Me encanta este diagnostico por varios motivos. Primero porque desmitifica un tanto al refranero. No es que yo no dé valor a esa inmensa sabiduría popular archivada durante siglos en miles de refranes, es que, reconociendo su valor, creo que es un grave error convertirlo en dogma de fe. Hay, sin duda, refranes que aciertan y reflejan con gran precisión las entretelas del ser humano, Hay otros que, por responder a circunstancias muy concretas en el tiempo, en el espacio, más que ayudar, estorban al conocimiento de las personas y las sociedades. Y también los hay que, por  torpeza o tal vez mala intención, tratan de colarnos de rondón lo que de frente no estaríamos dispuestos a aceptar.

Pero volvamos a la frase, para mi feliz, de mi amigo. El segundo, y más importante  motivo de mi satisfacción con ella, es que pienso que tiene una rabiosa actualidad. Decir que de gustos y colores no hay anda escrito equivale  para algunos a decir que todo esta permitido, que la libertad individual es tan soberana que puede permitirse el lujo, no sólo de ignorar las libertades de los demás sino incluso de provocarlas. Y me diréis si no estamos viviendo esto con demasiada frecuencia y de muy diversas formas. Dejando los colores de lado (lo escrito sobre ellos figura en multitud de libros de óptica, arte, estética, decoración,…) sobre los gustos hay bibliotecas enteras escritas. Pero es que además existe una cosa que se llama en castellano buen gusto y que, sin figurar en ningún código, cualquier persona adulta y medianamente sensata sabe lo que es y trata de acercarse a él en su vida y en su conducta.

Existe un buen gusto en el trato, en el vestir, en el hablar y en cualquier actividad humana por específica que sea, y solo aquellos que no han querido “leer” algo sobre el buen gusto lo ignoran o lo desprecian. Conste que no estoy abogando por la uniformidad en el pensar. No. El buen gusto acepta las diferencias, comprende los cambios, evoluciona con la sociedad y asimila los logros culturales cuando son logros y cuando son culturales. Pero al mismo tiempo rechaza de plano la  chabacanería, la ordinariez, la provocación y la burla. Lo que ocurre a veces es que determinados “personajes” y determinadas tribunas, ensayan dar gato por liebre y llaman crítica a lo que es revancha, moderno a lo que resulta desagradable y cultura a lo que simple y llanamente hay que llamar falta de ingenio. Suerte que el nivel mental de la mayoría es lo suficientemente alto como para no tragarse cualquier cosa y responder a las agresiones. La libertad es algo tan serio y tan importante que hay que saber cuidarla. Y las personas son algo tan sagrado que no se puede jugar con ellas

El buen gusto no ofende nunca porque es discreto. Sabe mantener y defender sus postura, pero sin recurrir al insulto o a la descalificación personal, respeta  al adversario al que jamás considera enemigo. No es rencoroso porque siempre resulta amable y hace, en fin, lo posible por comprender y agradar.

Pienso que todo esto es bueno recordarlo de vez en cuando.


Marisol Moreda es Presidenta de la Fundación Herederos de la Mar