Tempus Fugit
Desconocido, si al pasar junto a mí deseas hablarme
¿por qué no has de hablarme?
¿y por qué no he de hablarte?
Watt Whitman
Desconocido, si al pasar junto a mí deseas hablarme
¿por qué no has de hablarme?
¿y por qué no he de hablarte?
Watt Whitman
Escribir en los meses de verano puede ser duro, uno prefiere mirar al horizonte, otear en busca de alguna vela e imaginar una historia de amor y celos entre el naucher y su invitada sobre la cubierta de la nave; sin embargo, al final, se inclina por reservarla para otra ocasión y se entrega de nuevo al “dolce fare niente”.
Un genial escritor cubano, Alejo Carpenter, elogió al siglo XVIII, y así tituló su famosa novela: El siglo de las luces. Fue el siglo de la Ilustración, del despertar de la investigación científica y de la apasionada búsqueda de las civilizaciones pretéritas. El siglo de la Enciclopedia de Diderot y D’Alembert; el de la apertura de la mente y de la razón, el de las grandes revoluciones. Un gran paso para la Humanidad.
Ante todo quiero aclarar que el presente artículo no tiene por objeto, ni exaltar ni escarnecer a ningún político en concreto. Tampoco ensalzaré ni criticaré a ninguna filosofía política, aunque, como casi todo el mundo, tengo –y muy arraigados – una ideología y un pensamiento determinado. Sólo pretendo contarles como veo a los profesionales de la política en este Siglo XXI. Por tanto pueden seguir ustedes leyendo tranquilamente, si el discurso o el último escándalo de un político no se lo impide.
En ocasiones, amiga y amigo lector, hay que hacer un alto en el camino, una reflexión vital; una implosión energética. Se trata de analizar dónde estamos y hacia dónde vamos.
Hablar del fin de semana, es la forma más fácil de recordarlo. Sin embargo, los días de descanso o de asueto pueden no ser los más felices; uno se acostumbra al trajín de los mal llamados días de hábiles – como si los sábados y los domingos fuesen torpes – y acaba considerando a todas las jornadas de la semana de igual calidad, distinguiendo las fechas por sus bondades y no por su lugar ordinal. ¿Qué más da el día que sea cuando se puede charlar con un amigo? ¿Qué importancia tiene el guarismo cuando uno es feliz o desgraciado? ¿Si puedes estar con quien amas, que importa que caiga en jueves o en viernes? Lo importante, amiga y amigo lector es que llegue el momento.
Ayer hizo un espléndido día de primavera a pesar de estar a finales de febrero. Me senté para observar a unos niños que jugaban, no serían más de docena y media y sin embargo, pude contar hasta tres razas diferentes y varias etnias. Trataban de imitar a sus ídolos futbolísticos pateando un balón de reglamento de cierta sonora marca, fabricado en cualquier país asiático, las camisetas y sudaderas lo eran de tres o cuatro conocidas multinacionales.
Los amantes de la mitología cuentan que al partir Teseo hacia Creta para enfrentarse al Minotauro, su padre Egeo, rey de Atenas, le hizo prometer que a su regreso, si la aventura había sido coronada con éxito enarbolara en su galera velas de color blanco. Si por el contrario hubiese fracasado la misión – lo que significaba la muerte del príncipe entre las fauces carnívoras del Minotauro – mantendrían los atenienses las velas negras con las que habían partido.
Cuando ustedes, amables lectores, lean estas líneas será Navidad. No será 25 de diciembre porque este artículo saldrá en enero, tampoco puedo estar seguro de que no sea leído dentro de algunos meses, pongamos en junio; sin embargo, es posible – y yo lo deseo fervientemente – que sea para ustedes, el día de Navidad.
La percepción es una sensación interior hecha de sentimientos y por tanto, en algunas ocasiones, puede engañarnos. Vivimos rodeados de acontecimientos que nos afectan en mayor o menor importancia dependiendo de sensibilidades, razonamiento o intuición; incluso de la capacidad de comprensión de cada uno. Y a pesar de disponer de estos y otros recursos mentales, somos vulnerables a los engaños, las mentiras y la traición, sobre todo si éstas vienen adornadas con el recurso de la sutilidad