No había nada más que hacer. Solo dejarse estar.

Sin querer mi mente dio un giro inesperado y la ansiedad se calmó. Tal como si mi cerebro hubiera cambiado el rumbo y echado ancla en una vivencia que automáticamente me puso una sonrisa y mi cuerpecito se relajó.

Cerré los ojos y me dejé ir.

Nunca hubo necesidad de drogas, ya sabía a corta edad que podía recrear estados y la bioquímica era la que sustentaba todo ello.

Parar después de andar corriendo por las calles del estrés es complejísimo.

¿Como se avisa simultáneamente a todos los actores y sectores de un ejército, a la inteligencia, a los suministros de que “todo está bien” y llegó la paz?

Hay un botón interno que lo consigue a una velocidad inusitada.

Pero los órganos y tejidos, tienen que recomponerse. Vestirse de descanso, guardar el traje y los tacones. Aparcar los discos duros, desconectar el wifi y recoger y guardar los papeles innecesarios.

Hay que cambiar de escenario interno para que pueda montarse el setup de la tranquilidad.

La orden se da pero al cuerpo-mente le lleva un tiempo. Neurotransmisores, hormonas, cortisol, adrenalina, el hígado, mediadores proinflamatorios, jugos digestivos, ritmo cardiaco, nivel de glucosa, de colesterol… todo se ha de resetear cuando pasamos a modo stress-off. Pero…

Un tren a 300 km por hora no frena en seco. Un avión no aterriza por las buenas. Eso no ocurre sin cambiar la velocidad y darse un espacio para llegar a parar. Si así fuera se crearía, como todos sabemos una catástrofe, que destrozaría el tren o el avión, los pasajeros (nuestras células y órganos, funciones), y la estación o aeropuerto mismo (nuestro cuerpo físico) sufrirían.

La inercia

Ningún objeto cambia su estado de movimiento o reposo si no hay una fuerza externa al propio estado que lo modifique.

Empezar las vacaciones requiere unos días para frenar y parar, es decir, ralentizar. Y cuando vas parando, la energía sobrante se va utilizando en otra cosa (¿en hacer “nada”?). Aprendíamos en el cole: la energía no se crea ni se destruye, solo se transforma.

No-hacer también es Hacer

Los que somos de la generación en la que nos han educado en el “si no produces no sirves”, tenemos un handicap extra añadido si además somos súper responsables, perfeccionistas…

Creemos aún que no nos merecemos parar.

Existe otro componente crucial: el miedo a parar

Cuando eres empresario/a o autónomo (empresario al fin y al cabo), parar da mucho vértigo.

Has de tener alguien 100% de confianza para poder relajarte. Y saber delegar. Y si no lo tienes, dar un salto de fe al supuesto abismo (a lo Indiana Jones) y descansar.

Aún así, ¿cuántas personas se te vienen a la cabeza que han tenido que caer enfermas para darse cuenta de que dado que su trabajo y liderazgo era adecuado, la empresa sigue sin ellos/as?

Y si no tienes a nadie: piensa, todos tienen ganas de parar. Una planificación minimiza el riesgo… pero esto es otro tema.

Esto replica el miedo ese que teníamos cuando éramos pequeños y no nos dejaban o no podíamos ir a la fiesta tal o al cumpleaños cual. ¡Pero es que van a estar todos! (¿Y si se lo pasan bien y yo no estoy, alguien se dará cuenta de que no estoy?).

Este miedo a que la vida siga siendo fascinante y tú te lo pierdas o no estés o no te echen de menos… está fomentando por las redes sociales a niveles brutales afectando a adultos ¿hechos y derechos?

Tengo mis dudas dado que se apela a emociones muy profundas y primarias.

Nos han condicionado tanto pero tanto con las redes sociales que es una fuente de estrés personal y laboral como nunca antes.

¿A dónde vamos a ir a parar?, que decía mi bisabuela

Tengo la sensación de que vivimos una burbuja de redes sociales y que un día hará ¡bum! O quizá ya lo está haciendo hace tiempo.

Ya no ves a tus amigos, ves anuncios que te ponen y ves a gente que no conoces que te proponen.

¡El mejor lugar para encontrar nuevos clientes! ¡Mantén relación con ellos (hazte su amigo/a)!

Tengo la suerte de conocer a casi todos mis clientes porque me ocupo, fuera de las redes, si ellos/as quieren, claro.

¿Y dónde están mis primeros amigos y/o clientes con los que conecté al principio en cualquier red? Ocultos bajo los logaritmos.

En fin.

Quiero cambiar esto

Ahora, por el momento, soy consciente de que necesito parar. Desconectar de esa demandante energía que tanto absorbe y reorganizar.

Así que voy a seguir escuchando mi playlist de La Vida Biloba tirada mirando al techo, sin más, escuchando mi corazón y dejando que mi cerebro se quede también tirado y mecido en la inexistente tumbona de la tranquilidad.

Queridos amigos y amigas: Buen aterrizaje, buen verano. La estación del descanso te recibe.