En estos tiempos en los que el poder político ha descubierto que la tela de araña que han ido tejiendo poco a poco los llamados mercados (esa suma global de voluntades anónimas y sin otro objetivo que el máximo beneficio), ha superado la capacidad de reacción de los gobiernos, no deben retroceder en todos los frentes para aplacar la voracidad de aquellos.

Sabemos que son capaces de apostar contra países enteros hasta conseguir sacar adelante sus expectativas de rentabilidad, y que parar esas apuestas es una tarea que desborda al país objeto de especulación, por eso pensamos que habría que mostrarles voluntad política de ponerles coto, pero desde luego (no está claro que esté ocurriendo en el caso de la Unión Europea), al menos hay que pensar muchas veces que ofrendas pretendemos ofrecerles en el altar de la austeridad.

Quitarle una parte sustancial de las rentas a nuestros mayores, hasta condenarles a la simple subsistencia como se pretende en Grecia, es una línea roja que no deberíamos haber traspasado. Antes que las expectativas de beneficios de los mercados, siempre deberían estar cosas como respetar las condiciones de vida de nuestros mayores, junto con todas aquellas que afectan a los ciudadanos en su nivel más elemental como personas.