Si hay algún sector industrial al que la crisis no ha alcanzado y cada vez es más potente es el del armamento. La industria bélica mueve miles de millones. Su mayor exponente es la firma estadounidense Lockheed Martin que ingresa anualmente más de 34.000 millones de euros, ella sola quintuplica el presupuesto de las Naciones Unidas para misiones de paz. Pero la multinacional norteamericana afincada en Bethesda en Maryland no es la única, todos los países industrialmente avanzados tienen importantes empresas en el sector, sólo es necesario echar un vistazo a los expositores de HOMSEC 17 de Madrid, más de 60 fabricantes de armas, señores de la guerra y otros tantos de industrias auxiliares, logística y organismos oficiales; unidos todos para nuestra seguridad, nos guste o no.

La venta de armas es un negocio próspero, cierto que tuvo un pequeño bajón de apenas un 2% en el 2012, pero ahora a despegado de nuevo merced a la sangre y a las lágrimas de millones de seres humanos. Según el Instituto Internacional de Investigación de la Paz de Estocolmo, estos últimos años el aumento de volumen de ventas ha sido del 14%. El secretismo, la mentira, la intriga y la traición – incluso a sus propios países – permite que los señores de la guerra asienten cantidades indecentes de instrumentos de matar. Estados Unidos y Rusia facturan entre ellos el 58% del total.

Estados Unidos tiene sus principales clientes en Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Corea de Sur y Turquía. Rusia por su parte exporta principalmente a la India  China y Argelia. La propia China con Francia, Alemania, seguidos de Reino Unido y España se llevan también gran parte del botín. Algunas fuentes indican que España ya es el séptimo país en exportaciones de armamento con un 2,6% del total mundial, lo que la sitúa por delante de Israel, Italia o Suecia. Y todos, de una forma u otra, directa o indirectamente suministran al Estado Islámico que en teoría es enemigo de todos.

Cientos de miles de seres humanos sucumben abatidos por las armas de los países “civilizados”. Como siempre, las poblaciones civiles son las más afectadas porque no hay nada mejor para un cobarde armado que enfrentarse a un civil indefenso.

Debería el mundo hacer examen de conciencia y preguntarse en qué nos hemos convertido. Ya no es cinismo ni negocio de unos pocos que facturan cerca de 1,3 billones de dólares anuales, es genocidio. Lo triste es que apelar a la conciencia de los que no la tienen es tan inútil  como pedirle a un asesino que no apriete el gatillo.