Hoy voy a reivindicar a uno de esos hombres que marcó el final de una época en donde la guerra era cosa de caballeros, su dominio de la estrategia, inteligencia y capacidad de optimizar los recursos de que disponía, hizo que las Malvinas fueran  españolas y que Canarias no pasara a manos británicas, por dos veces derroto a los ingleses entre ellos a uno de sus más grandes héroes.

Antonio Miguel Gutiérrez  González-Varona, nació en Aranda de Duero (Burgos) el 8 de mayo de 1729, hijo de Dña. Bernarda Antonia González-Varona y del Coronel de Infantería D. José Gutiérrez Verges. Fue bautizado en la Iglesia de San Juan Bautista el día 15, este documento de bautismo es de suma importancia porque Antonio algunas veces firmaba como Antonio Miguel Gutiérrez de Otero y Santillana cambiando el orden de sus apellidos, sumado al hecho que Nelson confundió su nombre en la carta que le envió, dando lugar a equívocos.

Poco sabemos de su infancia pero el ser hijo de militar de carrera marca su destino e ingresa con siete años como cadete menor en el Regimiento de Infantería de Milicias de Burgos, en donde servía su padre.

La firma de los Pactos de Familia firmados por los Borbones hace que España entre en la guerra de sucesión austriaca al lado de Francia con el objetivo de recuperar el dominio español en el norte de Italia. Trasladado allí su regimiento, Antonio comienza a distinguirse por sus méritos en campaña, con 14 años ya es teniente y con 22 capitán. En 1753 ingresa en Regimiento de Infantería de Mallorca con el grado de teniente, perdiendo un grado al dejar la milicia y pasar al cuerpo de infantería del ejército regular, pero Antonio ha comenzado una carrera imparable y tres años más tarde es ascendido a capitán de dicho regimiento y el 15 de diciembre de 1761 lo nombran sargento mayor del Regimiento de Mallorca destinado en Zaragoza, desde donde pasó a San Sebastián y La Coruña y en septiembre de 1764 es ascendido a Teniente Coronel, a la edad de 35 años.

Con el Traslado del regimiento a la provincia de Buenos Aires en 1765 este se establece en Montevideo integrado en el ejército del Gobernador D. Pedro Ceballos, Antonio, es ascendido a Coronel en 1769 y al año siguiente es nombrado comandante de las fuerzas de desembarco de las Malvinas.

Las Malvinas es un archipiélago del Atlántico sur situado a unos 500 km de las costas argentinas, su descubrimiento es atribuido a diversos navegantes tanto españoles como ingleses, Esteban Gómez en 1511 o John Davis en 1592. En 1763 la expedición francesa de Bougainville estableció la colonia de Port St. Louis en la isla de la Soledad dos meses más tarde los ingleses se establecieron en Gran Malvina fundando Port Egmont, al percatarse los españoles de la situación estratégica del archipiélago y que las islas podían ser utilizadas como base para atacar las naves que partían del Río de la Plata tal y como pasaba en el Caribe, reclamaron el derecho de soberanía basándose en el tratado de Tordesillas de 1494 y en el Pacto de Familia de 1761 y solicitaron tanto a franceses como ingleses que abandonaran las islas, los franceses entregan Port St. Luis el 1 de abril de 1767 pasando a llamarse Puerto Soledad, en cambio los ingleses se niegan a abandonar la colonia.

España entra en negociaciones diplomáticas con Gran Bretaña que no dan ningún fruto y ante la persistente negativa de los ingleses a abandonar Port Egmont se toma la decisión de recuperar las islas por las armas, dando la orden al Capitán General D. Francisco de Paula Bucareli de recuperarlas.

Bucareli organiza una fuerza naval compuesta por cuatro fragatas, un chambequín y un bergantín al mando del Capitán de Navío Juan Ignacio de Madariaga en donde embarca una fuerza conjunta de artillería e infantería de 290 hombres de la compañía de Granaderos del Regimiento Mallorca al mando de Antonio Gutiérrez.                      El 10 de junio de 1770 la infantería desembarca con Gutiérrez al frente mientras la marinería a la orden de zafarrancho de combate se apresta a los cañones, La Favorita única fragata inglesa que está en la zona también se prepara, pero todo acaba antes de empezar, a los primeros disparos de artillería, desde el fuerte se iza la bandera blanca rindiéndose la guarnición británica y la superioridad naval hace el resto,

Después de haber recuperado las Malvinas tras la capitulación inglesa regresa a España en 1772 destinado a la guarnición de Barcelona, siendo en 1773 comisionado para la aprobación de quintos del principado de Cataluña. En 1775 le es asignado un nuevo destino en el Regimiento Inmemorial del Rey, obteniendo el empleo efectivo Teniente Coronel, con él participa en la expedición y desembarco de Argel del General O´Reilly el 8 de julio de 1775 en donde resultó gravemente herido en la cabeza. Al año siguiente es ascendido a Coronel y con este grado es destinado en 1777 al Regimiento de Infantería de África. En 1779 es nombrado ayudante de campo del general en jefe del ejército Martín Álvarez de Sotomayor en el bloqueo de Gibraltar y el 6 de enero de 1781 es ascendido a Brigadier. Carlos III, lo nombra gobernador de Mahón y comandante de Menorca, (la isla había sido reconquistada por el duque de Crillon en 1782), en  sustitución del conde de Cifuentes destinado a Lisboa como embajador.        No está clara la participación de Gutiérrez en la reconquista de Menorca ya que hay historiadores que defienden su participación, pero no aparece en la lista de oficiales que van con Crillon y Gutiérrez todavía está en Gibraltar cuando este regresa tras recuperar Menorca.

En 1790 solicita el grado de Mariscal de campo, Carlos IV se lo concede  en octubre de ese año nombrándole Comandante General de las Islas Canarias a donde se traslada desde las Baleares pasando por Madrid para cumplimentar al rey, llega a Santa Cruz de Tenerife en enero del siguiente año y a finales del mismo solicita el nombramiento de Presidente de la Real Audiencia, que se le concede en enero de 1792 siendo ascendido al año siguiente a Teniente General de los Reales Ejércitos de España, tenía 64 años.

La posición de las islas Canarias en la ruta comercial proveniente de América y de Asia las hacían muy importantes estratégicamente, desde que Urdaneta descubrió la ruta del tornaviaje entre Filipinas y Nueva España, España había ganado la carrera de la India al convertir el galeón de Manila en la primera línea comercial en unir tres continentes Asia, América y Europa, en él se embarcaban especias de Ceilán, Molucas y Java, porcelana, lacas, sedas, muebles y perlas de China y Japón, té y algodón de la India etc, partía de Manila a Acapulco y de aquí por tierra a Veracruz y la Habana, desde donde partían las flotas que atravesaban el Atlántico hasta Canarias arribando al fin a la península.

Los ingleses sabedores de la importancia del eje Habana, Canarias, Cádiz intentaron siempre cortarlo tomando las pequeñas islas que había alrededor del imperio español, utilizándolas como base para sus incursiones contra los enclaves americanos y el hostigamiento de las naves que iban y venían de la península, hay que decir que no lo consiguieron, este eje no se rompió hasta la independencia de los países americanos.

Pero desde 1796 su objetivo cambió y pasó a intentar apoderarse de las islas Canarias, lo que les garantizaría una base estratégica para navegar hacia América y a la India por el Atlántico sur.

Durante la guerra de Sucesión española los ingleses intentaron someter Canarias atacando Tenerife en nombre de su católica majestad Carlos III, (título de rey que así mismo se daba el aspirante de la casa de Austria al trono español) tal y como hicieron con Menorca y Gibraltar enclaves de los que no se fueron y tomaron como propios tras el abandono de España del archiduque Carlos al ser nombrado emperador de Austria.

Con la firma el 18 de agosto de 1796 en el Palacio Real de la Granja de San Ildefonso entre España y Francia del Tratado de San Ildefonso, firmado por Manuel Godoy en nombre del rey Carlos IV y el general    Catherine-Dominique de Pérignon, en nombre del Directorio republicano francés, comienza una nueva guerra entre ingleses y españoles pues los británicos que ya eran la primera potencia marítima amenazaban a la flota española y sus intereses comerciales en el Atlántico.

Con este acuerdo se volvían a unir militarmente ambos países contra Gran Bretaña teniendo como curiosidad que ambos regímenes eran opuestos ya que España continuaba siendo una monarquía pero Francia tras derrocar al rey se había convertido en república.

Cuando Antonio Gutiérrez llega a Tenerife observa que dispone de escasas tropas profesionales ya que la mayoría son milicias provinciales, sabedor del peligro de un ataque británico solicita a Madrid que le envíen tropas de refuerzo, pero viendo que su petición no tiene la respuesta deseada comienza a organizar por su cuenta la defensa de las islas, sobre todo de Tenerife. Las milicias provinciales canarias tuvieron a lo largo de la historia una gran importancia en la defensa de las Canarias, nacidas para prestar apoyo al ejército profesional se convirtieron en unas eficaces tropas auxiliares, su organización se hacía de dos formas distintas la primera era que en tiempos de paz los ciudadanos realizan su vida normal dedicándose a sus oficios pero siendo instruidos militarmente por si en algún momento hay que necesitarlos. La segunda es el reclutamiento de mozos, que tienen que servir en activo durante un tiempo en ejército.

El sentir nacional hizo de las milicias canarias un cuerpo muy importante en la defensa de las islas siendo muy eficaces ante corsarios y piratas, así como ante los intentos de invasión de los ingleses que fueron rechazados por tres veces, la primera por el almirante Blake la noche del 29 al 30 de abril de 1657, la segunda por el contralmirante Jenning el 6 de noviembre de 1706  y por último, frente al contraalmirante Nelson el 25 de julio de 1797, impidiendo el desembarco de las tropas inglesas en las tres ocasiones.

La declaración de guerra le llega al Gutiérrez  el 1 de noviembre 1796 y se prepara para defender las islas con los recursos que tiene y avisa a los gobernadores de armas del archipiélago encargándoles que extremen la vigilancia. Cuando recibe la noticia de la derrota de Cabo San Vicente y el posterior bloqueo de Cádiz comprende que no recibirá refuerzos desde la península, conocedor del poderío naval británico, intuye que las acciones serán anfibias y comienza a reforzar la línea de la costa, manda construir unas atalayas en la cordillera de Anaga y en el monte de Igueste, desde ellas se puede divisar tanto el norte como el sur, debido a que la orografía del terreno es muy difícil y los caminos están en mal estado idea un plan de señales que indiquen el avistamiento de los navíos, su dirección, si son mercantes o de guerra y su número, prepara los castillos y baterías de Santa Cruz y organiza las tropas de las que dispone tanto profesionales como las milicias, sin olvidarse de los civiles.

Santa Cruz de Tenerife era la única plaza fortificada de las islas, protegida por dos castillos más catorce fuertes y baterías, contaba con menos de 60 artilleros veteranos y 320 de milicias (para servir 89 cañones en 16 baterías), 247 soldados del Batallón de Infantería de Canarias y los regimientos de milicias de La Laguna, La Orotava, Garachico, Guímar y Abona, unos 900 campesinos con escasa formación militar y armados con aperos en su mayoría como los rozadores de La Laguna, llamados así porque su arma es una rozadora, una especie de cuchillo curvo de diversos diseños y tamaños utilizado para cortar matas y malas hierbas.

Las armas de que disponían eran insuficientes y antiguas, se preparan y engrasan los fusiles viejos deteriorados por falta de mantenimiento ya que disponían de pocos fusiles nuevos, los cañones son puestos a punto, muchos tenían las cureñas en mal estado y algunos presentaban oxido con el riesgo de explosión que eso supone.              También había recibido de la península las banderas de La Habana y Cuba, compuestas por dos tenientes, cuatro sargentos, cuatro cabos y sesenta soldados a lo que se sumó posteriormente parte de la tripulación de la corbeta francesa La Mutine (La Obstinada), unos 110 hombres.

Al comenzar el bloqueo de la bahía de Cádiz tras la batalla del cabo de San Vicente, el almirante de la flota inglesa John Jervis ordeno a varios de sus navíos salir en descubierta para prevenir un ataque, dos fragatas la Terpsichore, capitaneada por Richard Bowen y la Dido pusieron rumbo a Canarias, al llegar a Tenerife observaron que dos fragatas de la Compañía de Filipinas llamadas San José más conocida como “La Princesa” y Príncipe Fernando, estaban atracadas en el puerto, habían decidido refugiarse en Santa Cruz al ser informados por la fragata americana Washington que venía de Cádiz con destino a Boston del bloqueo de dicha ciudad, junto a ellas estaba la corbeta La Mutine que había hecho escala procedente de Brest con destino a la India.

En la noche del 17 al 18 de abril de 1797 los ingleses en un golpe de mano consiguen apresar la Príncipe Fernando. Gutiérrez había ofrecido al Comandante de ambos navíos españoles aumentar la vigilancia con tropas de tierra a lo que este se negó confiando en sus propias fuerzas, visto el resultado el general pone a todos sus hombres a trabajar para defender el navío que queda, le quitan el timón a la fragata San José y trasladan toda su carga a tierra.

En un segundo ataque otras dos fragatas inglesas La Minerve y La Lively abordaron la corbeta La Mutine sorprendiendo a su tripulación, cortaron sus amarras y la sacaron de la rada de Santa Cruz, alertada la guarnición de tierra abrió fuego sobre la propia corbeta para evitar que los ingleses se la llevaran haciéndole tanto daño que casi la echan a pique. Tras estos dos ataques los ingleses se presentaron con bandera parlamentaria y se acuerda el intercambio de prisioneros ingleses, franceses y españoles.

Jervis se ha atascado en Cádiz, el bloqueo está siendo más difícil de lo que creían los británicos, la defensa organizada por el almirante Mazarredo estaba resultando tan eficaz que mantenía a los ingleses fuera de la bahía. Mazarredo construyo una flotilla de lanchas cañoneras, pequeños botes artillados con cañones de 24 libras principalmente, capaces de causar graves daños ofreciendo a su vez un blanco muy pequeño que mantienen a raya a los ingleses. Al regreso de Bowen a Cádiz informa a Jervis de las capturas de la fragata española y la corbeta francesa indicándole que todavía queda otra fragata en Santa Cruz y anima a su amigo Nelson a organizar un ataque a Tenerife convenciéndole de lo fácil que sería tomarla. Por su parte Jervis viendo su fracaso en Cádiz y ante el creciente malestar de sus hombres debido al tiempo que llevaban embarcados y al mal trato que recibían de sus oficiales, creyó que era buena ocasión para hacerse con las Canarias y recuperar el ánimo de sus hombres.

El 14 de julio entrega una carta a Nelson en la que le da las órdenes para la expedición contra Santa Cruz, tenía que exigir la rendición de la plaza y la entrega de todas las cargas de los buques del puerto, Nelson le pide a Jervis que le aclare si debe pedir una contribución en dinero, la respuesta es que no pida nada si los españoles se rinden, también pregunta si los requerimientos se deben aplicar a Santa Cruz o a toda la isla a lo que Jervis le contesta que no solo a toda la isla, sino a todo el archipiélago, por ultimo le deja actuar según su criterio con respecto a las propiedades en caso de negarse a un arreglo que él considere razonable, todo esto nos da una idea clara de las intenciones británicas con respecto a Canarias. Jervis puso a disposición de Nelson los navíos Theseus, Culloden, Zealous de 74 cañones, el Leander de 50 que se unió a la flota en Tenerife procedente de Lisboa, las fragatas Seahorse de 38, Emerald de 36 y Terpsichore de 32, el cutter Fox de 11, y la bombarda Rayo de un cañón que había sido tomada a los españoles en Cádiz. El 15 de julio se separan del resto de la flota rumbo a Tenerife a donde llegan el 21 dando de inmediato comienzo a los preparativos para la acción, Nelson estaba tan convencido de obtener una victoria fácil, que  escribió a su esposa diciéndole que iba “a emprender un pequeño crucero”.

El plan en esta primera fase consistía en desembarcar en las proximidades de fuerte de Paso Alto, lejos del alcance de sus baterías, tomar la altura del “Risco” y desde esta posición batir al fuerte hasta rendirlo y tomarlo, posteriormente aproximarse a Santa Cruz de Tenerife con las fragatas, ya que con su menor calado podrían acercarse más a la costa iniciando el desembarco de los soldados en las lanchas, comenzando acto seguido a  bombardear la ciudad, una vez desembarcados los hombres bajo el mando del capitán Troubridge, estos se encargarían de tomar las baterías de costa españolas, Troubridge debía hacer llegar al comandante de la plaza una carta ultimátum escrita de puño y letra del contralmirante conminándole a la rendición.

“Carta en que el vicealmirante Sir Horacio Nelson invita al general don Antonio Gutiérrez, comandante de las islas a la rendición de la plaza de Santa Cruz de Tenerife.

“Teseo, 20 de Julio de 1797.

Señor:

Tengo el honor de participaros que he venido aquí a exigir la inmediata entrega de la fragata “Príncipe de Asturias”, procedente de Manila y con destino a Cádiz, perteneciente a la compañía de Filipinas, con su cargamento completo, y asimismo  todos los demás cargamentos semejantes que hayan sido desembarcados en Tenerife y no sean para el consumo de sus habitantes. Y siendo mi mayor deseo que ningún insular sufra por las consecuencias de mi petición, ofrezco las siguientes honrosas condiciones, que espero admitáis; pero si las reusáis, todos los horrores de la guerra que recaerán sobre los moradores de Tenerife serán imputados por el mundo a vos, a vos únicamente, pues destruiré a Santa Cruz y a las demás plazas de las Islas por medio de un bombardeo, exigiendo además una fuerte y pesada contribución.

Artículo 1.º Deberán entregarme los fuertes, poniendo al momento a las fuerzas británicas en posesión de las puertas.

2º La guarnición depondrá las armas, permitiéndose, sin embargo, a los oficiales que conserven sus espadas.

3.º Con tal que se cumpla con el primer artículo de que se me entreguen los cargamentos ya citados, no se exigirá a los habitantes ni la más pequeña contribución, pues al contrario, gozarán bajo mi protección de toda seguridad en sus personas y propiedades.

4.º No se ejercerá intervención alguna en la Santa Religión Católica; sus ministros y  todas sus órdenes regulares estarán bajo mi cuidado y protección.

5.º Las leyes y  magistrados vigentes continuarán como hasta aquí, a no ser que la mayoría de los isleños deseen otra cosa.

Aceptando todos estos artículos, los habitantes de Santa Cruz depositarán sus  armas en una casa al cuidado del Obispo y del primer magistrado, siendo muy honorífico para mí el consultar con estos señores sobre todas las ventajas que puedan proporcionar a los habitantes. 

Dentro de media hora espero la aceptación o repulsa.

Horatio Nelson”.

De madrugada los británicos se aproximan a Santa Cruz en dos divisiones una hacia el valle del Bufadero con veintitrés lanchas y otra hacia el centro de la plaza con dieciséis, pero las escolleras hacían peligroso el desembarco ya que luchaban contra las corrientes y el efecto de la resaca haciéndoles perder tanto tiempo que se les hecha el amanecer encima, una campesina que venía de San Andrés a vender sus mercancías, al pasar por el castillo de Paso Alto ve las embarcaciones enemigas y comienza a gritar hasta que un vigía del castillo la oyó y avisando a su oficial se dio la alarma abriendo fuego contra las lanchas. Nelson perdido el factor sorpresa ordena dar la vuelta y manda reunir a sus oficiales, estos le informan que habían estado toda la noche luchando contra los vientos y las corrientes contrarias para poder aproximarse al lugar del desembarco sin conseguirlo.

A las diez de la mañana, los botes remolcan a las fragatas cerca de tierra consiguiendo desembarcar con muchas dificultades ya que la playa no era de arena, unos 1000 hombres en las inmediaciones del valle de Bufadero fuera de tiro de Paso Alto, estableciéndose en una colina llamada Mesa del Ramonal con el objetivo de atacar Paso Alto por la retaguardia.

Pero Gutiérrez que había intuido la maniobra ha colocado en el risco de La Altura, varias decenas de hombres y cuatro cañones, para poder bloquear el avance de un hipotético desembarco en la playa de Valle Seco.                      Los españoles abren fuego deteniendo a las tropas inglesas que se quedan en el Ramonal estancadas sin posibilidad de progresar, al avanzar el día el calor comienza a subir, los ingleses además de soportar las altas temperaturas de julio no tienen unas ropas adecuadas para esa época del año, la sed aprieta y un grupo de soldados ingleses desciende en busca de agua al barranco de Valle Seco siendo tiroteados desde la vertiente opuesta ocasionándoles dos bajas mientras que un tercero moría seguramente por la falta de agua, como contraste en el lado español las aguadoras subían agua y alimentos a los soldados.

Bloqueados entre dos fuegos y sin agua los ingleses deciden volver a las fragatas por la tarde, incorporándose estas al resto de la escuadra, el intento de desembarco y toma de Paso Alto había fracasado y la carta de Nelson para Gutiérrez nunca llego a su destinatario.

El 24 un nuevo navío, el Leander se incorpora a la flota británica y ésta se aleja de la costa tanto que casi no se distingue desde Santa Cruz, sobre las tres de la tarde el contralmirante ordena a las tres fragatas navegar hacia Barranco Hondo y La Candelaria en una maniobra de diversión.

Gutiérrez convencido de que el próximo asalto consistiría en un ataque frontal sobre la ciudad desde el muelle no se dejó engañar y manda al teniente coronel Domingo Chirino (VI marqués de la Fuente de Las Palmas) que regresara con sus fuerzas a la plaza y al capitán Juan Creagh Plowes que se dirija con las suyas a Santa Cruz con el objeto de acumular un mayor número de tropas, lo mismo le ordena al conde del Palmar con la compañía de granaderos a su cargo y también a los milicianos, ordena vigilar los movimientos de las naves y deja un retén de 30 hombres en Paso Alto, alerta a todos los castillos, torres y baterías y deja al batallón de Canarias como reserva, para acudir a donde fuese necesario.

Los preparativos para la defensa del castillo de San Cristóbal se aceleran poniendo a punto armas y municiones, entonces un teniente de las milicias canarias agregado al Real Cuerpo de Artillería, Francisco Grandy, se percata que un costado del castillo está indefenso, tras solicitar el permiso correspondiente a sus superiores abre una tronera y colocan un cañón de metralla al que llaman el Tigre apuntando a la playa de la Alameda, este hecho será de una gran importancia en el desarrollo de la batalla.

Mientras la guarnición se va reforzando con hombres que llegan desde todos los puntos de la isla, la mayoría milicianos y campesinos sin instrucción militar alguna y armados con aperos de labranza, sin olvidar al Alcalde de Santa Cruz, D. Domingo Marrero Ferrera que había puesto en marcha un plan de rondas que tuvieron gran importancia en las luchas por las calles.

Entre la una y las dos de la madrugada comienza el nuevo ataque inglés, unos treinta botes cada uno con unos cuarenta hombres se echan al agua en dirección al muelle de Santa Cruz, acompañados del cutter Fox que les acompaña con todos los pertrechos necesarios.

Cañón el Tigre – Museo del Castillo de San Cristóbal – Santa Cruz de Tenerife

El grito de “lanchas al muelle” alerta a la guarnición española abriendo fuego los fuertes de Paso Alto y San Cristóbal, pero los botes no se distinguen en la oscuridad ya que van cubiertos con lonas, entonces el general da la orden de alto el fuego.

Cuando al fin se confirma el ataque, Nelson comienza a tener serios problemas, al fuego continuo que los españoles descargan sobre ellos una vez descubierto, ¡otra vez!, se suma la fuerte resaca con la que tienen que luchar sus remeros, la consecuencia es la dispersión de los botes.

Uno de estos botes consigue llegar al muelle y saltar a tierra dirigiéndose hacia el martillo del Muelle, donde se encontraba la batería de barbeta, esta había sido abandonada por los artilleros tras la descarga de alarma, clavan los cañones para inutilizarlos, práctica común en todos los ejércitos que consiste en introducir un clavo metálico en el oído del cañón obstruyéndolo. Mientras otros botes consiguen llegar al espigón del muelle intentando unirse a sus compañeros, pero los defensores que supuestamente habían abandonado los cañones solo se habían replegado y contraatacaron, fue tan intenso el fuego sobre los ingleses que rápidamente los que no cayeron fueron hechos prisioneros. Troubridge pudo desembarcar en la caleta y Hood y Miller, con el resto de los botes que lograron sortear el intenso de fuego de las baterías, tomaron tierra por la playa de las carnicerías y el barranco de Santos (barranco de Añaza).

Castillo de San Cristóbal – Santa Cruz de Tenerife

Nelson intenta llegar a la playa de la Alameda, a la izquierda del castillo de San Cristóbal, lo acompañan los capitanes Bowen, Fremantle  y Nisbet hijo adoptivo de Nelson. Su lancha embarranca en la arena de la playa, Bowen cae al intentar desembarcar, Fremantle es herido en el brazo derecho y Nelson al intentar hacer lo mismo recibe una descarga de metralla disparada desde el fuerte de San Cristóbal por el cañón Tigre que le destroza el brazo derecho cayendo en el fondo del bote, Nisbet lo recoge y le atiende, haciendo tiras su pañuelo fue cosiendo los destrozos que la metralla había hecho en el brazo evitando que se desangrase allí mismo.

Viendo la gravedad de las heridas se decide volver al Theseus, Nelson va recuperando el conocimiento entre terribles dolores cuando al pasar por donde están los restos del cutter Fox hundido por las baterías de la costa, ve lo que queda de su tripulación en el agua y da la orden de recoger a los supervivientes, este gesto nos muestra la grandeza de un gran oficial preocupándose más por sus hombres que por su propia vida, una vez en el Theseus el medico corrobora la imposibilidad de salvarle el brazo derecho amputándolo.

En el muelle, Thompson y Freemanle, soportan un fuego intenso desde las baterías de San Cristóbal y Santo Domingo que les ocasiona numerosas bajas. Consiguen refugiarse en una caseta abandonada por los españoles tras las primeras descargas, pero atrapados y sin salida el fuego de los fuertes va haciendo estragos entre las tropas inglesas. Ante dicha situación los supervivientes cogen las barcas de pesca que había en la playa para utilizarlas de regreso a sus barcos finalizando así el combate en el muelle.

Habíamos dejado al capitán Troubridge en la caleta dirigiéndose hacia el castillo de San Cristóbal para atacarlo, pero al llegar a la entrada del rastrillo fue recibido por la descarga de los sesenta milicianos que mandaba el capitán Benítez de Lugo que defendían el castillo, frenado en seco y sin poder avanzar, retrocede y termina juntándose con los hombres del capitán Waller que habían conseguido desembarcar por el barranquillo del Aceite. Ambas columnas, llegaron a la calle de las Tiendas (hoy de Cruz Verde), que siguieron hasta desembocar en la Plaza principal (Plaza de la Candelaria) por su parte alta, donde permanecieron en silencio sin contestar al fuego que les hacían los cazadores provinciales desde sus posiciones.

La desorientación de los defensores y los atacantes en este momento es total, ambos desconocían el número de tropas que tenía el contrario, pero en la parte española sabedores de la superioridad inglesa algunos oficiales abandonan la plaza huyendo hacía La Laguna, y haciendo correr el rumor de que el general había muerto y dando por perdida la batalla, la desinformación es total, siendo el momento crucial de la batalla.

En su avance los ingleses se apoderan de un almacén de víveres obligando al diputado de abastos Antonio Power y a Luis Fonspertuis a acompañar a un sargento hasta el castillo principal, portador de un ultimátum dirigido al general Gutiérrez intimándole a rendir la plaza en  dos minutos, de lo contrario incendiarían el pueblo, la repuesta del general fue ordenar retener al sargento.

El grueso de los británicos había logrado desembarcar por la playa de las Carnicerías y el barranco Santos al mando de Hood y Miller. Los españoles que cubrían la zona de las carnicerías unos sesenta hombres al mando del teniente don Pedro Castilla del batallón de la Habana, ante la superioridad inglesa se repliegan al interior del pueblo hasta que coincidieron con el batallón de infantería de Canarias, que están en la plaza de San Telmo y cuentan con dos cañones violentos, también se les une la partida de marinos y pilotos que se hallan frente al Hospital de Desamparados. Una vez organizadas las tropas españolas contraatacan produciendo numerosas bajas y treinta prisioneros a los ingleses a los que obligan a subir por la calle de la Noria y Santo Domingo hasta llegar a la plaza del mismo nombre.

Hay que destacar la labor que hicieron los marineros franceses de la corbeta La Mutine que destacados en el fuerte San Miguel y al no ser necesaria su presencia allí se incorporan a la lucha en las calles. Con Troubridge y sus hombres en la plaza y sin conocimiento de dónde estaba el Batallón de Infantería de Canarias, el desconcierto en el estado mayor de Gutiérrez es total, el general estaba sometido a mucha presión por parte de algunos oficiales que querían rendir la plaza, solo el coronel de ingenieros Marqueli y algunos mandos subalternos se mantienen firmes en continuar la lucha.

El teniente Vicente Siera destinado a las órdenes del comandante general, tras el ataque al muelle, sale del fuerte San Cristóbal para comunicar al batallón de La Habana y Cuba, al batallón de Canarias y a las milicias de La Laguna que se reuniesen en la plaza principal cuando considerasen que ya no era necesaria su presencia en los puntos que ocupaban.

Según algunos historiadores, Siera, se encontró en pleno combate de las carnicerías entre el batallón de Canarias y los hombres de Hood, durante el cual y con once hombres de dicho batallón, hizo al enemigo cuatro prisioneros y uno más en su retirada, con los cinco prisioneros se presentó en el rastrillo del castillo dejando a los británicos al cuidado de los defensores, pasó a inspeccionar el muelle encontrándolo abandonado y con la artillería clavada.

Cuando regresa a San Cristóbal para dar parte al general Gutiérrez de sus gestiones, se encuentra con la situación de la oficialidad donde solo el general y Marqueli son partidarios de continuar la lucha y alzando la voz  dijo: “D. Antonio, nuestro Batallón se encuentra sin novedad”. Y, gritando más alto, continúa “¡Mi general! ¡El Batallón está intacto!” una vez centrada la atención en él, comunica la situación del batallón de Cazadores rodeando a los ingleses, lo mismo que el Regimiento de Milicias, y estado intacto de todas las baterías a excepción de la del muelle.

Gutiérrez, ante estas noticias decide ver por sí mismo el estado de la situación y hace una salida al muelle con ánimo de inspeccionar la artillería que había sido abandonada por el jefe de la misma Don Francisco Dugy, sus oficiales le aconsejan regresar al fuerte por estar allí muy expuesto, en ese momento sufre un desvanecimiento siendo asistido por dos de sus ayudantes que lo ayudan a regresar al castillo.

Mientras continua el combate por las calles, un grupo de soldados de la batería de la Concepción se percatan de que quedan enemigos en el barranquillo del Aceite, el cabo de milicias Diego Correa con algunos hombres de su batallón y milicianos agregados, saltan el parapeto y hacen prisioneros a veinte británicos, los conducen al castillo principal y regresan a su batería recogiendo de camino diversos pertrechos como un cañón violento, pólvora, sables, fusiles y escalas de asalto y hasta una bandera de combate del Emerald, más tarde entre un grupo de paisanos y de milicianos destrozan las lanchas que estaban en la playa para que el enemigo no pudiera reembarcarse cortando así su retirada, en uno de los botes apareció una bandera británica que se piensa que era la que los ingleses querían izar en el Castillo si lo hubieran tomado, todo el material y las dos banderas fueron entregadas al teniente coronel Güinther como trofeos del combate.

Banderas capturadas a los británicos el 25 de julio de 1797 – Museo Militar de Santa Cruz de Tenerife

Troubridge viendo que no hay más desembarcos decide replegarse por la calle de las tiendas convergiendo con Hood en la plaza de Santo Domingo, son unos seiscientos hombres. El teniente coronel del Regimiento de Milicias de La Laguna, D. Juan Bautista de Castro y Ayala, recibe la orden de acudir a la plaza de Santo Domingo, lo que realiza con los soldados que le quedan, nada más entrar en la plaza recibe un disparo que lo hiere y mata.

Güinther envía como parlamentario al soldado Juan Guillermo que habla inglés conminado a Troubridge a la rendición, ante la negativa de éste se reanuda la lucha, el intenso fuego graneado de los españoles hace que los ingleses rodeados por todos los lados rompan la puerta del convento de Santo Domingo refugiándose en su interior. La situación desesperada de Troubridge ante la falta de víveres y municiones le hace ser audaz y envía un parlamentario exigiendo otra vez la rendición de la plaza. Gutiérrez responde firmemente: “Aún tengo pólvora, balas y gente para proseguir la lucha”

De repente el soldado ingles que estaba de vigía en la torre del convento lanza un “hurra” al divisar una quincena de botes que se aproximaban a tierra, Nelson previendo que sus hombres necesitaban refuerzos enviaba una división compuesta de marineros y tropas de desembarco para ayudar a Troubridge, pero la alegría dura poco, los vigías de tierra también habían divisado las lanchas enemigas.

El teniente Grandy que había desclavado los cañones de la batería del muelle abre fuego con gran precisión echando a pique dos botes mientras la artillería del castillo de San Cristóbal alcanza a otro haciéndolo zozobrar, ante la intensidad de fuego que cae sobre los botes estos dan la vuelta regresando a sus naves.

Por tercera vez Troubridge envía a un parlamentario acompañado esta vez por dos frailes dominicos del convento, los padres Carlos de Lugo y Juan de Iriarte, el mensaje era el de siempre aunque menos arrogante, si les entregaban los Caudales del Rey y de la Compañía de Filipinas se darían por finalizadas las hostilidades, pero de lo contrario, no respondía de las consecuencias. La respuesta fue también la misma volviendo el parlamentario solo ya que los padres se quedaron en el castillo.

Los españoles vuelven a abrir fuego sobre el convento, donde los ingleses cada vez más hostigados se ven en una situación difícil e insostenible, Hood habla con Troubridge y se ofrece como negociador para una capitulación honrosa, con un pañuelo blanco sale por la puerta del convento e inmediatamente es atacado por los milicianos y los cazadores, pero al ver la señal el capitán D. Fernando de Hoyo los detiene. El capitán Samuel Hood es acompañado por el teniente coronel D. Juan Güinther y el ayudante mayor D. Juan Bataller a parlamentar con Gutiérrez. En un principio intenta volver a exponer las mismas exigencias de rendición de la plaza, el general se niega a seguir parlamentando y pide la rendición de los británicos, viéndose perdido Hood admite la capitulación y tras una larga negociación ambas partes llegaron a un acuerdo para el cese de las hostilidades reflejado en el siguiente acuerdo:

“Santa Cruz, 25 de Julio de 1797. Las tropas de S.M. Británica serán embarcadas con todas sus armas y llevarán sus botes, si se han salvado, franqueándoles los demás necesarios; en esta consideración se obligan por su parte a no molestar el pueblo los navíos de la escuadra británica que están delante de él, ni a ninguna de las Islas Canarias, y los prisioneros se devolverán de ambas partes. Dado bajo mi firma y sobre mi palabra de honor. Samuel Hood”.

Ratificado por T. Troubridge, comandante de las tropas británicas.

Don Antonio Gutiérrez, comandante general de las Islas Canarias

Ratificada la capitulación el general manda transmitir la victoria al pueblo con cornetas y tambores.

Pero aún quedaba el acto final, las corrientes y la falta de vientos fueron empujando a los navíos británicos hacia el valle de San Andrés. Al divisarlos la artillería de la torre de San Andrés, al mando del teniente José Feo que desconocía la capitulación inglesa abre fuego sobre ellos teniendo como objetivo la capitana y las dos fragatas que la seguían. El Theseus recibió impactos en la voladura, las fragatas responden disparando a la torre sin producir daños y en una incursión audaz la bombarda Rayo se acerca a tierra disparando su cañón, pero el fuego de la torre la alcanza en la proa causándole unos daños tan graves que la tienen que remolcar fuera de su alcance.

Tenemos que decir que en la torre no había más que dos cañones de los que pronto uno se inutilizó, y el otro, después de haber disparado unos 20 tiros reventó, mató a un artillero e hirió a otros según informo el teniente José Feo. Enterado Gutiérrez del incidente envía oficiales a caballo a los puntos más alejados para transmitir la victoria y el alto el fuego.

Gutiérrez, envía al capitán del puerto Carlos Adam, que formaba parte de su Estado Mayor la comunicación de los términos de la capitulación británica al contralmirante Nelson, el capitán ingles Thomas Mountry Waller es el encargado de llevarle, siendo el único oficial español que habla con el Contralmirante.                                                    Las tropas británicas salen del convento en formación con las banderas desplegadas y redoble de tambor se dirigen hacia la plaza de la Pila conducidas por el teniente coronel Juan Creagh, allí le esperan las fuerzas españolas y francesas en formación, hubo que dejarles lanchas de los pescadores y dos bergantines para que regresaran a sus barcos ya que sus botes estaban todos destruidos, los españoles por orden del general les suministran, agua, fruta, pan y vino.

Los británicos desfilando en la plaza de la Pila escoltados por las tropas españolas y francesas

Los hombres van subiendo a las barcas llevándose también a sus oficiales muertos y a los heridos de poca gravedad, dejan los más graves en el hospital que serían embarcados un día después. El general invito a comer a los oficiales británicos que reusaron por estar junto a sus hombres en las labores de reembarque a sus navíos pero aplazándolo para el próximo día. A esa comida asiste el capitán Troubridge con otros oficiales y le hace entrega al general Gutiérrez de una carta del contralmirante Nelson, Troubridge le comunico también que Nelson se ofrecía para llevar los documentos que el general quisiera enviar a la corte hasta Cádiz.

Carta de Nelson a Gutiérrez.

“No puedo separarme de esta isla sin dar a V.E. las más sinceras gracias por su fina atención para conmigo, y por la humanidad que ha manifestado con los heridos nuestros que estuvieron en su poder, o bajo su cuidado, y por la generosidad que tuvo con todos los que desembarcaron, lo que no dejare de hacer presente a mi Soberano, y espero con el tiempo poder asegurar a V.E. personalmente cuanto soy de V.E.

Humilde servidor

Horacio Nelson 

Sr. D. Antonio Gutiérrez comandante general de las Yslas Canarias.

 Suplico a V.E. me haga el honor de aceptar un barril de cerveza inglesa y un queso”.

La contestación del general a la carta del contralmirante no deja lugar a dudas de su caballerosidad, típica de la época.

“Con sumo gusto he recibido la apreciable de V.S. efecto de su generosidad y bien modo de pensar, pues de mi parte considero que ningún lauro merece el hombre que sólo cumple con lo que la humanidad le dicta, y a esto se reduce lo que yo he hecho para con los heridos y para con los demás que desembarcaron, a quienes debo considerar como hermanos, desde el momento que concluyó el combate.

Si en el estado en que ha conducido a V.S. la siempre incierta suerte de la guerra, pudiese yo o cualquiera de los efectos que esta isla produce, serle de alguna utilidad o alivio, ésta sería para mí una verdadera complacencia y espero admitirá V.S. un par de limetones de vino, que creo no sean de lo peor que se produce. Seráme de mucha satisfacción tratar personalmente cuando las circunstancias lo permitan, a un sujeto de tan dignas y recomendables prendas como V.S. manifiesta. Y entre tanto, ruego a Dios guarde su vida por muchos y felices años.

D. Antonio Gutiérrez.

P.D. Recibí y aprecio la cerveza y queso con que V.S. se ha servido  favorecerme.”

Gutiérrez al no tener un navío español para comunicar la victoria no duda en ningún momento en confiar en el honor de Nelson y le entrega los partes del ataque inglés y su derrota por parte española dirigidos al príncipe de la Paz D. Manuel Godoy y al ministro de la Guerra D. Juan Manuel Álvarez.

Nelson envió a la fragata Emerald, al mando del capitán Waller que llego a Cádiz el 15 de agosto, entregando Waller los documentos de Nelson y Gutiérrez a Jervis. Los partes llegan a su destino y reciben respuesta tanto del príncipe de la Paz como del Ministro de la Guerra el 22 de agosto.

Poco más hay que añadir, Antonio Gutiérrez en todo momento fue conocedor de sus fuerzas y supo aprovecharlas en su favor supliendo sus carencias con estrategia e ingenio, intuye por donde los ingleses van a atacar y se adelanta esperándolos incluso cuando estos cambian de estrategia sin caer en su engaño, el exceso de confianza de Nelson unido al desconocimiento del terreno y a subestimar las defensas españolas también jugo a su favor.

Hay que destacar que las tropas a su mando demostraron un gran valor y entrega, resaltando que muy pocas eran profesionales y que tanto las milicias como el pueblo canario mal armados y peor preparados supieron estar a la altura de las circunstancias en una lucha que al principio se mostraba desigual.

Firma de la capitulación en la que se observan el intercambio de regalos a la derecha el barril de cerveza y el queso inglés y a la izquierda los dos limetones de vino canario.

Hay autores que menosprecian a Antonio Gutiérrez en su actuación en la defensa de Santa Cruz e incluso en la capitulación inglesa ya que podía haber hecho prisioneros a los hombres de Troubridge, pero hay que recordar que el general era conocedor de la superioridad británica y que actuando con benevolencia según las leyes de la época, consiguió el compromiso de que los ingleses no volvieran a atacar las islas Canarias mientras durara  la guerra alejando de esa manera el peligro.

Tanto Gutiérrez como Nelson se reconocen como caballeros, el trato dado por uno a los prisioneros y heridos es reconocido y agradecido por el otro tal y como se desprende de su correspondencia. Poco se habla de la derrota de Nelson el 25 de julio de 1797 en Santa Cruz de Tenerife única de su carrera, pero ésta marca un hecho trascendental, las islas Canarias siguieron siendo parte de España y abortó el objetivo británico de conquista de las mismas olvidándose así de la ruta atlántica para dirigirse a la India, en las que las estratégicas islas Canarias serian parada obligatoria para hacer aguada y descanso, volviendo a recordar que fue la única derrota de uno de los mejores estrategas navales de todos los tiempos, espejo en el que todavía se mira la marina británica.

Antonio Gutiérrez desempeñó su cargo hasta su muerte, aunque en diversas ocasiones solicito el traslado a la península por motivos de salud, el 23 de julio de 1798 el Gobierno le concedió a petición propia la encomienda de Esparraguera, en la Orden de Alcántara. El 19 de diciembre de 1797 recibe un oficio del ministro de la Guerra Álvarez en el que le comunica que S.M. le concede un año de licencia para trasladarse a la Península conservando su sueldo, pero con la condición de que no podrá separarse de su mando hasta que se produzca la Paz, lo que no ocurrió hasta 1802, habiendo ya fallecido el general. El general Gutiérrez se sintió enfermo el 21 de abril de 1799,  poco antes de las 04:00 de la madrugada del 22 de abril su salud empeoró y se llamó al médico de cabecera, quien le diagnosticó perlesía (parálisis en el brazo y en la pierna).

Viendo su gravedad, al día siguiente se le administró la extremaunción, y aunque tuvo una ligera mejoría al no poder realizar sus labores entrego el mando a D. José Perlasca gobernador de la plaza, falleció el 15 de mayo de 1799 a los 70 años de edad, siendo sepultado en la capilla del Apóstol Santiago de la iglesia parroquial de la Concepción de Santa Cruz de Tenerife.

“Nada está perdido si tienes voluntad de trinfar” 

Antonio Gutiérrez

El escudo de armas de Santa Cruz tiene tres cabezas cortadas de león, el animal heráldico de Inglaterra que recuerdan las tres victorias alcanzadas contra estos: Blake (1657), Jennings (1706) y Nelson (1797).  A raíz de esta última victoria, el rey Carlos IV otorgó a Santa Cruz la categoría de Villa, sus títulos honoríficos, su escudo de armas y su constitución como municipio.

En Santa Cruz de Tenerife todos los 25 de Julio se recrean los combates que tuvieron lugar durante el desembarco y en la calle, así como la rendición final de las tropas británicas en los mismos lugares donde ocurrieron los hechos.