Contemplar la soledad desde la tristeza y los silencios solo nos hace pensar en engaños, subterfugios, excusas que muy pocos quieren oír.

Hay que plantearse ir hacia adelante sin abandonar la sonrisa y, si lo haces, con el objetivo de recuperarla más tarde. Y eso es algo que todos deben ver. Presumamos de sonrisas, sin dejar de llorar cuando sea necesario.

El día nos trae, por lo general, desagradables noticias, excesivos momentos de desánimo y pesimismo. Pero aún tenemos la capacidad de entusiasmarnos.

El agua que gotea tras la lluvia. La canción susurrada entre los labios. El sudor del cuerpo y el descanso después del esfuerzo. El frío de la noche y la calidez de un simple rayo de sol que entra a través de la persiana. El color de los ojos de nuestros amigos. El saludo de “buenosdías” de un conocido. El cansancio al final de una jornada difícil.

Sobre todo esto impera un sentimiento más fuerte que lo material, más importante que el tiempo, más duradero que el recuerdo.

Solo hay que intentar apreciarlo.

Nada más nacer, lloramos. Cuando muere alguien cercano, lloramos. Principio y fin. Adornemos el recorrido con emociones dulces, con aire fresco, con besos y abrazos, con compañía y acciones que nos aceleren el corazón y nos impulsen a aferrarnos a los mejores momentos.

Soñemos despiertos, porque esos sueños no se olvidan. Y después, salgamos a cumplirlos o a desearlos, a contarlos o a dejarlos dentro, da lo mismo, lo importante es tenerlos.

Lo pasado nos va forjando en lo que somos, pero si seguimos hacia adelante con ánimo, el futuro, no sé si será nuestro o no pero, nos recibirá contento.

 

Alberto Morate es miembro de la Academia Norteamericana de Literatura Moderna Internacional, Capítulo Reino de España.