Antonio Machado ya había advertido que “es de necio confundir valor y precio”. Han sido necios, han debilitado al Estado-nación, han colmado los paraísos fiscales con una evasión fiscal insolidaria sin precedentes, han deslocalizado -“por codicia e irresponsabilidad”, en palabras del Presidente Obama- buena parte de la producción industrial y han intentado, con un colosal poder mediático, que los ciudadanos sigan siendo espectadores indiferentes de lo que acontece.

Los Estados Unidos de Obama supieron dar oportunamente el salto que les alejaba de la debacle: emitieron centenares de miles de millones de dólares para incentivar el trabajo autónomo y Pymes al tiempo que hacían posible la realización de grandes obras públicas.

Pero Europa (el Reino Unido, como siempre, va “por libre”, con un buen “cheque británico”, eso sí) no se ha salido del férreo guión señalado por los “mercados”: austeridad y ajustes asimétricos que han incrementado el número de millonarios pero, sobre todo, el de pobres. Se han atrevido a recortar (a veces, ¡”de cuajo”!) servicios esenciales del bienestar social (sanidad, educación, ciencia, justicia) y se ha consentido (lo que permanecerá históricamente incomprendido) que los grandes consorcios multinacionales designaran, en la misma cuna de la democracia, gobiernos sin urnas.

El número de indignados aumenta. El de los implicados menos porque, lógicamente, son numerosos los que no pueden jugarse sus ingresos, ya muy precarios. Pero no me canso de repetir que de la evolución a la revolución violenta (la pacifica es deseable) hay sólo una chispa, sólo una letra -la “r”- que viene de responsabilidad, cuya ausencia puede ser la causa de la ignición.

América Latina ha ofrecido en los últimos años, después de soportar el inverosímil dominio dictatorial militar de la “Operación Cóndor”, nuevas formulas económicas y políticas, nuevas avenidas hacia un mañana más justo y compartido, nuevas alternativas. Debe ser subrayarse la progresiva emancipación, que, conjuntamente con Mercosur y Unasur, representa la CELAC.

En las últimas semanas he tenido la ocasión de leer y escuchar a dos líderes de América Latina que por su notoriedad, vigor y rigor, deberían recibir una especial atención europea.

Luis Inácio Lula da Silva

Ya tan acreditado como “hallador de nuevos caminos”, ha publicado recientemente en “El País” (6 noviembre de 2013) un excelente artículo sobre “Democracia y colaboración”. Al comentar el espionaje de la NSA, que alcanzó en Brasil limites inaceptables (aunque conocidos, a diferencia de lo que sucede con otras agencias de inteligencia) el Presidente Lula, que tanto ha fomentado la interacción política y económica entre Brasil y los Estados Unidos, lamenta que no se haya puesto coto al “todo vale” de la “Patriot Act” republicana. “Nunca dudamos, escribe, de que profundizar en el diálogo y ampliar los lazos económico- políticos con Estados Unidos era la mejor manera de pasar las sombrías páginas de las relaciones interamericanas y de dejar atrás la política de injerencia autoritaria”.

La rápida sustitución de los grupos plutocráticos impuestos por Reagan y Thatcher por unas Naciones Unidas refundadas y dotadas de la autoridad moral y física necesaria, es una de las soluciones impostergables que requiere la actual patología internacional. Es por ello muy importante que una personalidad mundial de la envergadura de Lula diga: “Un episodio como éste pone de relieve el empobrecimiento de la gobernanza internacional puesto que las instituciones y las decisiones son con frecuencia pisoteadas… Ahora, más que nunca, debemos reponer el multilateralismo y crear instituciones auténticamente multilaterales, capaces de orientar al mundo hacia el imperio del derecho… Hoy no tiene sentido que en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas no haya un miembro permanente de África o Latinoamérica. O que India no pertenezca a él. El Consejo e Seguridad sólo será totalmente legítimo y democrático, y aceptado por todos, cuando tenga miembros de todas las regiones del planeta que no se limiten a defender sus propios intereses geopolíticos y económicos, sino que representen realmente las demandas de paz, democracia y desarrollo de la población mundial”…

Que sean muchos los que pongan en práctica la sabia propuesta de Lula, favoreciendo la refundación del Sistema de las Naciones Unidas y la adopción de pautas genuinamente democráticas, único marco para el respeto por todos a todos derechos humanos.

El 26 de noviembre publicaba Lula otro artículo en el mismo periódico, con un título bien elocuente: “La vida no tiene precio”. “En todo el mundo -escribe- en los países ricos como en los países en vías de desarrollo y pobres, el acceso a una más avanzada asistencia sanitaria supone un desafío cada vez mayor. Los altos costes impiden a muchos de los enfermos acceder a innovadores cuidados médicos que podrían curarles o prolongar sus vidas… En Estados Unidos, el Presidente Barack Obama ha luchado durante años contra la oposición conservadora para extender los beneficios de la asistencia sanitaria a millones de personas… En Europa… En Brasil, el gobierno necesita cada vez más fondos para comprar medicamentos que suministra gratuitamente… En África… No podemos seguir tratando este tema vital simplemente como una cuestión técnica de mercado. Tenemos que transformarlo en un asunto realmente político, interpelando a los directamente implicados así como a otros cuerpos sociales y económicos, para crear un modelo nuevo y viable que permita un acceso democrático a la medicina avanzada. Un desafío político y moral de esa importancia debería ser el tema de estudio de una conferencia internacional patrocinada por la Organización Mundial de la Salud… Tenemos que tomar en consideración los intereses de todos los actores en la ecuación de la asistencia sanitaria. Pero las decisiones sobre la vida y la muerte no pueden depender de un precio”…

De nuevo, en un tema esencial, el ex Presidente Lula piensa en todos, en el multilateralismo, en la democracia genuina… De nuevo es desde América Latina que se abren puertas hacia el mañana.

Rafael Correa

Presidente de la República del Ecuador, presentaba en el Anfiteatro de La Sorbona –donde tantas voces, sonidos y palabras siguen presentes- las grandes líneas, recogidas en un libro (no de memorias sino de proyectos, no del pasado sino del futuro) sobre la revolución ciudadana. En presencia de acreditadas autoridades docentes, abarrotado el gran local, el lúcido Presidente llamó la atención desde su bien argumentada atalaya, sobre la inclemente acción de los mercados y de las instituciones internacionales que actúan a su servicio.

Juzgó muy severamente el papel desempeñado por el Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional, el BID… en América Latina, siguiendo siempre las directrices del “consenso de Washington” y sin atender los intereses y merecimientos de los países de la región. “No ha sido una crisis solo económica sino, ante todo, de ideas, de buscar soluciones fuera de las estrictas líneas trazadas por los poderosos”. La intensísima emigración, la “dolarización”, el debilitamiento del Estado,… y el empeño de dar soluciones económicas y técnicas cuando las únicas que podrían haber aliviado el estado de salud americano eran de índole política.

No es el capital disponible sino los ciudadanos preparados los que pueden enderezar tantos entuertos. Amplias son las alas de las grandes corporaciones y hondas las heridas y desgarros que pueden producir. Pero se trata de re-situar a los países “en contextos tales y con tal adhesión ciudadana que sean capaces no sólo de contrarrestar la injerencia de los grandes actores internacionales actuales, sino de fomentar su transformación”.

El Presidente Correa, lleva a cabo grandes esfuerzos para fomentar la cooperación y la integración sur-sur. Adoptará las soluciones que ecológicamente y económicamente sean aconsejables y recabará todo el apoyo internacional que se merece su país ante el descaro de Chevron.

Hay que revisar en Ecuador, en América Latina, en muchos países explotados, los tratados suscritos a veces con dolosa codicia por ambas partes. También ha concluido el tiempo de la inexorable continuidad de las cláusulas injustas y de la explotación inveterada.

Es indispensable contribuir, pensando en el mundo en su conjunto, a la revisión de contratos firmados en épocas de total sumisión a la tecnología y financiación foráneas. Es preciso actuar bien aconsejados científicamente, teniendo como objetivo el bienestar del pueblo y no los intereses de colosales empresas multinacionales.

En el caso concreto de la firma Chevron, varias comunidades indígenas de la Amazonia ecuatoriana están enfrentadas a esta empresa petrolera estadounidense, acusada de haber afectado gravemente la salud de muchas personas y de producir graves daños en el medio ambiente. Los recursos petrolíferos de esta zona –como ha puesto de relieve Ignacio Ramonet en “Le Monde Diplomatique”- empezaron a explotarse por Texaco (adquirida por Chevron en 2001) en el año 1964, prolongándose hasta 1992 (unos dos millones de hectáreas de selva fueron utilizadas a este respecto). Un año más tarde, las comunidades amazónicas afectadas presentaron una demanda en los Estados Unidos, acusando a la petrolera de “contaminación ambiental y atentado a la salud en los habitantes”. En efecto, la explotación de los yacimientos dejó un rastro de alquitrán y productos intermedios del petróleo que han contaminado ríos y aguas freáticas.

Es por ello una notoria incoherencia y delito grave que, en 1998, el gobierno ecuatoriano, en un “acto de finiquito” inverosímil, amnistiase a la compañía de cualquier responsabilidad. Es evidente que en estos casos, lo legal puede ser ilegitimo y amoral, y por tanto debe apelarse a las más altas instancias jurídicas internacionales (¡de nuevo es esencial el multilateralismo democrático!) para una solución justa, que no puede esperarse, desde luego, del conocido proceder burocrático de los actuales mecanismos de arbitraje internacional, tan proclives por los actuales andamiajes empresariales, a favorecer a los grandes consorcios.

“Una vez más, este caso no requiere una solución técnica y jurídica sino política”. Ha llegado el momento de “Nosotros, los pueblos…”. Ha llegado el momento de la gran transición de súbditos a ciudadanos, que dejan de ser testigos impasibles, silenciosos y obedientes para ser ciudadanos del mundo, implicados, solidarios, audaces… Es la “revolución ciudadana” que promueve el Presidente Rafael Correa.

En el prólogo de la obra en que explica y defiende “su” revolución, Edgar Morin escribe: “A pesar de las diferencias evidentes entre Francia y la República bananera colonizada económicamente y sometida políticamente, el lector hallará profundas analogías entre la sumisión de Francia y de Europa al neoliberalismo, la degradación de sus economías sometidas a la invasión de productos externos y a los imperativos de competitividad, en detrimento de los trabajadores, reducidos al desempleo y a nuevas formas de vasallaje”…

El Presidente Correa promueve un plan nacional de “buen vivir”, elaborado en 2013. El “socialismo del buen vivir” y el “socialismo del conocimiento” aparecen citados con frecuencia y dan contenido a esta nueva visión. El “buen vivir” no se reduce a los bienes materiales sino que incluye el desarrollo personal, la autonomía individual, el sentir colectivo. Sitúa al ser humano en el centro mismo de la política.

Las palabras introductorias del Presidente concluyen así: “Considero que el principal desafío de la humanidad en los albores del siglo XXI es liberarse del yugo del capital y de su más importante dimensión: la quimera del “mercado”. En otros términos, se trata de llegar a situar a los seres humanos por encima del capital, a las sociedades por encima de los mercados, y dar en fin al mercado el estatuto de siervo y no de amo”.

En el acto al que me refería al principio, el Presidente Rafael Correa hizo referencia a las críticas que ha recibido por la forma en que ha reaccionado a los ataques de algunos medios de comunicación. “Debemos defendernos de la calumnia. La libertad de expresión por los medios impresos, audiovisuales y virtuales, es total, pero la información debe ser veraz. Cuando es ofensiva en grado inadmisible, debe someterse a la justicia. Los ciudadanos tienen derecho a saber lo que sucede y no lo que imaginan o inventan algunos relatores interesados”.

En estos momentos en que tanto sentimos en Europa y en muchas partes del mundo la necesidad urgente de liderazgo, he pensado que era apropiado resumir pensamientos y propuestas de dos latinoamericanos que representan las nuevas brújulas y torres de vigía, y que son un acicate para convencernos de que el por-venir está por-hacer y de que es posible inventar el futuro.

federicomayor.blogspot.com