La Inquisición, Calvino… eran inexorables en el cumplimiento de su interpretación de una creencia que, en su caso, se basaba, se supone, en el amor al prójimo.
Fanáticos terroristas islámicos que han atacado los símbolos del progreso norteamericano, y, ahora en la más abominable de las acciones, en Irak, Siria y África… actúan de forma despiadada; ultra ortodoxos judíos que han expresado su asentimiento al bombardeo por Israel de escuelas y centros hospitalarios en Palestina; iracundos palestinos que provocan, ineficazmente pero con gran repercusión bélica, la furia israelí; Republicanos de los Estados Unidos que, basados en la mentira y por ambiciones hegemónicas, invadieron Irak produciendo gran número de víctimas y calamidades…
Sin ser exhaustivo, porque para muestra basta un botón, está clara y meridiana la conclusión: promovamos la actuación, coordinada por unas Naciones Unidas declaradas en estado de excepción y rápidamente reforzadas, de fuerzas capaces de contrarrestar de forma contundente estos disparates que avergüenzan a la humanidad.
La decisión del Presidente Obama debería contar de inmediato con el apoyo de todos los países democráticos, hoy excesivamente enfrascados en sus cuentas y primas de riesgo.
En el ciberespacio, millones de ciudadanos deberían, en un gran clamor, decir “NO” a los fanáticos, a los dogmáticos, a los racistas, a los que se escudan en un Ser Superior para aniquilar a sus adversarios.
Digamos un “NO” rotundo al fanatismo en los albores del siglo XXI.
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