La cuarta parte de todas las calorías derivadas de alimentos cultivados para el consumo humano se pierden o se derrochan, ya sea a propósito o no, según nuevas estimaciones.

Ahora que la carestía de los alimentos se considera algo normal aunque la demanda de estos productos en todo el planeta continúa expandiéndose rápidamente, activistas y expertos en desarrollo en Washington reclaman una acción nacional e internacional concertada de un modo sin precedentes.

“El mundo enfrentó un fracaso análogo de la eficiencia en los años 70 con la energía”, plantea un nuevo documento de trabajo elaborado en conjunto por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) y el Instituto de Recursos Mundiales (WRI, por sus siglas en inglés), una organización dedicada al ambiente y el desarrollo con sede en la capital estadounidense.

El estudio señala que la combinación de precios récord y demanda creciente de petróleo hizo que el mundo librara una guerra por la eficiencia energética, y que algo similar ocurrirá con los alimentos.

También estima que la cantidad de tierra usada para cultivar estos alimentos que se derrochan equivale a la superficie de México y consume 28 millones de toneladas de fertilizantes. Sin embargo, los motivos de este desperdicio de recursos son muy diversos, y van desde la ineficiencia en el almacenamiento en las fincas rurales y durante el transporte al mercado hasta la confusión de los consumidores sobre qué hacer con los alimentos “viejos”.

Las nuevas conclusiones coinciden con la divulgación de estadísticas sorprendentes sobre el alcance del hambre en el mundo. Según una serie de estudios publicados en la revista médica británica “The Lancet”, la desnutrición es responsable de alrededor de 45 por ciento de todas las muertes de niños y niñas menores de cinco años, mucho más que la proporción de aproximadamente un tercio que antes se creía.