La dictadura se enfrentó con crecientes protestas sociales y serias dificultades cuando la represión ya no era suficiente para contenerlas. En su estrategia para consolidar el poder interno buscó una posible guerra con Chile, país bajo la dictadura del general Pinochet. Intento que fue frenado por el papa Juan Pablo II y la intervención del cardenal Samoré, evitando una guerra entre pueblos hermanos.

La dictadura estaba en dificultades por la fuerte campaña internacional que denunciaba las graves violaciones de los derechos humanos, las torturas y la desaparición de personas. La resistencia interna del pueblo estaba creciendo y se lanzó la marcha del 30 de marzo de 1982, que fue reprimida violentamente, provocando cientos de heridos y presos en las cárceles y comisarías de la dictadura militar

El 2 de abril de 1982, las Fuerzas Armadas argentinas toman las islas Malvinas provocando la guerra con Gran Bretaña, que contaba con el apoyo de la OTAN y Chile. Utilizaron un reclamo legítimo del pueblo argentino sobre la soberanía de las islas pero no pensaban en la liberación del colonialismo británico. Manipularon ese sentimiento y clamor, que nace de las raíces de la patria, para fortalecer el frente político interno. Las consecuencias de la derrota de las fuerzas armadas argentinas son conocidas y no es mi intención en esta nota referirme a esa situación.

Las fuerzas militares que decían defender la patria terminaron estaqueando, enterrando hasta el cuello a los soldados, y obligando a sumergirse en aguas heladas a los que salían a buscar alimentos o carneaban una oveja para comer. Violaron los derechos básicos de los soldados, crímenes que deben ser investigados por la Justicia, que desde hace diez años,, tiene bloqueada la causa en Río Grande, Tierra del Fuego, sin que nadie haya sido citado a indagatoria.

Desde la Comisión Provincial por la Memoria fuimos a denunciar la actual militarización británica del Atlántico sur, y a rendir homenaje y orar por los soldados argentinos muertos en la guerra, que están sepultados en el cementerio de Darwin. También presentamos respeto y oramos en el cementerio de San Carlos, donde se encuentran los soldados británicos muertos en la guerra. Al igual que en 1982, cuando hice una campaña internacional contra la guerra y para salvar vidas junto a la premio Nobel de la Paz irlandesa Mairead Maguire, fuimos a decir “no a la guerra, no en nuestro nombre”.

Fuimos a apoyar el convenio entre el gobierno argentino y el británico con la Cruz Roja Internacional para identificar a los 123 soldados argentinos cuyas tumbas no han sido identificadas y llevan grabado en mármol negro: “Soldado argentino, sólo conocido por Dios”. Es un derecho de los familiares saber dónde están sus hijos para honrarlos y hacer el duelo. Por eso dos tercios de las familias dieron su consentimiento dando su ADN para que se pueda identificar a su ser querido.

Los héroes de las Malvinas no son desconocidos, que sólo Dios conoce. Lamentablemente hay grupos, incluso de familiares, que se niegan a que se identifique a los soldados muertos en la guerra de Malvinas. Pretenden justificar lo injustificable, decir que la guerra no fue desatada por la dictadura que oprimía al pueblo, que provocó miles de muertos, desaparecidos, niños secuestrados y desaparecidos. Por lo que el pueblo, aún hoy, sigue buscando verdad, justicia y reparación por el daño hecho.

Honremos a nuestros jóvenes que dieron sus vidas en defensa del derecho del pueblo argentino a la soberanía sobre las islas arrebatadas por los británicos, y que lo hicieron aun a costa del sufrimiento que la dictadura militar les infligía, por no estar preparada para un conflicto como el que ella misma inició, sino para reprimir a su propio pueblo.