Aumentan las desigualdades sociales. Empeora la habitabilidad de la Tierra. Quienes viven en el barrio próspero de la aldea global no llegan al 18% de la humanidad.

La Unión Europea es monetaria (y no política ni económica). 

No se ayuda al desarrollo. Los brotes de xenofobia se incrementan de manera preocupante. Desde la época infausta del Presidente Reagan y la Primer Ministra Margaret Thatcher –que sigue hoy a través de la íntima conexión Bush-Merkel- el neoliberalismo se ha impuesto en Occidente, y muy particularmente ahora en Europa.

El Occidente de Obama está zarandeado por el inmenso poder del Partido Republicano, representante máximo de ambiciones hegemónicas, de fuerza militar, de aversión al multilateralismo. Pero, a pesar de todo, Obama resiste y avanza. Europa retrocede. Se incrementa el número de millonarios… pero, sobre todo, el número de pobres, de quienes tienen que acudir a comedores de emergencia…

Especializados en mirar hacia otro lado, los gobernantes actuales claudican de todos los principios éticos: se suspende la justicia universal ante la negociación (China); se olvidan los derechos humanos (Arabia Saudita, Qatar…); se propicia el rearme en lugar de iniciar la reducción de los desmesurados gastos militares para proporcionar una vida digna a tantos seres humanos que hoy viven en condiciones inadmisibles.

Por el negocio, se explota en lugar de cooperar…

Los mercados mandan. 

Es indispensable, en primer lugar, la refundación del Sistema de las Naciones Unidas que el neoliberalismo sustituyó por grupos plutocráticos y reponer los “principios democráticos” –que “deben guiar a la humanidad”, según establece la Constitución de la UNESCO- en donde se impusieron las leyes del mercado.

Los “pueblos” ya no permanecerán impasibles, espectadores de lo que sucede. El tiempo del silencio ha concluido. Ahora, los seres humanos han dejado de ser invisibles y pueden expresarse libremente de forma progresiva. Tengo el convencimiento de que, en poco tiempo, las comunidades científica, académica, artística y literaria, intelectual, en suma, liderarán la gran transición que se avecina. La actual situación no puede prolongarse. Es exactamente la inversa de lo que de Occidente cabía esperar… y de lo que establecen las líneas maestras trazadas por quienes redactaron en el año 2000 la Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea.

La deriva de Occidente se detendría en el mismo momento en que volvieran a situarse en su lugar los valores esenciales que fueron desplazados en la década de los ochenta del siglo pasado por el neoliberalismo globalizador.