladanyi.

El máximo acercamiento ocurrirá la noche del 20 al 21 de septiembre. A esto también se lo conoce como “la noche de la oposición” ya que Júpiter se encontrará opuesto al Sol, irguiéndose al atardecer y alzándose sobre nuestras cabezas a medianoche. Entre todos los “habitantes” del cielo de la medianoche, sólo la Luna misma será más brillante.

Los encuentros entre la Tierra y Júpiter ocurren cada 13 meses, cuando la Tierra alinea “su carrera” con la de Júpiter alrededor del Sol. Sin embargo, debido a que tanto la Tierra como Júpiter no orbitan al Sol a través de círculos perfectos , su distancia de separación no es siempre la misma al momento en que ocurre la alineación. El 20 de septiembre, Júpiter estará 75 millones de kilómetros más cerca respecto de previas alineaciones, y no volverá a estar así de cerca sino hasta el año 2022.

La escena a través de un telescopio es excelente. Debido a que Júpiter está tan cerca, el disco del planeta se puede observar en detalle (lo cual es raro); y hay mucho para ver. Por ejemplo, la Gran Mancha Roja, un ciclón tan ancho como la Tierra misma, está “rebotando” contra otra tormenta llamada la “Mancha Roja Junior”. La aparición de dos tempestades de magnitudes planetarias y el hecho de que se encuentren “frontándose” una contra la otra es algo que hay que ver para creer.

¿Y qué fue ese destello? Astrónomos aficionados han informado recientemente una sorprendente cantidad de “bolas de fuego” en la atmósfera de Júpiter. Aparentemente, muchos asteroides pequeños o fragmentos de cometas golpean al planeta gigante y explotan entre las nubes. Los investigadores que han estudiado estos eventos comentan que tales sucesos podrían estar generando varios destellos visibles por mes.

Finalmente, no debemos olvidar a las lunas de Júpiter ya que ellas también están experimentando un encuentro cercano con la Tierra. Se trata de mundos de dimensiones planetarias con volcanes activos (Io), posibles océanos en el subsuelo (Europa), vastos campos de cráteres (Calisto) y misteriosos surcos globales (Ganímedes). Cuando Galileo descubrió las lunas, hace 400 años, no eran más que diminutos “puntos de luz” a través de su primitivo telescopio. En la actualidad, los grandes y modernos telescopios de los aficionados revelan verdaderos discos planetarios con detalles coloridos.

Esto hace que nos preguntemos: ¿Qué pensaría Galileo?

Respuesta: “¡Me levantaré a la medianoche!”

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