De los 842 millones de personas que sufren hambre, 552 viven en Asia, 223 en África subsahariana y 47 en Latinoamérica y Caribe. La situación más alarmante está en algunas regiones de Congo, Etiopía, Mozambique, Tanzania o Haití donde más de un tercio de la población sufre hambre o en Burundi o Eritrea donde la proporción alcanza más de la mitad. Mapa del Hambre. Fuente FAO

El objetivo de reducir a la mitad el hambre en el mundo en el año 2015 no se cumplirá. Los avances en ese campo han sido decepcionantes, y existe un alto riesgo hoy de que se pierda lo logrado y empeore la situación alimentaria de la población mundial.

El continente africano se queda rezagado, los más pobres, las mujeres, los niños y las comunidades que viven en zonas expuestas a desastres naturales sufren esa lacra en primer término. Desde hace cinco años, una crisis económica, social y ambiental ha mostrado lo frágil, injusto e insostenible que es nuestro sistema alimentario. Esto se debe a políticas que han favorecido unos precios de los alimentos volátiles y crecientes, no han frenado el cambio climático, han generado conflictos para acceder a los recursos naturales o un modelo de inversión a gran escala que olvida al pequeño productor y el desarrollo rural. En España el hambre también se ha hecho visible, como consecuencia de la crisis económica y de unas políticas de austeridad que han llevado a más pobreza, más exclusión social y más desigualdad.

Sin embargo, acabar con el hambre está al alcance de nuestras manos. Es un problema global, con causas comunes y soluciones globales, que necesita de una movilización de todos y todas. Los gobiernos, los mercados y los ciudadanos tenemos algo que decir.

¿Qué podemos hacer?

  • El sistema alimentario está construido por y a favor de una élite que busca seguir produciendo beneficios y de unos políticos que defienden el status quo. Pero esto puede cambiar.  Acabar con el hambre está al alcance de nuestras manos.
  • Informarnos, organizarnos y presionar a los gobiernos para que asuman su responsabilidad y diseñen y financien políticas que garanticen el derecho a la alimentación, un derecho humano fundamental.
  • Consumir de forma responsable, exigir responsabilidad a las empresas que producen los alimentos que consumimos.
  • Solidarizarnos con las causas de otras ciudadanías y sociedades civiles organizadas de los países en desarrollo para que puedan cultivar sus propios alimentos.
  • Colaborar con las ONG de desarrollo que trabajan para que las poblaciones de los países en desarrollo puedan cultivar sus propios alimentos.

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