La reestructuración del sector industria socialista y la introducción de los nuevos métodos de gestión económica están abriendo un profundo proceso de transformación social en donde a parecen el paro, el desmantelamiento de industrias obsoletas, las bajadas de salarios o los problemas de infraestructura sanitaria.
Las colosales migraciones de población agrícola convertida en nómada alcanzan a todo el país y en Pekín no se sabe qué hacer con unos 30 millones de despedidos de las empresas públicas y con un excedente de 160 millones de campesinos.
China mantiene una estructura de organización del Estado que le da notables particularidades. La estructura de poder en la República Popular China se apoya en tres ámbitos fundamentales: el Partido, y, subordinados a éste, el Ejército y el Estado. La jefatura del Estado corresponde al presidente, mientras que el líder del Partido es su secretario general y el líder del Ejército Popular de Liberación es el Presidente de la Comisión Militar Central. En la actualidad, estos tres cargos están ocupados por un mismo hombre, Hu Jintao, tal como había ocurrido con su antecesor Jiang Zemin. Esta tendencia a nombrar a una misma persona para los tres cargos pretende evitar las luchas por el poder que esta estructura tricéfala ha provocado en el pasado. De hecho, una de las luchas por el poder más intensas de la historia de la República Popular se produjo en los años sesenta cuando Mao Zedong, como líder del Partido, desplazó del poder al jefe de Estado Liu Shaoqui, lo cual dejaría vacante el puesto de presidente de la República Popular hasta los años ochenta.
Bajo la autoridad del presidente, se encuentra el Consejo de Estado de La República Popular China, el órgano de Gobierno. A la cabeza de este Gobierno se encuentra el primer ministro, en la actualida Wen Jiabao, que encabeza un gabinete con un número variable de viceprimeros ministros, cuatro en la actualidad, además de numerosos ministerios. Mientras que la Presidencia y el Consejo de Estado conforman el poder ejecutivo, el máximo órgano legislativo de la República Popular China es la Asamblea Popular Nacional, parlamento formado por más de tres mil delegados, que se reúne una vez al año.
La estructura de poder en la República Popular China se apoya en tres ámbitos fundamentales: el Partido, y, subordinados a éste, el Ejército y el Estado
En la República Popular China no existe un poder judicial independiente. Si bien desde finales de los años setenta, ha habido intentos de desarrollar un sistema legal eficaz basado en gran medida en el sistema de derecho continental europeo, el poder judicial permanece subordinado a la autoridad del Partido. La excepción a este sistema se encuentra en los territorios de Hong Kong y Macao, donde se mantienen los sistemas jurídicos de origen británico y portugués respectivamente.
Junto al Partido Comunista de China, la República Popular permite las actividades de otros ocho partidos políticos. Sin embargo, estos partidos deben aceptar la autoridad del Partido Comunista y desempeñan un papel meramente consultivo y simbólico. A pesar de las presiones de grupos de activistas por el pluripartidismo en Hong Kong y en las comunidades chinas en el extranjero, los líderes del Partido Comunista siempre se han resistido a aceptar introducir elementos característicos de la democracia pluripartidista. Desde los años ochenta, existen elecciones en ámbitos locales, en las que se elige a los jefes de las aldeas. Este tipo de elecciones ha sido extendido recientemente a barriadas urbanas, y hay también elecciones para las asambleas populares del Partido de los ámbitos locales de términos municipales y distritos. Con todo, el sistema de designación de candidatos, que por lo general depende del Partido, hace que sean muchas las voces críticas con este sistema electoral. En Hong Kong y Macao, por su parte, se celebran elecciones legislativas, pero sólo para elegir a un tercio de los miembros de los consejos legislativos de estas dos regiones administrativas especiales.
La República Popular China se subdivide en un primer nivel en 32 entidades administrativas locales: 22 provincias (23 si se incluye Taiwán), cinco regiones autónomas, cuatro municipalidades bajo administración directa del Gobierno central y dos regiones administrativas especiales.
La división administrativa más común es la provincia. Las cinco regiones autónomas están asociadas con las cinco minorías étnicas mayoritarias en el país: los tibetanos, los uigures, los mongoles, los hui y los zhuang. Las áreas metropolitanas de las cuatro ciudades de Pekín, Tianjin, Shanghai y Chongqing tienen un rango similar al provincial, constituyendo las llamadas municipalidades bajo administración directa del Gobierno central. Por último, las antiguas colonias europeas de Hong Kong y Macao mantienen una gran autonomía como regiones administrativas especiales, conservando su propio sistema económico y judicial, además de muchas características propias de estados independientes, como su propia moneda, dominio de Internet, prefijo telefónico, bandera, etc. La República Popular China considera también a Taiwan como una provincia más, aunque en la práctica la isla es independiente, y se encuentra bajo la soberanía del régimen de la República de China, Estado reconocido de manera oficial por sólo 24 países del mundo que no reconocen a la República Popular China.
Junto al Partido Comunista de China, la República Popular permite las actividades de otros ocho partidos políticos. Sin embargo, estos partidos deben aceptar la autoridad del Partido Comunista y desempeñan un papel meramente consultivo y simbólico
En la actualidad la inmensa mayoría de los chinos, especialmente los jóvenes, consideran como el gran padre de la patria a que fue quien dio estabilidad al país y lo catapultó hacia los actuales horizontes. En cambio, la figura de Mao ha quedado muy postergada y unida a recuerdos de inestabilidad y represión.
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Las reformas económicas contribuyeron a un crecimiento económico muy intenso a lo largo de los años ochenta. Tras la intervención del Ejército en las Protestas de la plaza de Tian’anmen en 1989, las sanciones internacionales y la incertidumbre sobre la situación política del país frenaron de manera drástica el crecimiento económico. Sin embargo, a partir de 1992, Deng Xiaoping dio el respaldo definitivo a las reformas económicas, con su famosa inspección del sur, el viaje en el que visitó las zonas de mayor crecimiento económico del delta del río de las Perlas y de Shanghai. Tras la confirmación de que la política económica mantenía la orientación reformista y de apertura de los mercados chinos al exterior, la economía alcanzó tasas de crecimiento económico sin precedentes. En ese año de 1992 el crecimiento del producto interior bruto alcanzó el 14,2% manteniéndose en torno al 10% durante los años siguientes, hasta la actualidad.
Las facilidades del gobierno para la inversión extranjera han llevado a la creación de zonas económicas especiales en la zona costera, convirtiendo a China en la mayor potencia manufacturera del mundo, sobre todo en el sector de la producción de electrodomésticos y textiles debido al bajo coste de la mano de obra, cuyo salario en las regiones industriales ronda los 70 euros mensuales. De hecho, se calcula que aproximadamente un 25% de todos los bienes manufacturados del mundo se produce en China.
Desde 2004 la Unión Europea es el principal socio comercial de China, quien a su vez es segundo socio comercial de la organización europea.
El proceso de apertura iniciado en la costa ha permitido a las regiones costeras un despegue económico vertiginoso con tasas medias de crecimiento superiores al 10%. Las regiones interiores, no obstante, han experimentado un despegue económico más moderado, con tasas de crecimiento en torno al 7%. Este despegue a dos marchas ha abierto una brecha entre la costa y el interior.
En enero de 2006, el Departamento Nacional de Estadística revisó al alza el valor total del producto interior bruto del país, que habría sido subestimado en estadísticas anteriores. Debido a esa revisión estadística, la República Popular China (sin incluir a Hong Kong ni a Macao) adelantó a Italia en la clasificación de países por volumen de su producto interior bruto y, una vez contabilizado el propio crecimiento del año 2005 de un 10,1%, la economía china rebasó a las de Francia y el Reino Unido, convirtiéndose en la cuarta del mundo.
Con una población de 1.300 millones habitantes, es el país más poblado de la Tierra. La República Popular se considera a sí misma una nación multiétnica, con 56 grupos reconocidos
Igualmente China ha desplazado de facto a España en el segundo puesto del ranking del turismo internacional.
Con una población de 1.300 millones habitantes, es el país más poblado de la Tierra. La República Popular se considera a sí misma una nación multiétnica, con 56 grupos reconocidos. El 91% son de etnia han. Sin embargo, en una gran parte del territorio, en particular en el oeste, predominan otras etnias.
En un intento de limitar su población, ha adoptado una política que limita las familias urbanas a un sólo niño y las rurales a dos cuando el primero es niña. Debido a que los niños son considerados económicamente más útiles en las áreas rurales, existe un alto índice de abortos femeninos en busca de asegurar que el segundo niño sea varón. Esto da como resultado una proporción entre sexos de 119 niños nacidos por 100 niñas. Esto ha llevado a las autoridades a enfatizar la importancia de la mujer, y ha llegado a prohibir la utilización de métodos médicos para predecir el sexo del feto y penar severamente el aborto selectivo de niñas. Además, el Estado ha emprendido recientemente reformas en su política de planificación familiar suavizando el control de la natalidad e incentivando económicamente a las familias que tengan dos niñas.
Con un incremento de unos 10 millones de habitantes anuales, se estima que en el 2043 tendrá unos 1.550 millones de pobladores, y que la población se estancará en torno a esta cifra. A este respecto consultar el artículo de Celestino Olalla “
Los peligros de la bomba demográfica” en el número de enero de 2007 de Otro Mundo es Posible.
El éxito del conjunto enmascara, sin embargo, las disparidades regionales y sociales cada vez mayores. Existe un aumento de los recursos ya que las tres cuartas partes de las familias tienen más recursos que antes (un aumento del 70% en relación a 1991). El 55% de las familias ricas se concentran en la provincia de Guandong (limítrofe con Hong Kong) que integrada en la economía mundial, se sitúa a la vanguardia de los intercambios. Si una provincia como Shangai, o las provincias costeras de Zhenjiang o Jiangsu, están bien representadas en la China opulenta, el resto del país está prácticamente ausente. En Shangai, la diferencia entre el 10% de los más ricos y el 10% de los más pobres se ha multiplicado por cuatro.
China tiene en el valor de su moneda, el renminbi, una parte importante de su competitividad. China ha sabido aprovechar las crisis de las antes deslumbrantes economías del sudeste asiático para posicionarse como la superpotencia del siglo XXI. Es consciente de la enfermedad del éxito en la que incurrieron estos países y centra sus políticas económicas en no cometer los mismos errores o adelantare a los acontecimientos. Así, China se ha marcado como objetivo ser el principal socio de Africa.
Hoy más que ayer no se trata de acabar de golpe con el sector estatal, como se ha hecho en los países de la Europa del Este, con las pensas consecuencias que tuvo.
La burocracia estatal amenazada con la pérdida de su poder de tutela resiste con fuerza. El régimen tiene presente el temor a una explosión social y quiere avanzar, como en el pasado, mediante experiencias piloto elegidas cuidadosamente, que permitan dar marcha a tras si es necesario.
El bienestar generalizado se hace esperar en China, que si bien progresa deprisa económicamente, no deja de padecer una pobreza que las autoridades oficiales estiman del orden de 60 a 70 millones de personas. Sin contar con los 300 millones que, básicamente en el mundo rural, viven con recursos limitados.
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GEOPOLÍTICA
En política exterior la República Popular China ha abandonado el radicalismo de otros tiempos. Ya no pretende ser el líder de los países no alineados, ni provocar desestabilizaciones de fondo ideológico. China está aplicando el pragmatismo sin renunciara la defensa de sus intereses y de sus afanes de tener una presencia cada vez mayor en ciertas áreas del planeta.
Los norteamericanos tienen presente que China es la piedra angular para mantener la paz en la zona. Por ello, llegó a causar sorpresa y preocupación en numerosos medios internacionales el reciente lanzamiento por parte de China de un misil balístico cuyo objeto fue la destrucción de un satélite meteorológico. Este ejercicio vendría a demostrar la sostenida mejora de la capacidad e iniciativa tecnológica del Ejército Popular de Liberación tanto en orden a la defensa como en el ámbito espacial, aspectos ambos no siempre fáciles de diferenciar.
Beijing quitó hierro a la supuesta prueba y rechazó cualquier atisbo de auspiciar una carrera de armamentos en el espacio. Sin embargo, cuando parecía dejarse definitivamente a un lado la crisis de la isla de Hainan, se ha echado un jarro de agua fría al proceso de diálogo estratégico en materia de defensa con Estados Unidos y retroalimentado las naturales suspicacias. El suceso causó también recelos en Japón.
La realización de esta prueba, se produjo a las pocas semanas de haberse presentado el Jian-10, un caza de fabricación nacional. Los progresos son constantes. Aún así, la estrategia consistirá siempre en reducir su importancia, lo cual no siempre será cierto.
En política exterior la República Popular China ha abandonado el radicalismo de otros tiempos. Ya no pretende ser el líder de los países no alineados, ni provocar desestabilizaciones de fondo ideológico
Por otra parte, hay que observar que el marco del gasto en defensa de China se encuentra a gran distancia de los países desarrollados. En 2005, según cifras oficiales, el presupuesto militar chino, supuso un 6% del estadounidense, un 53% del británico, un 67% del japonés y el 71% del francés. La credibilidad de dichas cifras no es, ni mucho menos, absoluta, pero la proporción real no debe alejarse mucho.
El chino es un proyecto global y no solamente económico. En la definición de las cuatro modernizaciones que ha precedido al inicio de la política de reformas destacó siempre, con clara nitidez, la propia defensa nacional. En la mentalidad de los actuales dirigentes, tanto por razones del presente como también del pasado (la erosión y pérdida de soberanía es inseparable de su atraso en el orden defensivo), esta será una variable irrenunciable y muy importante en el futuro. Sin ella no se concibe la defensa de la propia soberanía, indispensable para poner en práctica un proyecto de país autónomo. Se tiene muy claro por parte de las autoridades chinas que la unidad nacional y la defensa son el valor básico sobre el que se sustenta todo el edificio.
En esta línea, recientemente, el Ejército Popular de Liberación anunció que va a fortalecer la educación ideológica y política de sus miembros, de acuerdo con las nuevas directrices educativas aprobadas por la Comisión Militar Central.
China, en paralelo, va a acelerar la investigación y fabricación de nuevo armamento y proseguirá con la modernización de su ejército. Lo cual puede deparar ciertas tensiones con sus vecinos y con Estados Unidos.
Otro aspecto realmente preocupante es que la creciente demanda de petróleo por parte de China está alterando de manera significativa la geopolítica internacional de la energía, especialmente en Asia-Pacífico. La evolución reciente y las previsiones de crecimiento del consumo y de incremento de las importaciones de petróleo (sobre todo desde Oriente Medio) han generado una honda preocupación entre los dirigentes chinos sobre la seguridad energética del país. La respuesta está adoptando formas múltiples, entre las que destacan la voluntad de aumentar la seguridad y la fiabilidad de las importaciones de petróleo, mediante la búsqueda de nuevas fuentes de suministro y el control de las compras y de las rutas de transporte, y el deseo de impulsar a toda costa la producción nacional. Esa respuesta está ya generando tensiones y puede crear conflictos adicionales con EEUU y otros grandes consumidores de petróleo, como Japón e India, así como con otros países de Asia-Pacífico. No cabe descartar, sin embargo, una cooperación reforzada entre las grandes economías de Asia oriental (China, Japón y Corea del Sur).
El fuerte crecimiento económico de China en los últimos años se ha manifestado en una expansión muy considerable de su consumo de petróleo. Por ejemplo, la demanda de petróleo se ha duplicado entre 1995 y 2005, cuando ha alcanzado 6,8 millones de barriles al día (mbd). China consume más petróleo que Japón desde 2003, año en el que se convirtió en el segundo consumidor mundial. En 2004 China consumió 6,6 mbd, una cantidad equivalente todavía a una tercera parte del consumo de EEUU (20,5 mbd), pero con un crecimiento del 16% con respecto al año anterior (cinco veces más que la tasa correspondiente al conjunto del mundo).