Ismael Alonso, un periodista loco por la bicicleta, recorría en esas aciagas horas 860 kilómetros por el conocido como Camino Francés de la ruta jacobea dando ‘Pedaladas contra el cáncer’. Empleó para ello 31 horas y sólo realizó tres breves paradas, pasando de los 40 grados de la estepa castellana a los -2º C que se encontró en Foncebadón (León).
El reto era una promesa que Alonso hubiera querido realizar algún día junto al artífice de la idea, un amigo con el que compartió kilómetros sobre dos ruedas, pero al que un cáncer impidió acompañarlo.
Gracias a los patrocinadores conseguidos y a las contribuciones de la gente de a pie, el esfuerzo de este periodista sobre su bicicleta permitió obtener cerca de 9.000 euros que contribuyeron a la investigación contra el cáncer, pero la tragedia de Angrois, de la que no fue informado hasta su llegada a Santiago, eclipsó tan loable gesta, pues cuando el corredor alcanzaba la plaza del Obradoiro, la capital gallega soportaba, aún conmocionada, la festividad del Apóstol más amarga. No hubo celebración, no procedía, pero sí homenaje al amigo que inspiró el reto.
Por eso, cuatro años después de que un Alvia nos desgarrara el corazón en la curva de A Grandeira, y mientras recordamos a víctimas y héroes anónimos que dieron lo mejor de sí mismos aquella noche para ayudar a los supervivientes, este 24 de julio es también una gran oportunidad para recordar aquellas pedaladas contra el cáncer y aplaudir la solidaridad que brotó entre tanto dolor.
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