Sí, salud, dinero, amor y dignidad, ya que sin este cuarto concepto los otros tres se pueden convertir, tal y como vemos a diario en la sociedad en la que vivimos, en una exaltación del ego de espeluznantes consecuencias.

Y es que si bien es cierto que cualquier persona, para disfrutar plenamente de lo que nos ofrece la vida, necesita tener al menos una aceptable salud tanto física como mental, una situación económica que como mínimo consiga no hacerle pasar penalidades materiales, y ese amor que cualquier alma ha de tener para llenar de bondad su corazón y no de oscuras intenciones, no es menos cierto que si no añadimos a ese cóctel unas gotas de dignidad, el resultado final se puede convertir en mezquindad, avaricia e indiferencia. Tres conceptos, estos últimos, del todo antagónicos a los que en teoría se refiere el mensaje de dicha canción.

Porque al interiorizar dicha melodía, por lo general casi todo el mundo piensa únicamente en sí mismo: ¿tengo o seguiré teniendo salud, una cómoda situación económica y alguien que me quiera o me siga queriendo? Sí, por regla general, tras oír el estribillo de esa melodía lo que uno suele hacer es autoevaluarse a sí mismo y raras veces piensa en los demás. Es decir, que en esta sociedad de hoy en día (y por desgracia también en la de antaño), generalmente sigue funcionando el “si yo estoy bien todo va bien”, y un claro ejemplo de ello es que en una sociedad como la nuestra, considerada de las más ricas del mundo en términos puramente macroeconómicos, existe en la actualidad más de un 28% de la población en grave riesgo de exclusión social (aproximadamente unos 13 millones de personas en un país que no llega a los 50).

Sí, al menos en mi opinión, por supuesto que a esas tres cosas habría que añadir la dignidad, pues si no somos capaces como sociedad de pensar en el bienestar del resto de miembros de nuestra comunidad e intentar que, al igual que nosotros, ellos también puedan tener garantizada como mínimo una buena asistencia sanitaria para intentar preservar su salud, unos básicos derechos para que no vivan en la miseria y un mínimo de solidaridad para que nadie se sienta aislado o marginado, entonces quizá de forma personal podremos presumir de tener salud, dinero y amor, pero seguiremos siendo esos pobres aborregados que en lugar de mirar hacia el horizonte tan solo son capaces de ver su propio ombligo de la forma más indigna que uno se pueda imaginar: es decir, ignorando el sufrimiento de los demás.

Decía Martin Luther King aquello de que “no me preocupa tanto la gente mala, sino el espantoso silencio de la gente buena”. Y es que probablemente cuando el conjunto de la sociedad haga suyo ese pensamiento, es cuando por fin pasaremos del individualismo puro y duro a una sociedad del bien común. O dicho de otra forma, abandonaremos una sociedad hipócrita y vacía de valores humanos para crear un mundo más digno en todos los sentidos. Porque tal y como nos indica el propio diccionario de la lengua, la dignidad es la “cualidad del que se hace valer como persona, se comporta con responsabilidad, seriedad y con respeto hacia sí mismo y hacia los demás y no deja que lo humillen y lo degraden”.

Así pues, no seamos nosotros mismos los que nos auto humillemos y degrademos por no querer mirar a nuestro alrededor. Solo es cuestión de voluntad y, por supuesto, de dignidad.