Una película de James Hill de mediados de los sesenta, nos cuenta las aventuras de una pequeña leona de nombre Elsa. La historia se desarrolla en un parque de Kenia y estuvo acompañada de una formidable banda sonora de John Barry, titulada “Born Free”, es decir: Nacida libre, que ganó el Oscar del 66 a la mejor banda sonora y a la mejor canción.

El film glorifica el derecho de Elsa a pasearse por las selvas de Kenia o por el hogar de los Adamson como leona por su casa y no acabar como muchos de sus congéneres en cualquier zoológico europeo. Es un canto a la libertad.

Sin embargo, la pequeña leona no es libre, puesto que precisará de las fronteras protectoras del parque keniata. De no ser así su libertad sería sin duda breve. La leona no lo sabrá nunca pero su libre albedrío está supeditado a los protectores contornos del hombre y sus condiciones.

Este largo preámbulo me sirve para especular sobre las condiciones de las libertades individuales, las nuestras y las de los demás que comparten nuestro entorno (nuestro parque natural).

La sacrosanta palabra libertad resume en si misma los máximos anhelos del  hombre. Nacemos libres. No todos, desgraciadamente hay todavía en este mundo del que tanto presumimos, más de 27 millones de seres humanos viviendo en  esclavitud. Si a esos desgraciados sumamos la explotación sexual a mujeres y niños, los salarios de miseria, los sometidos a condiciones infrahumanas, etc., etc., la cifra, según la ONU se eleva a los 250 millones. Ya tuvimos ocasión de contarlo en Otro Mundo es Posible en un informe sobre la Esclavitud en el siglo XXI, en agosto de 2007 y que, desastrosamente, no está todavía desfasado.

Pero hoy quiero hablarles de otro aspecto de esa libertad, el que ejercemos cada día y en cada uno de nuestros actos los que hemos tenido la suerte de nacer libres.

La libertad nos da el derecho de hacer lo que consideramos mejor, siempre que no perjudique a los demás. Tenemos la obligación de ser tan respetuosos con la libertad ajena, como nos gustaría que fuesen con la nuestra y eso no es un axioma es una ley objetiva. Por tanto deberemos acogernos a la razón para no confundir derechos con exigencias  u opiniones con tolerancia. Decía Kant que la libertad no precede al deber, sino que es una consecuencia de él. Por tanto antes de exhibir nuestro indiscutible ejercicio de libertad, debemos valorar si alguien puede ser perjudicado en su propia libertad.

La tan querida liberación puede ser violada de las formas más diversas: aprovechando la inocencia, confundiéndonos o explotándonos de las más diversas y sutiles  formas. Desde la religión a la política, pasando por la alienación consumista, nos hacen pensar en que tomamos las decisiones que más nos placen, cuando estamos constantemente dirigidos e influenciados. Tal vez ustedes me digan que precisamente en ello radica nuestra libertad, en dejarnos comer el coco por quién nos apetezca. Sin embargo, ahí está el quid de la cuestión, en que utilicemos la razón frente a la intención de los manipuladores, como diría Sabina: "Que no nos duerman con cuentos de hadas". 

Estamos en un parque global, encerrados dentro de una enorme burbuja que controlan unos pocos –siempre los mismos -. Aparentemente podemos comernos alguna que otra gacela, corretear por la sabana y aparearnos con el león o la leona que más nos apetezca…siempre y cuando no rompamos las reglas del juego. Cada día, en cada página de periódico, en cada telediario, en cada comentario puede esconderse un intento de coartar nuestras libertades. Tengo a la disposición de mis lectores cientos de ejemplos, pero presumo que muchos de ustedes ya lo habrán notado, si no es así, permítanme darles algunas pistas. La justicia, los políticos, los financieros, las obras místicas, etc., etc.

Y no quiero con ello faltar el respeto a nadie en particular porque sería atentar contra su parcela. Pero para que respeten la mía me gustaría una justicia menos confusa y protagonista, que me asegurara ser tratado ecuánimemente; exijo unos políticos honestos y al servicio de la sociedad, que resuelvan conflictos y que no creen otros para tapar sus propias deficiencias;  reclamo trasparencia absoluta en los mecanismos financieros, sobre todo porque las consecuencias negativas de su propia incompetencia las soporta finalmente el ciudadano; reclamo que las obras piadosas se mantengan alejadas de las tomas de decisiones públicas, A Dios lo que es de Dios y al César… Otro día me extenderé en este apartado y en el de la justicia.

No quiero acabar en un zoológico para humanos, pero tampoco me conformo con vivir dentro de los confines que nos marcan los poderes establecidos. Mi lucha sí es de este mundo y mis armas la razón, el respeto y la tolerancia. Nací libre y escribo en libertad. Sentado en esa tenue línea que separa mi espacio del suyo, emborronando cuartillas por si usted las quiere leer, si además está de acuerdo conmigo ya somos dos, así es como se forman las mayorías…en libertad.

 

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