Pero es muy difícil que ocurra sin una correlación de fuerzas con el consumo y su respectivo compromiso de preferir esos alimentos debidamente diversificados, ya que el mercado interno de los alimentos no está protegido del contrabando ni la importación, a tal grado que la agricultura boliviana no define los precios internos, sino que se ve obligada a competir con el delito del contrabando que, sobre todo en temporada seca (casi medio año), ocupa los mercados con mayor cantidad que la producción local.

Productos del campo de Plataforma Agrobolsas Surtidas

Para acercarnos más al análisis también está el plato de comida diario: si en ese plato no reflejamos la diversificación que sí le exigimos a las familias productoras, entonces pensemos qué haríamos si estuviéramos en su lugar, aparte de migrar del campo al resto del mundo.

Juntos, productores y consumidores hemos perdido tradición alimentaria diversa y preferimos paltas o chirimoyas extranjeras porque se ven grandes, antes que las pequeñitas y dulces que llegan de Los Yungas.

Si sumamos a esto el hecho de que es más preferida la hoja de coca yungueña que “la otra” y que su demanda se ha incrementado en las nuevas generaciones urbanas, pues tenemos clara la figura de lo que van a preferir producir.

Así que la diversificación de la producción yungueña está sujeta al tipo de consumo y la defensa de la sede original de ADEPCOCA es un derecho yungueño porque estaba organizado en función de la normativa nacional bajo un modelo que debería regir para toda la producción alimentaria, que tendría que tener igualmente su mercado seguro y conveniente.