campaña_meditación-300x185No voy a discutir esa posibilidad porque en ella radica la esperanza de que podamos ser mejores. Me da lo mismo que sea a través de muchas vidas vividas; que sea en función de intuiciones o percepciones extraordinarias o gracias al estudio y la meditación. Sería muy triste suponer que nuestro paso por este mundo fuese a priori condicionado por todas esas anclas invisibles que nos retienen pegados al terreno de la mediocridad o al de la simpleza cotidiana. Necesitamos saber que se pueden alcanzar otros niveles de conciencia, saber que existen y luego decidir si nos sentamos a contemplar el acuario o nos lanzamos al mar para encontrar nuestra Ítaca.

Conviene aclarar, aunque parezca obvio, que hablo de logros metafísicos no de  cuestiones prácticas como el triunfo social o el económico. Me refiero siempre a frutos de desarrollo y elevación mental, esos que nadie nos puede arrebatar ni cobrar intereses ni perder en la bolsa. Me refiero a la trascendencia de llegar a ser luz. No luz celestial o mística; tampoco a la sobrenatural, hay demasiado espacio natural para traspasar ciertas barreras. Me refiero a la luz interior de la comprensión de todo lo que nos rodea y en qué forma podemos hacer un poco de luz frente tanta oscuridad.

Porque cualquiera de nosotros, seamos o no conscientes de ello, somos capaces de ser seres de luz, y por consecuencia y física, tener al mismo tiempo nuestras propias sombras. Y asumir esta contradicción.

Los caminos para alcanzar esta claridad mental son muy diversos y la prueba de que están llenos de zonas de umbría, es que cada gurú, cada maestro y cada iniciado tienen su propia teoría. Y ninguna es absolutamente buena ni totalmente mala, porque cualquier enseñanza al respecto  se limita a contarnos que tenemos un interruptor interior. Pulsarlo o no, que ilumine o permanezca apagado, depende solo de nosotros; porque somos seres de luz, pero también de sombras.