La portada en cuestión, un dibujo de Manuel Fontdevila, representaba al monarca con una pinza en la nariz, coronando a su heredero con una joya llena de mierda y con unas cuantas golosas moscas – como diría Machado – revoloteando alrededor. Pues bien, el dibujo de marras, indignó a los gerifaltes de la editorial que exigieron la retirada de la revista y el cambio mencionado, advirtiendo a sus dibujantes que no tocaran nunca más el tema de la Casa Real en portada.
Al margen de que el dibujo de Manuel, además de gracioso, era actual y verídico, el hecho nos ilustra mucho sobre el momento actual de la libertad de expresión. En teoría, hemos alcanzado altos niveles de emancipación sobre nuestra opinión y las redes sociales han contribuido mucho a ello. Sin embargo, la verdad es que seguimos controlados, sobre todo cuando las líneas editoriales de los medios imponen silencios o animan al comentario, en el sentido que más les convenga, según ideología, simpatía o subvención.
Mi escrito dista mucho de apoyar a todos aquellos que utilizan cualquier tipo de foro para amenazar, ultrajar o incitar a la violencia. Sin embargo, la opinión y la crítica constructiva no solo son necesarias, son vitales para la transparencia, el humor o para provocar la toma de conciencia. Todo intento de enmudecer a la opinión general es desleal y abusivo, incluso indecente.
Ocultar, censurar y tergiversar la noticia o la realidad, es funesta para una sociedad libre y evoca otros tiempos. La visión de Monteys no es ofensiva y, permítanme decirlo: real. La corona no está en su mejor momento, pese a lo que digan las encuestas de la Casa Real y del diario “La Razón”, por tanto, el regalo que recibirá Felipe no está libre de residuos marrones, máxime con los últimos acontecimientos que han sacudido a la Familia Real. Tomarlo con humor no es un insulto, ni tampoco una falta de respeto. Es una licencia literaria y artística.
Al parecer y paralelamente a la aprobación de la “Ley de abdicación” y al cambio en la Jefatura del Estado, gran parte de los medios de comunicación han decidido unificar la opinión de que la monarquía no tiene alternativa y no obstante, la calle, parece pensar lo contrario. Luego se quejarán de que cada vez se venden menos periódicos y se ve menos la televisión. Tal vez al pueblo llano tampoco le guste que les coronen con mierda.
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