Es preciso la transición desde una economía de especulación, deslocalización productiva y guerra a una economía de desarrollo global sostenible basada en el conocimiento, acompañada del establecimiento de prioridades a escala mundial (alimentación; acceso al agua potable; salud; medio ambiente; educación y paz). Todo ello bajo unas Naciones Unidas refundadas, representativas de “Nosotros, los pueblos”… dotadas de los medios personales, técnicos y financieros indispensables. Sólo de esta manera podremos hacer frente a las responsabilidades intergeneracionales, “nuestro compromiso supremo”, según palabras del Presidente Mandela.
-No podemos seguir tolerando que “el Estado de bienestar” acoja únicamente, en el mejor de los casos, al 20% de la humanidad en el barrio próspero de la aldea global. El otro 80%, en un gradiente progresivo de precariedades, vive en condiciones incompatibles con la igual dignidad humana.
-Ni podemos tolerando que el multilateralismo democrático se haya sustituido por grupos plutocráticos (G7, G8, G20…) pretendiendo que unos cuantos países ricos “gobiernen” a 196!.
-¿Cómo puede aceptarse que la familia humana siga viviendo con la “espada de Damocles” de las bombas atómicas, de las ojivas nucleares?
-¿Cómo puede aceptarse que, según recientes datos de Oxfam, 85 personas posean una riqueza equivalente a la de la mitad de la especie humana (3.300 millones de personas)?
-¿Cómo puede aceptarse que los Estados, progresivamente débiles, sean marionetas de grandes consorcios multinacionales, progresivamente fuertes?
Al mirar a los ojos de mis nietos y de mi biznieta pienso en todos los niños del mundo y en los terribles versos de José Ángel Valente -“Esperaba tu voz…- y no llegó”, y la rotunda frase de Albert Camus -“Los despreciaba, porque pudiendo tanto se atrevieron a tan poco”-.
Ante horizontes tan sombríos, física y conceptualmente, leo y releo el poema esclarecido de Miquel Martí i Pol: “Que todo está por hacer y todo es posible… pero, ¿quién si no todos?”.
Sí, ¿quién, si no todos?
Juntos podemos.
Es tiempo de conciencia global, de ciudadanos del mundo.
Vengo de las tierras del Ebro. Soy de Barcelona. Me siento profundamente catalán. Y español. Y europeo. Pero me siento, sobre todo, ciudadano del mundo.
Los desafíos son globales.
Nuestra respuesta hoy ya puede ser oída sino escuchada: las nuevas tecnologías de la comunicación permiten el clamor popular.
Hay más mujeres en la toma de decisiones. La mujer es pieza clave para este futuro distinto que anhelamos.
El por-venir está por-hacer. Inventémoslo.
Seamos capaces de mirar lejos y alto.
Las generaciones venideras nos lo reclaman.
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