Tal día como el pasado lunes moría en Caracas (Venezuela), era el 10 de octubre de 1988 y fue enterrado en Choroní una localidad costera venezolana que Pujol consideraba el mejor lugar del mundo.  Medio siglo antes, había sido reclutado por el Ejército Popular de la República Española y llevado al Ebro dónde se pasó a las tropas franquistas. Su educación burguesa y el recuerdo de lo que había vivido en Barcelona le hicieron tomar, pese a su incuestionable ideología liberal, esta decisión y de la que siempre se arrepintió.

Cuando Europa estalló con la más terrible de las contiendas, Pujol decidió hacer  la “guerra” al lado de los Aliados y para eso trabajaron, junto con su esposa Aracelí, como agentes dobles, engañando a los alemanes haciéndoles creer que tenía una extensa red de espías al servicio de los nazis. Pero, la famosa red “Arabel” nunca existió; él y su esposa residían en Lisboa haciendo creer a Hitler y a Canaris que estaban en Londres. El servicio secreto inglés lo incorporó a su servicio de espionaje con el nombre de Garbo.  En 1942 se traslada al fin a Londres y aquí empieza su leyenda.

Muchos fueron los servicios que prestó Garbo al MI5 y a los Aliados, pero el más brillante y con el que evitó cientos de miles de muertes, tanto de aliados como de alemanes, fue el famoso engaño de la Operación Overlord, el desembarco de Normandía. Pujol hizo creer al estado mayor alemán  que el desembarco al continente sería por el Pas de  Calais. Los alemanes concentraron la mayor y mejor parte de sus fuerzas allí. Seis horas antes del Dia D, Pujol comunicó al mando alemán que habría un desembarco en Normandía, pero que sólo se trataba de una operación de distracción. Las fuerzas alemanas esperaron semanas el ataque por Calais, lo que dio tiempo a los Aliados para consolidar sus posiciones. Todo esto lo cuento en mi nueva novela “Pingüinos en París (Bajo dos tricolores)”, en la que Pujol es uno de los personajes que en ella aparecen.

Sólo hubo una circunstancia que puso en peligro la jugada perfecta de Garbo. Su esposa Aracelí cansada de la comida inglesa, de vivir en Londres y llena de morriña por España, amenazó con ir a la embajada española y pedir su regreso y el de sus hijos a España. Trabajo le costó al MI5 convencerla de que, con su actitud, podía poner en peligro muchas vidas. Corría el año 1943 y Pujol era el espía favorito de la Abwehr, el servicio de inteligencia alemán y el mejor agente del MI5.

Terminada la Segunda Guerra Mundial y temiendo las represalias de los nazis supervivientes, el MI5 preparó un viaje de Pujol a Angola y allí el espía fingió su propia muerte por efectos de la malaria. De nuevo los había engañado a todos, y se largó de incognito a Venezuela donde se casó con Cermen Cilia de la que tuvo dos hijos y una hija a los que contaba, como una fábula que nunca creyeron, que él había sido un gran espía. Nadie supo de él hasta que el escritor inglés Nigel West, seudónimo de Rupert Allason,  le “resucitó”. En 1984  fue recibido por la reina Isabel II, viajó por diversos países europeos y a su querida Barcelona en la que se reencontró con los dos hijos de su primer matrimonio, que le consideraban muerto.

“Demasiados macarrones, demasiadas patatas y no suficiente pescado”, como repetía Aracelí González, pudieron echar por tierra los engaños de Garbo a Hitler, no sabemos como el MI5 convenció a la dama, tal vez haciéndole llegar algunos percebes de su Galicia natal.