El reciente incremento de violencia entre las grandes potencias de Oriente Medio: Arabia Saudita e Irán, está convirtiendo la región en un volcán, ya incendiado en Siria e Irak.
Es evidente que el elemento religioso, la histórica animosidad entre los Chiíes y los Sunnís y el querer imponer su versión más radical del Islam, son aspectos importantes del conflicto.
Pero conviene aclarar que la principal causa de estos conflictos, como la raíz de los conflictos causados por los grupos yihadistas (Sunnís y Wahabitas) de Al Qaida y EI, es la lucha por el poder y control de los abundantes recursos energéticos de la región.
Esta lucha por el control de recursos, la hemos vivido muy de cerca en la región del Kivu (RDC), donde más de 400 empresas extranjeras, siguen explotando los minerales raros pero vitales en la electrónica actual, como el famoso coltán, la casiterita, oro, y la wolframita, causando cientos de miles de muertes y más de 3.5 millones de desplazados de la región.
La complicidad de los gobiernos locales en este acaparamiento de tierras y recursos por parte de gobiernos y las multinacionales, es otra dimensión trágica de la violencia y del sufrimiento de millones de los habitantes locales.
Esta lucha armada por el poder y el control de los recursos naturales y minerales en muchos regiones de África es la causa más cruel e inmediata de tanto sufrimiento y miseria humana.
Pero existe otra causa profunda, tan relevante como la primera, de estas injusticias y crímenes causados por los poderosos, y es: la indiferencia social globalizada.
Lo señala claramente el Papa Francisco en su Mensaje para la jornada mundial de la Paz: “Vence la indiferencia y conquista la paz”.
La Paz, como la Justicia y la Solidaridad, son a la vez: don de Dios y tarea humana, dice el Papa.
La indiferencia se manifiesta en la falta de atención ante el empobrecimiento y marginación de los demás, como los inmigrantes.
Pero esta indiferencia puede llegar a tener como objetivo: el conquistar y mantener el poder y la riqueza, incluso a costa de pisotear la dignidad y derechos de los demás.
En su mensaje, el Papa nos invita a promover una cultura de solidaridad y misericordia para vencer la indiferencia.
En esta tarea, la familia, los educadores, los medios de comunicación y todos los agentes sociales tenemos una responsabilidad especial.
Con todos los recursos necesarios para satisfacer las necesidades básicas de la familia humana, a nuestro alcance, no podemos aceptar que más de media humanidad, sobre todo mujeres y niños-as, sufra por falta de trabajo, tierra y techo.
Deseamos que este Nuevo Año 2016 sea la oportunidad para que los líderes y agentes sociales nos comportemos con integridad y para que los diferentes pueblos superemos toda indiferencia e injusticia, con un mayor compromiso por un mundo más humano, que pueda vivir en Paz.
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