Soy María Fernanda, mi familia me dice “Maryfer”, ahora tengo doce años, hace mucho tiempo, puedo decir que llevaba una vida normal, ahora estoy en recuperación luego de varios años de seguir un tratamiento contra el cáncer.
A los cuatro años asistía al pre kínder, tenía mis amiguitas y una profesora que nos enseñaba, cantaba y compartía con nosotros, al año siguiente, ya no fue posible asistir al kínder, me diagnosticaron “Leucemia linfoblastica aguda células Pre B, con infiltración maligna del sistema nervioso central” (lo mencionaron tantas veces, que con mi mamá, lo teníamos por escrito para explicar a quién nos pregunte), por lo que tuvieron que internarme al “Hospital del Niño Dr. Ovidio Aliaga Uría” en la Ciudad de La Paz en Bolivia, hice el tratamiento con dolorosas sesiones de quimioterapia y muchos a medicamentos.
Luego de un tiempo, los médicos indicaron que podía volver al Colegio, mientras continuaba un tratamiento como paciente ambulatoria, es así que el 2013 me inscribieron en un Colegio, mi aspecto al parecer no les gustaba a las maestras y a la directora del Colegio, puesto que me trataban mal delante los niños, algunas maestras me llegaron a decir que era peligroso que vaya así a clases, porque podía contagiarles a mis compañeros, recuerdo que en una “hora cívica” en el momento de cantar el himno nacional de Bolivia, el Director me hizo sacar la gorra, me llamo la atención, decían que era un acto de respeto a los símbolos patrios (La bandera nacional), yo no tenía cabello, recién salí de una sesión de quimioterapia, algunos les parecía chistoso y se reían de mí. En el curso, me pusieron a trabajar con una niña sordo muda, ella se comunicaba con leguaje de señas, lo que yo tuve que aprender un poco, ya que me aislaron del resto de los niños, mi mamá reclamaba, pero la maestra en el curso me hacía sentir mal frente a todo mis compañeros.
Los niños me decían que era una pobre, por eso pedía ayuda en todo lado, yo me ponía muy mal y muchas cosas no le contaba a mi mamá, porque ella lloraba conmigo. Mientras mis compañeros avanzaban temas de cuarto de primaria, mi maestra me daba de segundo, y me mostraba ante el curso como una niña grande, que no podía cosas de mi edad.
Por el tratamiento no podía estar todo el tiempo en clases, cada vez que volvía a clases, se notaba la molestia de la profesora, yo trataba de cumplir con las tareas que me daban, en el hospital había una profesora que me guiaba para hacer mis tareas, pero la profesora de la escuela decía “quien te lo ha hecho” ella y las otras maestras hicieron que yo sienta miedo a la escuela, pues para mí era un lugar donde me hacían mucho miedo y dolor, cada vez que tenía que ir a ese lugar, sentía que me dolía la cabeza, el estómago.
Mis papás decidieron cambiarme de Unidad Educativa, me inscribieron a un Colegio con mucho prestigio y Católico, hasta las autoridades del ministerio hicieron una carta para que tomen en cuenta mi situación, pero igual, la Directora me vió como una niña especial, que solo perjudicaría al resto, aceptaron que estuviera en el Colegio, la profesora en el curso me jaloneaba, me gritaba y hablaba cosas feas de mi, frente a mis compañeros, hacía que los niños me traten de tonta, al final la Directora me voto del Colegio, indicando que me busque otra Unidad Educativa en la que toleren mis ausencias y mi situación de salud.
Ahora aún continuo con un tratamiento, debo someterme a una operación (mi familia está tratando de conseguir el dinero), así que no puedo estar en lugares con mucha gente, asisto una vez por semana a una Unidad Educativa en la Ciudad de El Alto, la maestra comprendió mi situación y me apoya, en casa trato de cumplir haciendo las tareas, poco a poco estoy perdiendo el miedo a que me traten mal, porque en mi nuevo Colegio, algunos niños me hablan y comparten un poco conmigo.
Cuando yo entre a Oncología, empecé a tener amigos, muchos de ellos murieron ese año, creo que eran casi 31 niños, yo era muy pequeña, en la sala todos empezamos a entender que la muerte era parte de la sala, a todos los llegue a conocer, cada uno tenía su carácter, eran amigos con quienes pude compartir y jugar.
En los Colegios que estuve no pude tener amigos, por la actitud de las maestras o los directores, tal vez sea que nunca conocieron a una persona con cáncer y por eso me veían como alguien que solo perjudica en su clase o en su escuela. Es otra forma de acoso escolar que no debería darse.
Siempre me acompaño mi familia, cuando sea grande quisiera enseñar a los adultos, que el cáncer no es contagioso, si se detecta a tiempo se puede curar, los niños con cáncer queremos seguir siendo niños, asistiendo a la escuela, teniendo amigos, jugando y compartiendo la alegría de vivir.
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