Época colonial

La palabra Buenos Aires proviene de principios del s.XVI, cuando los primeros expedicionarios castellanos que llegaron a estas tierras encontraron “buenos aires” en la zona, de ahí podría proceder su nombre;aunque la teoría más probable es que su nombre derive a la veneración que sentían los navegantes por la virgen de origen italiano llamada Bonaira o Buen Aire(2).

No fue, en absoluto, fácil el asentamiento de los castellanos en este lugar ya que tuvieron que asumir los ataques ataques de los indígenas que estaban allí asentados desde hacía siglos. Se reconoce la primera incursión al Río de la Plata a Juan Díaz de Solís, quien en 1516 ingresó con su expedición en las aguas calmas del río y divisó sus costas. El viaje fue desafortunado: fueron atacados y diezmados por los nativos muriendo el propio Solís en la refriega.

Las expediciones de los años siguientes mostraron a los españoles la necesidad de construir asentamientos en la región, tanto por la situación estratégica de navegación de los ríos internos, como por la urgencia de hacer frente a ocupaciones de otras potencias europeas. Con este fin, Pedro de Mendoza (1487- 1537) -nombrado como Primer Adelantado del Río de la Plata por el monarca Carlos I- zarpó acompañado por una poderosa flota de 11 naves y 1.500 tripulantes. Los primeros días del año 1536 arribó al Río de la Plata; tocó en primer lugar la costa oriental y luego se dirigió hacia la occidental. Fondeó en el Riachuelo y en sus inmediaciones, el 2 o el 3 de febrero, se construyó el primer asentamiento del Río de la Plata denominado por Mendoza como Puerto de Nuestra Señora Santa María del Buen Aire, debido posiblemente,como he dicho anteriormente, a la  advocación mariana, protectora de los navegantes, virgen popular entre los marinos españoles.

Aquel primer y precario asentamiento tuvo una corta y desventurada vida. Por la región circulaban los querandíes, indios nómadas que en un primer momento establecieron una pacífica relación comercial con los castellanos, intercambiando sus productos de la caza y la pesca por mercancías españolas. Pero luego se rebelaron ante la exigencia diaria de abastecimiento y condenaron a los españoles a una hambruna tal que “los llevó a comerse sus vestimentas y sus zapatos”, según cuenta el alemán Ulrico Schmidt en las primeras crónicas de la ciudad.

Una seguidilla de emboscadas, ataques y venganzas culminó cuando a cuatro años de esa primera fundación, la ciudad fue destruida por los querandíes, y sus colonizadores obligados a regresar. Don Pedro de Mendoza murió en su viaje a España antes de llegar a destino y la corona decidió su despoblación en 1541(3).

El segundo asentamiento, ya definitivo, se inicia desde la recién fundada ciudad de Asunción. De allí partió la expedición del adelantado Juan de Garay hacia el Río de la Plata, el 9 de marzo de 1580, es decir, 40 años después del primer intento fallido para fundar la ciudad.

Las embarcaciones del adelantado zarparon de Asunción con 64 colonos, 53 de ellos, según los registros, nacidos en América. El nuevo intento tenía la ventaja de que sus colonos americanos conocían mejor la tierra, el clima y las condiciones de los territorios. El 29 de mayo los colonos llegaron a las aguas del Riachuelo y se instalaron en un primer campamento.

El asentamiento de Garay se dispuso en un área que no coincidía con la de su antecesor, ya que Garay eligió la actual Plaza de Mayo como lugar para fundar la ciudad de la Trinidad y el puerto de Santa María de los Buenos Ayres. En el terreno elegido, que resultaba amplio y elevado junto al río, se instaló el fuerte -donde hoy se erige la Casa de Gobierno-, la plaza principal y a su alrededor entregó terrenos para los colonos y los religiosos.

Según la normativa española, el explorador dividió el terreno en 250 manzanas. Desde la línea del fuerte, las cuatro primeras filas de manzanas estaban divididas en cuartos, excepto por las entregadas a las congregaciones. El resto de la ciudad fue loteada y entregada a quienes habían acompañado su fundación(4).

La principal obra arquitectónica de la antigua ciudad de Buenos Aires era el Fuerte que se terminó de construir en el año 1594. Se sabe que  en el año 1713 lo rodeaba una muralla de piedra de 250 metros y baluartes en cada una de sus esquinas, este era residencia del Gobernador. El mismo estaba ubicado en un lugar privilegiado ya que se divisaba desde el mismo toda la costa, frente al mismo, en el río, había peligrosos bancos de arena, por tal razón los escasos piratas que merodeaban en las aguas se alejaban de la costa. Desde su ubicación se protegían los dos fondeaderos el del puerto del Riachuelo, donde ingresaban las naves de poco calado (hasta 3 m.) y El Pozo, en el actual Retiro, aquí se abría un canal profundo para naves de gran calado.

Buenos Aires en la época colonial estaba precariamente edificada. La mayoría de las viviendas era de estructura plana, con fachadas lisas, sin atractivos. Los materiales más usados eran el adobe y la paja. Sobresalían determinados edificios públicos como el Fuerte, el Cabildo y alguna iglesia, que constituían las excepciones dentro del uniforme panorama urbano.

Los barrios crecían lentamente alrededor de los templos, los que se destacaban eran los de los jesuitas, quienes hicieron una gran obra en los comienzos de esta ciudad. La ciudad en ese momento se dividía en parroquias y luego en cuarteles.

La ciudad de Buenos Aires fue creciendo alrededor de la Plaza Mayor, hoy Plaza de Mayo, y estaba organizada en un cuadrilátero de 15 por 9 manzanas, frente a la plaza se reservó una cuadra para el Adelantado, donde hoy se ubica la casa central del Banco Nación, y otra para el fuerte, el que se ubicaba donde hoy está situada la Casa de Gobierno, conocida como la Casa Rosada.

Las calles originales medían 11 varas (9.5 metros) de ancho. La ciudad estaba rodeada por el egido o tierra destinada a las dehesas, donde pastaba el ganado que daba servicio a la ciudad y de donde se extraía la leña para cocinar y calefactar. Más lejos se encontraban las chacras dedicadas a huerta y cultivo de cereales, se extendían hasta San Fernando al norte, al sur hasta el Riachuelo y pertenecían, en su gran mayoría, a los vecinos del centro de la ciudad. Había estancias, destinadas a la cría de ganado mayor, eran administradas por el cabildo con delegados en las mismas estancias, estas dieron origen más adelante a los partidos, se extendían desde San Fernando hasta la provincia de Santa Fe y desde el Riachuelo hasta Magdalena.

En el transcurso de los siglos XVII Y XVIII se usaron tres rutas fundamentales de comunicación, la de Buenos Aires-Asunción, por la ribera del río Paraná, la de Buenos Aires-Lima; Córdoba, San Miguel de Tucumán, Salta y el Alto Perú; y la de Buenos Aires-Santiago, a través de las provincias del Cuyo. Durante este período la ciudad sufrió constantes ataques de la población indígena, lo que trajo aparejado gran cantidad de problemas para llevar adelante una vida apacible, por ello el territorio de la gobernación de Buenos Aires se extendía desde la costa de los ríos Paraná y de la Plata hacia adentro no más de 100 kilómetros. Hasta mediados del siglo XVIII, cuando Buenos Aires pasó a ser Capital Virreinal, la ciudad había crecido muy lentamente contando con solo 27.000 habitantes.

Época actual

La influencia de esta modesta y simple estructura de ciudad, prevaleció prácticamente hasta 1850, año en el que un intento de cambio: “Poco antes de la caída de Rosas, dice un Boletín de la Municipalidad de la ciudad de Buenos Aires, llegaron a esta ciudad algunos maestros de obras de origen italiano, quienes comenzaron a edificar con el estilo de la arquitectura italiana. Pero sólo después de 1852 puede decirse que empezó a cambiar la fisonomía genuinamente española que hasta entonces había presentado la ciudad, al surgir edificaciones de órdenes toscano, dórico, jónico, corintio y compuesto, aplicados a terrenos de pocas dimensiones por simples albañiles y, en la mayoría de los casos, con un criterio equivocado”(5).

En el Primer Censo Municipal de Buenos Aires, realizado en 1887, el total de casas de todo el municipio (incluidos Flores y Belgrano) era de 33.804, lo que significó un sensible aumento sobre las registradas en 1869; es decir que había comenzado lo que se denominó “la fiebre de la construcción”.

Esa verdadera “revolución urbana”, como también se la llamó, involucró obras de relevancia; entre ellas la primera estación ferroviaria en la Plaza del Parque (hoy plaza Lavalle) en 1857; la iluminación a gas, cuya fábrica central funcionó en Retiro; el comienzo de las aguas corrientes. La Primera Exposición Ganadera, realizada en Palermo en 1858, tuvo asimismo un significado progresista. Y algunos años después descollan la Aduana nueva, la Bolsa de Comercio, la Facultad de Medicina, el Banco de la Provincia de Buenos Aires y muchos más.

El crecimiento de Buenos Aires puede determinarse en tres etapas.

Hospital Pirovano (PP.s.XX).

Villa Urquiza (PP.s.XX).

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La primera es la de la difícil génesis de la ciudad. Etapa que da lugar al nacimiento de Buenos Aires y que puede considerarse dura, complicada y ceñida geográficamente debido al ambiente hostil que la rodea, sin poder sustraerse al fatalismo histórico de su condición colonial.

La época de Rosas es conservadora; no está en el cambio, al menos hasta 1850. Y cuando se notan atisbos de transformaciones cae el gobierno de Don Juan Manuel.

Es a partir de Caseros, segunda etapa, cuando las cosas toman otro color. Comienzan a perfilarse las grandes realizaciones, reina una nueva mentalidad. Emerge la línea ferroviaria, se abren las puertas a la inmigración y sus contingentes coadyuvan a construir casas, estaciones ferroviarias, puertos, usínas, puentes, calles, veredas. Hay que tener en cuenta también el sentido creativo que se le incorporó a la arquitectura por aquellos años. Eminentes arquitectos, como Pueyrredón o Pellegrini, por citar algunos, aportaron sus vastos conocimientos, sumados a sus concepciones artísticas. La influencia del estilo “renacimiento italiano” hizo lo suyo, puesto que, como lo manifestó el arquitecto Alberto S. J. de Paula:

“El estilo neorrenacentísta italiano se adecuaba a la simbiosis con las formas de la arquitectura poscolonial argentina. También se impondrían otros estilos: neogótico, las escuelas inglesas y francesas y el eclecticismo”(6).

Esta segunda etapa es transformadora. Ha adoptado la comunicación rápida por medio de la vía férrea,la iluminación progresista,la construcción de servicios sanitarios. Junto a todo ello, el embellecimiento de la ciudad, brindándole edificios y mejoras de sus calles. Traduce, en síntesis, un proyecto hacia el futuro, afín con la evolución de los países más adelantados. Una sola palabra determina a esta etapa: crecimiento (7).

En 1937, los arquitectos Le Corbusier, J. Ferrari Hardoy y J. Kurchan elaboran en París el Plan Director para Buenos Aires. Algunos de los alineamientos principales del proyecto son: la concentración de la ciudad con alta densidad en el casco histórico y la organización del resto en ciudades satélites; la transformación de la dimensión molecular existente (el módulo de 120 mts.), en una trama de supermanzanas, dando origen a la ciudad verde, con la separación total del automóvil del peatón a través de una red de autopistas; el equilibrio con la zona sur; el trazado de un sistema cardiaco de circulación, con grandes arterias de dirección, arterias de circulación y arterias de repartición y una zonificación bien diferenciada, con rascacielos ubicados en el río para el sector negocios(8).

A mediados del s.XX se empiezan a desarrollar las denominadas villas que, en un principio eran doce pero que fueron rápidamente aumentando en número y población. De hecho, mientras que en 1966 había unas 80.000 personas residiendo en villas, en 1976 llegaron a ser 217.000 (Oszlak,1991). Fue recién con la última dictadura militar argentina que este proceso de crecimiento se revirtió drásticamente. Entre 1977 y 1981 se implementó un plan sistemático de erradicación de villas, principalmente en aquellas ubicadas en la Capital Federal, con el despliegue de estrategias de desalojo forzoso y expulsión masiva de estos habitantes. En contraste con los planes de erradicación aplicados con anterioridad, en esta nueva etapa la expulsión se ejecutó sin brindar alojamiento alternativo a la población afectada. Con la sanción de la Ordenanza Municipal 33.652 en 1977, se fijaron los alineamientos a seguir para la implementación del plan que consistía básicamente en cuatro etapas que se irían desarrollando en forma simultánea: 1) congelamiento, 2) desaliento, 3) erradicación sin alojamiento alternativo y 4) ordenamiento social y urbano (De Paula y Bellardi, 1986). Si bien estos alineamientos ya habían sido esbozados como parte del entramado de los planes anteriores, esta vez se cumplirían a rajatabla sin contemplar los perjuicios ocasionados a la gran masa de desalojados. Del total de la población afectada, algunas estimaciones consideran que fueron más de 250.000 personas, una gran parte de éstas fueron a engrosar los asentamientos del conurbano mientras otros regresaron a sus provincias o países de origen.

En definitiva, el propósito fundamental fue el disciplinamiento y ordenamiento social y urbano, expulsando a los villeros por fuera de los márgenes de la ciudad (9).

En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires hay 21 villas de emergencia o asentamientos en la actualidad. El asentamiento Morixe, el ex AU7, el de la Reserva Ecológica, Los Piletones, Calacita, calle Zabaleta, Av. Eva Perón, la Villa Dulce y las villas 1-11-14, 3, 6, 13 bis, Ciudad Oculta, 16, 17, 19, 20, 21-24, 26, 31 y 31 bis (Saldías). A esta lista tradicional desde el año 2006 se agregaron 24 nuevos asentamientos precarios con una población estimada en 12.000 personas. El total de habitantes de villas en la ciudad de Buenos Aires ascendió de 108.056 en 2001 a 167.500 en 2008. La Villa 21 de Barracas es la más populosa de la ciudad (10).

Por otra parte, se va desarrollando la zona rica de Buenos Aires, como el barrio Recoleta;  barrio residencial céntrico de la ciudad de Buenos Aires, es una zona de amplio interés histórico y arquitectónico, en especial por el Cementerio de la Recoleta ubicado allí, y un importante foco turístico y cultural dentro de la ciudad. El valor del metro cuadrado es uno de los más caros de la ciudad. Integra en su totalidad la Comuna 2. La línea D de subterráneos pasa por el barrio, así como la traza de las futuras línea F y línea G(11).

Otro barrio rico es el de Palermo; el barrio de mayor extensión de la Ciudad de Buenos Aires. Palermo es, probablemente el barrio más ecléctico y heterogéneo de la ciudad de Buenos Aires. A lo largo de las avenidas y calles de este barrio se encuentran elegantes residencias, embajadas, y departamentos de lujo, como también antiguas casonas, edificios antiguos, pasajes pintorescos, y plazas y parques emblemáticos de la ciudad de Buenos Aires.

En el barrio de Palermo también encontramos innumerables atracciones turísticas de la ciudad de Buenos Aires. Los bosques y lagos de Palermo están localizados dentro del Parque Tres de Febrero, diseñado por Carlos Thays, y son el pulmón verde de la ciudad de Buenos Aires. En el perímetro del Parque Tres de Febrero encontramos el Campo de Golf Municipal, el Lawn Tenis Club, el Museo Enrique Sívori, el Planeta rio de la Ciudad, el Rosedal, el Jardín Japonés, el Jardín Botánico,el Zoológico, el Hipódromo de la ciudad, y el Campo Argentino de Polo (12).

Según señala Leonel Contreras en su obra titulada: “Rascacielos porteños”: “El “skyline” de Buenos Aires está compuesto por múltiples edificios, cuyas siluetas son perfectamente reconocibles, inclusive alejándose varios kilómetros hacia el este por el Río de la Plata. Las Torres El Faro, las nuevas Torres Le Parc de Puerto Madero, el Edificio Alas, la Torre del Banco de Galicia, los edificios de Catalinas Norte e incluso el majestuoso Kavanagh son la cara misma de la ciudad, conformando un patrimonio cultural que es parte de su identidad, que demás incluye proyectos futuros que lo irán modificando en los próximos años”.

Por otra parte, debemos mencionar que Buenos Aires ha sido una ciudad pionera en materia de construcción de rascacielos. A excepción del caso norteamericano de Chicago y Nueva York, la ciudad ha estado, junto con algunas ciudades canadienses y otras latinoamericanas, a la vanguardia de esta tipología edilicia (13).

Buenos Aires, al igual que la mayor parte de las ciudades latinoamericanas, sufre un fuerte crecimiento, tanto superficial como demográfico, llegando a concentrar a más del 33% de la población total argentina. Esta ciudad fue, y sigue siendo, un polo de atracción de las personas que viven en su entorno rural e incluso de emigrantes extranjeros.

Además, en esta ciudad se aprecia claramente las diferencias sociales entre la clase rica que vive en barrios residenciales, en palacetes o rascacielos, con todo tipo de lujos y de servicios como son el barrio Recoletos, Palermo o Puerto Madero y en contraposición las denominadas Villas miseria donde se aglutinan decenas de miles de personas que pasan todo tipo de necesidades, con calles sin asfaltar, problemas de abastecimiento de luz eléctrica y agua potable, enfermedades respiratorias y dermatológicas debidas al alto grado de contaminación atmosférica.

Estas Villas miseria son asentamientos informales formados por viviendas muy precarias de chapa y cartón. Se asientan en terraplenes de ferrocarril, bajo autopistas, predios abandonados, lugares inadecuados para su urbanización. De todos los “barrios informales” existentes en la ciudad de Buenos Aires, un 35,3 por ciento se encuentra ubicado de forma contigua a un arroyo, ribera de río o canal, un 33,6 por ciento cerca de un camino de alto tráfico y el 21,9 por ciento al lado o encima de un basurero. Es, por tanto, un tipo de hábitat con un alto riesgo para la salud y la integridad física, con terrenos propios o usurpados, subordinados a la desconfianza de los demás. Viven apartados de la sociedad y están vinculados con el delito, con el temor al villero y la desconfianza por parte del resto. Al inicio de este siglo XXI, entre mayo del 2000 y mayo del 2003, la pobreza avanzó del 27,2% al 54,7% y la indigencia se duplicó, pasando del 11,6% al 26,3% (14).

La situación higiénica presenta deficiencias por el asentamiento de estas villas y, además, por la inherente precariedad de los servicios básicos prestados por la administración en las propias Villas miseria. Ante la escasez o ausencia total de infraestructuras ejecutadas por las administraciones públicas, los vecinos deben encargarse de establecer sus propias redes de agua y electricidad. El índice de paro, en las villas porteñas es muy elevado teniendo mucha gente que buscar comida entre la basura, que muchas personas tienen al lado de su miserable vivienda, para no morirse de hambre (15).

 

NOTAS.

(1)Censo del 27/10/2010. Dirección General de Estadística y Censo. Ministerio de Hacienda argentino.

(2)buenosaires.gob.ar

(3)TodoBuenosAires.com

(4)buenosaires.gob.ar

(5)Dirección de Estadística y Censos de la municipalidad de Buenos Aires. Boletín nº 3. Buenos Aires, 1988.

(6)Alberto S.J. de Paula: “La situación mundial”. Colección Arquitectura Argentina, fascículo nº 7. Buenos Aires.

(7)José María Peña y José Martín: “La ornamentación en la arquitectura de la República Argentina (1800-1900). I.A.A.I.E. Buenos Aires.

(8)Plan Director para la ciudad de Buenos Aires. Publicado en La Arquitectura de Hoy. Abril, 1947.

(9)Natalia Jauri: “Las villas de la ciudad de Buenos Aires”. Universidad de Buenos Aires.

(10)Rosa Aboy: Viviendas para el pueblo. Buenos Aires, 2005.

(11)Julio A. Luqui Lafleyze: Apuntes sobre el barrio de la Recoleta. Buenos Aires, 1990.

(12)latidobuenosaires.com y León Tenembaum: Buenos Aires: Un museo al aire libre. Buenos Aires, 1989.

(13)Leonel Contreras (Coor.): Rascacielos porteños. (En PDF). Buenos Aires, 2005.

(14)Informe de la Asociación Villas miseria de Buenos Aires.

(15)Gerardo Bra: “Historias de la ciudad: Una revista de Buenos Aires”. Nº 5, agosto de 2000. Buenos Aires.