Los españoles hace cuarenta años que vivimos bajo la misma ley, la Constitución de 1978, es el periodo más largo de paz y libertad que nos hemos dado en época contemporánea, pero esta constitución no fue la primera, en 1812 un grupo de hombres increíbles se reunieron en una ciudad sitiada y comenzaron a cambiar la historia, pero para llegar a este punto hemos de irnos unos años atrás.

Napoleón en 1806 era el dueño de la mayor parte de Europa gracias a la superioridad de su ejército de tierra, la Grande Armée, pero esa superioridad tenía un talón de Aquiles, una armada con la que poder dominar a Gran Bretaña, potencia incontestable hasta ese momento en los mares.

Entonces decidió cambiar de estrategia y tratar a la isla como si de una ciudad asediada se tratara, en diciembre de ese año decreto un bloqueo continental contra Gran Bretaña de manera que ningún país europeo fuera aliado, sometido o enemigo pudiera comerciar con los británicos, intentando de esta manera estrangular su economía mientras buscaba la manera de poder derrotarlos. Pero Suecia y otros países nórdicos se atrevieron a burlar el inmenso bloqueo continental en el norte y en el sur, Portugal aliado tradicional de Gran Bretaña, también se negó a obedecer a Napoleón y siguió comerciando con las islas, rompiendo de esta manera el bloqueo. Napoleón presiona a Portugal para que se cumpla el bloqueo, pero sus intenciones van más allá.

Mientras en España el Rey Carlos IV y su ministro Manuel Godoy, ante esta situación quisieron aprovechar la ocasión y pactaron con Napoleón repartirse Portugal, firmando el Tratado de Fontainebleau que permitía el paso de las tropas francesas por España para invadir la vecina Portugal, así en 1807 un gran ejército francés entra en la Península Ibérica.

Sin embargo la situación fue dando un giro de 180º, los ejércitos franceses fueron tomando posiciones en las distintas ciudades españolas camino de Lisboa y no solo no entregan a los españoles el dominio de las tierras portuguesas de las que se apoderan, sino que su comportamiento era de lo más sospechoso ya que actuaban más como invasores que como aliados.

Los franceses toman Lisboa el día 30 de noviembre de 1807, mientras la familia real portuguesa huye el día de antes a Brasil.

Tras estos acontecimientos el panorama español se enrarece, entre el 17 y el 19 de marzo de 1808 estalla el motín de Aranjuez provocando la caída de Godoy que es hecho prisionero. El hijo de Carlos IV, el príncipe Fernando, obliga a su padre a abdicar en su favor a cambio de la vida de Godoy. Pero Fernando VII necesitaba que el amo de Europa le ratificara en el poder y aquí Napoleón, que tenía sus propios planes, jugo hábilmente sus cartas, no reconoce el golpe de estado de Fernando contra su padre y utilizando engaños y promesas consigue que tanto Carlos IV como Fernando VII se trasladen a Bayona Francia, para interceder ante él y que este ratificara a uno u a otro como Rey.

Napoleón se las ingenió para que Fernando devolviera la corona a su padre y que Carlos IV a su vez abdicara en favor de Napoleón. Mando llamar a su hermano José que regresara del reino de Nápoles para otorgarle la corona Española.

El 7 de julio de 1808 José I, fue nombrado rey de España y de las Indias. Mientras el resto de la familia real que se encontraba en Madrid, fue trasladada poco a poco a Francia para así poder controlarla.

El 2 de mayo, cuando un cortejo salía del Palacio Real, para trasladar algunos de los infantes, el pueblo de Madrid se alzó en armas tratando de impedir que los últimos miembros de la familia real cayeran en manos francesas. El general Murat, a cargo de las tropas francesas en la península, reprime fuertemente el alzamiento y esto da origen a distintas revueltas contra el francés que van surgiendo por toda España, como un reguero de pólvora. Con un vacío de poder, el país ocupado por tropas extranjeras y el pueblo levantado contra el invasor, se crean Juntas Municipales y más tarde Provinciales, que van tomando el poder y organizando la lucha contra el francés, dando comienzo a la que se acabó llamando, “Guerra de la Independencia”.

El ejército francés aun estando disperso por la península era muy superior pero subestimo al enemigo. El levantamiento popular cogió por sorpresa a los franceses que no esperaban que el pueblo entero luchara en su contra, lo que no había ocurrido en ninguna parte de Europa hasta ahora teniendo como consecuencia la derrota del General Dupont en Bailen el 18 de julio de 1808, al enfrentarse con el ejército español mandado por el General Castaños. Esta derrota es considerada muy importante no por sus efectos sobre el terreno, ya que Napoleón viene a España inmediatamente y toma el control, sino psicológicamente ya que es la primera gran derrota del potente ejército francés, demostrando al resto de Europa que no eran invencibles.

Napoleón se hace cargo personalmente de las operaciones militares y derrota al ejército español, regresando José I a Madrid que había huido a Vitoria tras la derrota de Bailen.

Como antes comentamos, se organizaron Juntas para coordinar la resistencia frente al invasor y en septiembre de 1808 se formó la Junta Suprema Central, encabezada por el conde de Floridablanca e integrada por treinta y seis vocales de las juntas provinciales, esta se instaló en Aranjuez, pero en diciembre del mismo año y ante el avance de las tropas francesas se retiró a Sevilla.

La institución de las Cortes se remontaba a la Edad Media, existiendo asambleas en los reinos peninsulares, en las que estaban representados los tres estamentos de la sociedad: el clero, la nobleza y las ciudades, estas asambleas fueron cayendo en decadencia desde el siglo XV con la aparición de las monarquías modernas y absolutas, llegando a casi desaparecer siendo poco convocadas en el siglo XVIII.

La influencia de la revolución francesa provoca que muchas voces reclamen la formación de unas nuevas cortes, con el objetivo crear una asamblea nacional que asuma toda la soberanía. En abril de 1809, Lorenzo Calvo de Rozas, propuso formalmente convocar las Cortes, con el objetivo de establecer una «Constitución bien ordenada». El 22 de mayo de 1809, la Junta Central aprobó la propuesta de Calvo de Rozas y durante los meses siguientes se debatió cuál debía ser el sistema de elección de los diputados. En enero de 1810, los acontecimientos se precipitaron y tras la invasión de Andalucía por los franceses y con el ejército español disperso y en retirada, la Junta Central abandonó Sevilla y se trasladó a Cádiz.

Tras la disolución de la Junta comenzó la tarea del Consejo de Regencia de España e Indias, a partir de él se configuraron las Cortes de Cádiz. La apertura de la asamblea tuvo lugar finalmente en septiembre de 1810, en el teatro Cómico de la Isla de León ya que la ciudad de Cádiz padecía una epidemia, pasado el peligro en enero de 1811, las Cortes se trasladaron a Cádiz y se instalaron en la iglesia de San Felipe Neri. El número de diputados que asistieron a las Cortes de Cádiz fue variable: en la sesión inaugural hubo unos 100, 185 firmaron la Constitución y 223 se encontraban en la sesión de clausura de las Cortes Extraordinarias.

Procedían de toda la península y de América, pues las Cortes pretendieron dar los mismos derechos a los españoles del Nuevo Mundo. Las Cortes fueron muy diferentes a las conocidas hasta entonces, no solo porque dejaron de reunirse por mandato real y por el sistema de estamentos, sino que además se emitió una convocatoria electoral a todos los territorios de la Monarquía española, peninsulares, americanos y filipinos. Se celebraron elecciones además de en la España no ocupada por los franceses, en los otros territorios de la Monarquía, es decir: en Nueva España, en la capitanía general de Guatemala, en Perú, en Cuba, en Puerto Rico, en Filipinas, en la Banda Oriental hoy Uruguay y en partes de Venezuela, en Nueva Granada las actuales Colombia y Ecuador, en la Audiencia de Charcas actual Bolivia y en la Capitanía General de Filipinas.

A la ciudad sitiada por los franceses llegaron los 60 diputados representantes de América y Filipinas, sorteando miles de peligros, trayendo con ellos las Instrucciones que sus cabildos habían elaborado para que las expusieran en las Cortes, medidas tanto económicas como liberales así como reformas autonomistas. Hombres como Mejía, José Mejía Lequerica, Ramón Power, Dionisio Inca Yupanqui, José Miguel Ramos de Arizpe, Miguel Guridi y Alcocer, Antonio Morales Duárez, Antonio Larrazábal Arivillaga o Florencio del Castillo por parte americana o Ventura de los Reyes y Serena por Filipinas, olvidados todos por la historia tanto española como hispanoamericana.

Lo que distinguía al imperio español, heredero directo del romano de los demás, era la integración como propios de los territorios que colonizó, y la protección de sus gentes a través de las leyes de indias, la creación de hospitales, universidades etc, siendo una prolongación del territorio. Estos hombres se consideraban miembros de una misma nación y gracias a su presencia en las Cortes se consiguió que cualquier decreto emitido por estas se debía aplicar tanto en España como en América y Filipinas, la declaración de igualdad de derechos políticos y civiles entre los habitantes de ultramar y peninsulares significo la creación de la ciudadanía española.

La Constitución que se aprobó en 1812 se ideó, se debatió y configuró desde las premisas de crear una nueva nación transoceánica bajo una misma ley, ocasiono que la revolución liberal también se extendiera a los territorios americanos, he hizo que los antiguos territorios del Rey se transformaran en partes integrantes de esa nueva nación tras un intenso debate respecto a cómo organizarse territorialmente.

La organizaron de los diputados se hizo en tres grupos de distinta ideología: por un lado estaban los partidarios del absolutismo y del viejo orden tradicional, estos querían que la soberanía radicara exclusivamente en el Monarca, diputados como Blas de Estolaza y Lázaro de Dou. En frente los liberales, partidarios de reformar la sociedad del Antiguo Régimen, concibieron la Nación como un sujeto indivisible y compuesto exclusivamente de individuos iguales, al margen de cualquier consideración estamental y territorial, representados por políticos brillantes como Agustín Argüelles, Diego Muñoz Torrero, el Conde de Toreno y José María Calatrava y los moderados o también llamados jovellanistas, cuyo nombre proviene del político y pensador ilustrado Gaspar Melchor de Jovellanos, estos abogaban por una soberanía compartida entre el Rey y las Cortes, lo que les convertía en los precursores del liberalismo moderado y conservador que se desarrolló en el Siglo XIX.

Los liberales llevaron la voz cantante e impusieron sus tesis sobre los otros grupos aun con concesiones, para ello tuvieron un gran instrumento, la prensa, ya que el 10 de noviembre de 1810, las Cortes decretaron la libertad de imprenta suprimiendo la censura previa de las obras políticas. Las Cortes fueron suprimiendo a través de sus decretos muchas instituciones del Antiguo Régimen, como el régimen señorial de propiedad de la tierra, o las pruebas de nobleza. También suprimieron las instituciones de control económico o social o que coartaran la libertad individual, como los gremios.

Pero lo que se consideró uno de los grandes logros de las Cortes fue la abolición de la Inquisición el 22 de febrero de 1813, siendo declarada «incompatible con la constitución política de la monarquía», al día siguiente, la Regencia del reino suprimía el Tribunal, que era sustituido por los tribunales de la fe.

Pero el mayor logro de las Cortes fue la propia Constitución, cuyas principales características fueron:

  • Soberanía nacional.– El poder reside en la nación.
  • División de Poderes:
    o Poder legislativo: Cortes Unicamerales.
    o Poder judicial: Tribunales.
    o Poder ejecutivo: El Rey, con importantes limitaciones, Sus órdenes deben ir validadas por la firma del Ministro correspondiente y no puede disolver las Cortes. El Rey nombra a los ministros, pero estos deben ser refrendados por las Cortes (“doble confianza”). Las leyes aprobadas tienen un veto suspensivo transitorio del rey durante dos años, tras ello la decisión de las Cortes se convierte en ley.
  • Nuevo derecho de representación. La nación ejerce su soberanía mediante sus representantes en las Cortes.
  • Sufragio universal masculino indirecto en cuarto grado. Derecho de voto: todos los hombres mayores de 25 años, que elegían a unos compromisarios que a su vez elegían a los diputados.
  • Igualdad de todos los ciudadanos de todos los territorios ante la ley. Esto supuso el fin de los privilegios estamentales.
  • Reconocimiento de derechos individuales: a la educación, libertad de imprenta, inviolabilidad del domicilio, a la libertad y a
    la propiedad.
  • El catolicismo es la única confesión religiosa permitida.

En total 384 artículos divididos en diez títulos fueron promulgados el 19 de marzo de 1812, día de San José por lo que el pueblo no tardo en bautizarla como “La Pepa”.

Pero la alegría no duro mucho, tras la derrota de Napoleón, Fernando VII llamado “el deseado”, regresa a España, recupera el trono y se dirige a Valencia sin jurar la Constitución. Allí el rey y su círculo organizaron un dispositivo propagandístico y militar destinado a  controlar a los partidarios del régimen constitucional y facilitar la asunción por parte de Fernando VII de la plena soberanía. El 4 de mayo de 1814 el monarca firmó un decreto por el que suprimía la Constitución y declaraba nula la obra de las Cortes. Fernando actuó como Rey absoluto hasta enero de 1820, lo que se conoció como el “sexenio absolutista”.

El 1 de enero de 1820 un grupo de militares, encabezado por Rafael del Riego, se pronunció en el municipio sevillano de Las Cabezas de San Juan a favor del restablecimiento de la Constitución de 1812. El 10 de marzo de 1820 Fernando VII se vio obligado a aceptar la Constitución y esta vez a jurarla.

El régimen duró tres años, conocidos como “Trienio Liberal” Fernando VII intento por todos los medios recuperar el poder. Hizo un intento de golpe de Estado del 7 de julio de 1822, en el que estuvieron directamente implicados el rey y miembros de su familia. El golpe fracasó, pero la oposición al constitucionalismo se recrudeció y en distintos puntos de España se alzaron partidas armadas para combatirlo. Mientras, las potencias de la Santa Alianza (Austria, Rusia y Prusia), reunidas en Verona en 1822, decidieron intervenir militarmente en España para ayudar a Fernando VII a recuperar sus plenas facultades. Para ello Francia enviaría tropas a España para así eliminar su pasado revolucionario.

El 28 de enero de 1823, Luis XVIII anunció ante la Asamblea Nacional francesa el envío a España de un ejército formado por cien mil hombres los llamados “Cien Mil Hijos de San Luis” al mando del Duque de Angulema. Las Cortes decidieron trasladarse a Sevilla, así como las autoridades e instituciones del Estado, incluyendo al rey y a su familia. El rey hizo lo posible por evitar el viaje, pero finalmente se vio obligado a cumplir la resolución de las Cortes y el 20 de marzo de ese año emprendió la ruta hacia el sur. Semanas después, el 7 de abril, el ejército invasor, acompañado de guerrilleros absolutistas españoles refugiados en Francia, atravesó los Pirineos y sin hallar gran resistencia avanzó con rapidez por territorio español.

Las tropas de Angulema entraron en Andalucía y las autoridades constitucionales decidieron trasladarse con el rey a Cádiz. Pero Fernando VII se negó. Entonces, el 11 de junio de 1823 las Cortes le suspendieron en sus funciones, basadas en el artículo 187 de la Constitución, el cual establecía que si el rey se hallare imposibilitado para ejercer su autoridad por alguna causa física o moral, el reino sería gobernado por una Regencia. Así pues, se nombró una Regencia, con el único objetivo de preparar el traslado del rey a Cádiz. Una vez allí, Fernando VII recobró sus poderes.

La resistencia de los constitucionalistas fue inútil y el 30 de septiembre Cádiz se rindió. Ese mismo día, Fernando VII firmó un decreto prometiendo perdón general por todo lo pasado, pero al día siguiente salió de Cádiz y se reunió con el Duque de Angulema en El Puerto de Santa María he hizo un nuevo decreto que derogaba la Constitución y declaraba nulas las actuaciones del régimen constitucional.

Lo que sucedió después fue un represión tan dura y una falta total de libertades que ha pasado a la historia como la “década ominosa” siendo su hecho más significativo la ejecución en Madrid de Rafael de Riego. Fue el fin de la Constitución de 1812, pero su influencia no fue tan efímera ya que sobrevoló sobre la política nacional, directamente hasta 1868, e indirectamente durante el resto del ciclo liberal. Tuvo además una gran influencia fuera de España; en América fue la base de las constituciones de las nuevas naciones que nacían al independizarse.

En Europa, durante años fue un auténtico mito, en Gran Bretaña, Francia y Alemania, la Constitución de 1812 fue objeto de análisis crítico, Pero en Portugal tuvo vigencia provisional e influencia en la primera Constitución Portuguesa, también en el  nacimiento del Estado italiano y en la redacción de su Constitución e incluso en la Rusia zarista ya que el zar Alejandro I la reconoció en 1812 como apoyo a Fernando VII teniendo dos ejemplares de la misma uno en francés y otro en ruso.

La Constitución nacida de las Cortes de Cádiz en 1812, aunque influenciada por la francesa se diferenciaba de ella en que mientras esta es local, la española es universal y a pesar de su efímera vida, su influencia fue un ejemplo para muchos ya que aportó novedades y libertades que no existían hasta aquel momento, igualando todos los territorios hispánicos de uno y otro lado del mar y a todos sus ciudadanos, aun con todos sus defectos y carencias fue un soplo de libertad y de igualdad que aunque no consiguió vencer en ese momento al absolutismo, si sembró la semilla de las Constituciones que vendrían después. “Viva la Pepa”.

 

 

 

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