Sin embargo notas que en el ambiente hay algo especial y al recibir los primeros “buenos días” y un “a ver si tenemos suerte”, de un compañero con una amplia sonrisa en la cara a lo que respondes “y sino lo importante es la salud”, notas que flota en el aire algo festivo, ilusionante y esperanzador y sabes que esa mañana ha comenzado la Navidad. Después alguien pone la radio y en el aire se expande la voz clara e inocente de los Niños de San Ildefonso, cantando los números del sorteo de la Lotería de Navidad.

La lotería aparece en España de la mano de Carlos III, quien cuando sube al trono español ya ha sido Rey de Nápoles, Carlos se encuentra con una  Hacienda Pública Española, cuyo déficit no para de crecer a pesar de las sucesivas reformas y aumento de los impuestos, entonces como una manera más de recaudar importó de Nápoles un juego en el que todos podían participar y ganar bajo la apariencia de una obra de beneficencia, la llamada “Lotería Real”. Encomendó al Marqués de Esquilache, Ministro de Hacienda, traer al director de la “lotto napolitana”, José Peya, para poner en marcha la lotería española, publicando el 30 de septiembre de 1763 el Real Decreto que instaura la lotería: “he tenido por oportuno, y conveniente establecer en Madrid una Lotería… para que se convierta en beneficio de Hospitales, Hospicios y otras Obras Pías y públicas, en que se consumen anualmente muchos caudales de mi Real Erario”.

El juego era parecido a nuestra actual lotería primitiva, había que elegir cuantos números se quisiera del 1 al 90 (había distintas posibilidades); en las extracciones, un niño con los ojos vendados sacaba 5 bolas de una bolsa que contenía 90.

En Nueva España se estableció una lotería distinta de la napolitana autorizada por la Corona y apoyada por el Virrey, Francisco de Croix , La Real Lotería, establecida el 25 de octubre de 1770 por Francisco Xavier Sarriá, se diferenciaba en la impresión en cada sorteo de billetes enteros, medios o cuartos: “A fin de que todos los habitantes de este reino puedan conseguir las utilidades que logran los de otros países, por medios de las Loterías, ha resuelto S.M. se establezcan en esta Capital dos de las mas sencillas y ventajosas… La primera intitulada Real Lotería General de Nueva España, se reduce á juntar el fondo de un millón de pesos, en la venta de cinquenta mil billetes, á veinte pesos cada uno. El virrey, marqués de Croix, 1770.

Este método más lógico, racional y sencillo contó con la presencia de un escribano para dar fe, sellos exclusivos para evitar falsificaciones y fue cantada por ocho niños huérfanos que supieran leer, vestidos de azul.

En un Cádiz asediado por las tropas de Napoleón, las Cortes aprueban en 1811 la creación de la Lotería Nacional, a propuesta del Ministro del Consejo y Cámara de Indias, Ciriaco González Carvajal, como medio de aumentar los ingresos sin aumentar los impuestos. El 4 de marzo del año siguiente se realizó el primer sorteo, el billete costaba 40 reales y el primer premio era de 8.000 pesos fuertes, esto hizo que muchos españoles soñaran con que les “caía el Terno”, palabra con la que el pueblo designaba el primer premio, posteriormente la gente la sustituyó por el “Gordo”. El primer premio que se celebró en fechas navideñas fue el 18 de diciembre de 1812, aunque no recibiría la nominación de “Sorteo de Navidad”, hasta sorteo del 23 de diciembre de 1892, imprimiéndose directamente en los boletos en 1897.

Desde entonces hasta hoy la lotería nos ha acompañado en estas fechas, ni siquiera se suspendió durante el conflicto de la guerra civil, al quedar el país dividido en dos zonas, ambas celebraron sorteos de lotería; ante el avance de las tropas de Franco sobre Madrid, la lotería se traslada a Valencia y posteriormente a Barcelona donde se celebró el sorteo de navidad el 22 de diciembre de 1937 en el antiguo Café Lyon Dór. En el bando rebelde se decidió que fuera en Burgos, en el Colegio de los Hermanos Maristas, tras el final de la contienda la lotería regresó a Madrid teniendo diversas sedes, celebrándose en la actualidad desde el incomparable marco del Teatro Real.

Por último, como no hablar de la mano inocente que saca los números y los premios, los Niños del Colegio de San Ildefonso. La institución fue fundada por Carlos V en 1543, concediéndole una Real Cedula que dotaba al Colegio de los bienes precisos para atender a sus fines. Felipe II, traslada a 34 niños del Hospital de Convalecientes a la “Casa de los Niños Doctrinos de San Ildefonso”: “por ser más seminario que hospital, donde se provee de sustento, vestido, educación e instrucción catequista a huérfanos menores de quince  años…”. A cambio de percibir una generosa subvención para dar cobijo, educación y beneficencia a los huérfanos, la Casa se comprometía a dejar a sus alumnos para aquellos actos en los que fueran requeridos por el Ayuntamiento de Madrid o el propio Estado, esos actos podían ir desde cantar salmos en unas honras fúnebres a participar en algún acto social o benéfico, comenzando a intervenir en la lotería en 1771. Desde 1981 y adaptándose a los nuevos tiempos las niñas fueron admitidas pasando a ser un colegio mixto; la mayoría son españoles pero también hay niños de diversos países hispanoamericanos como República Dominicana, Perú, Ecuador, Bolivia, Colombia o africanos como  Guinea Ecuatorial y Marruecos.

En México Los Niños Gritones, comenzaron como en la metrópoli siendo huérfanos que por desempeñar esta labor recibían una ayuda económica que les permitía, a su vez, continuar sus estudios, a finales del siglo XIX  los conformaban los hijos de las más acaudaladas familias de la capital, posteriormente fueron los “niños del Ejército”, descendientes de los que murieron o quedaron con alguna discapacidad durante la Revolución, más tarde la estafeta se pasó a los hijos de los trabajadores de la institución y por último en 2001, por primera vez, se admitieron niñas. Hoy día nuestros hermanos mexicanos esperan con ilusión escuchar oír el grito de los niños “Premio Mayor, Premio Mayor”, cantando su número.

Aquí en España la lotería de Navidad, es algo más que un sorteo que reparte premios, se comparte con la familia, con los amigos, con los compañeros y con todo aquel que quiere, atraviesa fronteras enlazando países, uniendo a los hombres que cada 22 de diciembre esperamos ansiosos oír cantar a los niños nuestro número.

Todavía recuerdo cuando era niño, la víspera de navidad iba con mi pandereta y mis amigos puerta por puerta cantando villancicos pidiendo El Aguinaldo, esperando recibir dulces y golosinas o unas monedas para con ellas poder comprarlas, ¿pero de donde venía esta tradición? Curiosamente hay que remontarse a los celtas que tenían la costumbre de intercambiar dátiles y frutos secos para iniciar positivamente el año nuevo, a la que llamaban “eguinad”, esta tradición no era particular de ellos, sino que otros pueblos de distintas culturas también la realizaban en la creencia de que los regalos atraían los buenos augurios para el año que empezaba.

En Roma se generalizó la costumbre de acompañar con regalos “strenae”, las fiestas de año nuevo y de cumpleaños, su origen se remonta a Rómulo quien comenzó lo que hoy conocemos como aguinaldo pasando sincréticamente a la iglesia cristiana.

En España, los trabajadores de distintos oficios carteros, barrenderos, panaderos etc, tenían la costumbre en estas fechas de ir dejando tarjetas de felicitación navideña por las casas a cambio de un aguinaldo o propina con las que mejorar su situación en fechas tan señaladas, parece que la costumbre comenzó en 1832 cuando los trabajadores del “Diario de Barcelona”, decidieron imprimir unas felicitaciones navideñas para que sus repartidores las entregaran en mano a sus suscriptores, tan buena acogida tuvo esta iniciativa que los lectores les entregaban una gratificación en forma de aguinaldo, los demás oficios viendo lo original de la idea la adoptaron rápidamente siendo bien aceptada por todos, poco a poco esta costumbre se fue perdiendo hasta desaparecer hoy día. Pero hay otro aguinaldo que todavía se sigue dando aunque su tendencia también es a desaparecer, La paga extra de Navidad. Tenemos que trasladarnos a la terrible posguerra española, en el año 1944 a cinco años vista del final de la guerra civil, los distintos gobiernos de Franco emitían gran cantidad de moneda para financiar el gasto público provocando con ello una gran inflación, la caída de los salarios provoco una época de pobreza y penurias que sufrían la mayoría de los ciudadanos, así que para que los trabajadores pudieran celebrar dignamente la Navidad, el ministro de trabajo José Antonio Girón de Velasco, firmó una Orden Ministerial que se publicó en el Boletín Oficial del Estado (BOE), en la que se promulgaba que todo el personal de industrias no reglamentadas recibiría una gratificación equivalente al sueldo de una semana de cara a “solemnizar” las fiestas de Navidad, al año siguiente esta gratificación se estableció con “carácter general e indefinido”, añadiendo en 1947 una nueva paga la del 18 de julio, para conmemorar la fiesta del trabajo traslada a esta fecha y el aniversario del golpe de estado que llevo a Franco al poder. Con la llegada de la Democracia ambas pagas pasan a ser parte del salario del trabajador como una mensualidad más y no un aguinaldo del empresario,  incorporadas en artículo 31 del Estatuto de los Trabajadores en 1980, hoy día muchas empresas prorratean dichas pagas durante todo el año por lo que su tendencia es a desaparecer, pero yo particularmente prefiero la llegada de esa paga que me alegra la Navidad.

Una de las cosas que más me gustaban de estas fechas era cuando ayudaba a mi madre a desempolvar la caja en donde se encontraba las figuritas del Belén, sacarlas una a una envueltas en papel de periódico (para que no se rompieran), e irlas colocando formando el “nacimiento o pesebre” de la venida de Jesús. Cuando nacieron mis hijos seguí gozando aún con más ganas mientras jugábamos con las figuritas hasta terminar de montarlo, disfrutando de ver cómo nos había quedado y aún hoy me conmueve cuando con mi mujer lo ponemos y decoramos la casa.

A finales del siglo IV y tras el edicto de paz de Constantino en el 313, llega el final de las persecuciones cristianas. Los cristianos comienzan entonces a representar sus fiestas artísticamente, aunque ya habían dejado muestras en las catacumbas de grabados y pinturas. En la alta edad media se comienza a representar el Nacimiento a través de la escultura en los relieves de los sarcófagos. Posteriormente el arte medieval nos transmite una gran variedad de motivos navideños en las portadas y capiteles de los monasterios, abadías y templos, teniendo que esperar hasta el siglo XIII, para ver representaciones iconográficas del nacimiento, bien con imágenes sueltas o agrupadas en una sola pieza.

Pero el origen del belén, se le atribuye a San Francisco de Asís, quien en 1223, pide licencia al Papa Honorio III para hacer un belén viviente en Greccio, en la Toscana italiana. San Francisco, hizo su representación simbólica en una cueva próxima a la ermita de Greccio, puso un buey y una mula alrededor de un pesebre sin niño basándose en los evangelios apócrifos y en el libro de Isaías. A partir de esta Navidad los franciscanos en sus confesiones tanto masculinas (Menores, Conventuales y Capuchinos) como femeninas (Clarisas, Concepcionistas y Capuchinas), se convierten en divulgadores de dicha tradición, pero hay que esperar hasta 1562 en la iglesia de los Jesuitas de Praga, para encontrar el primer belén dedicado exclusivamente a la Navidad y un poco más tarde en 1567 la duquesa de Amalfi, encarga uno con 107 piezas donde se mezclan personajes evangélicos con otros anónimos. Tras el Concilio de Trento, la contrarreforma impulsa la Navidad en su lucha contra el protestantismo y el barroco italiano acoge el belenismo con gran profusión de figuras, transformándose en una expresión cultural piadosa que rápidamente se extiende por Europa. En el siglo XIII la rica Nápoles se había convertido en el centro del belenismo, de sus talleres salían las mejores figuras vestidas con lujosos trajes de seda y terciopelo e incluso articuladas, enmarcadas en grandiosos paisajes, representado la sociedad de época. Carlos III imbuido de la cultura italiana sentía una gran devoción por los pesebres napolitanos  encargando en 1760 uno para su hijo Carlos, en ese momento Príncipe de Asturias, un maravilloso belén llamado el “Belén del Príncipe” habilita una gran sala del Palacio Real para su montaje en el que participa toda la familia real, permitiendo después que el pueblo lo pudiera visitar, costumbre que perdura hoy día.

Pronto la nobleza y la alta burguesía imita al Rey y el pueblo hace lo mismo, comenzando a desarrollarse una fuerte tradición por el belén que salta del ámbito eclesiástico al popular, creando una escuela de artistas en la que destaca Francisco Salzillo. Traspasada a la América Virreinal es introducida por los franciscanos que lo utilizan como medio de evangelización, aunque su arte tiene analogías con el arte imaginero de la metrópoli, también da vida a representaciones autóctonas con figuras de indígenas, animales y plantas americanas. Su influencia hoy día es mundial, apareciendo en lugares carentes de ella en donde convive con sus tradiciones culturales, como en Estados Unidos, donde podemos admirar el belén napolitano del Metropolitan Museum, el “Met”, a los pies de un enorme abeto en el que vuelan los ángeles, enmarcado todo ello en la maravillosa reja de la Catedral de Valladolid.

Por último la tradición dicta que tras el montaje del nacimiento, el pesebre quede vacío hasta la noche de Noche Buena, conmemorando de esta manera el nacimiento del niño Jesús.

Por otro lado, el árbol ha sido en distintas culturas símbolo de fertilidad y regeneración, la tradición de poner el Árbol de Navidad en el mundo mediterráneo es más moderna, aunque en la antigüedad los celtas tenían al roble como el árbol rey símbolo de  sabiduría, fuerza y longevidad, lugar objeto de sus ritos, al que adornaban con frutos e iluminaban con velas, pero fue cuando el cristianismo paso a Germania cuando se encontró con unos rituales paganos que utilizó para cristianizar a su población, dice la leyenda que en el siglo VIII había un roble consagrado a Thor en la región de Hesse, Alemania, otra leyenda decía que sus habitantes celebraban el nacimiento de Frey, dios del Sol naciente y la fertilidad, adornando un árbol.

San Bonifacio de Maguncia, evangelizador del centro de Europa, se encontró con estas tradiciones y decidió que el árbol debía ser venerado, ante la mirada de los germanos cogió un hacha, corto el roble y en su lugar planto un abeto, pero con una simbología distinta, la forma triangular del abeto representaba la Santísima Trinidad, lo adornó con manzanas simbolizando las tentaciones y lo ilumino con velas representando la luz de Cristo,  asociando el árbol de Navidad con el árbol de la vida, donde los hombres renacen a través del nacimiento de Cristo. En España no se introdujo el árbol de Navidad hasta bien mediado el siglo XIX, Sofía Troubetzkoy, princesa rusa viuda del hermano de Napoleón III, se casó en segundas nupcias con José Osorio, un aristócrata, político y militar español, el matrimonio se trasladó a Madrid a su domicilio en el Palacio de Alcañices, en la calle Alcalá 74 esquina con el Paseo del Prado, justo donde hoy se levanta el edificio del Banco de España, al llegar la Navidad de 1870, Sofía imbuida de las tradiciones norteñas europeas, puso un gran abeto iluminado en la entrada del palacio, tan chocante era la idea que muchos madrileños quisieron verlo, la Princesa, generosa abrió las puertas del palacio para que todos lo que quisieran pudieran admirarlo, tan buena acogida tuvo, que tanto los aristócratas como el pueblo comenzaron a colocar arboles adornados en sus casas en estas fechas, la nueva tradición fue creciendo hasta hoy día, en donde no hay un hogar en que el Árbol no esté presente en nuestra Navidad.

La noche de “Noche Buena” es la festividad cristiana por excelencia, celebrando los cristianos el nacimiento de Cristo Redentor que salvara al mundo, pero la Navidad, no es solo una fiesta cristiana, ya desde la antigüedad distintas culturas celebraban el solsticio de invierno, cuando la oscuridad era vencida por la luz, los hombres una vez recogidas las cosechas celebraban unos días de ceremonias y regalos que harían que el siguiente año fuera propicio. En Roma, las fiestas en honor a Saturno gozaban de una grandísima aceptación de la población, “las saturnales” iban desde el 17 al 23 de diciembre en ellas participaba todo el pueblo, era una época de alegría y regocijo en donde los amigos se intercambiaban regalos, se liberaba a los esclavos y estos eran servidos por sus amos, comiendo y bebiendo sin medida y se relajaba la moral. Posteriormente el emperador Aureliano instituyo el culto a “deus sol invictus”, (dios sol invicto), que aunque no suplanto ni se impuso al resto del panteón romano rápidamente se consolido por todo el Imperio, el propio Constantino hizo de este culto su deidad suprema representándose con la cabeza radiada, tras la emisión del edicto de tolerancia entre todas la religiones del Imperio, los cristianos dejaron de ser perseguidos acrecentando poco a poco su influencia en los órganos de poder.

Una vez consolidada como religión del Imperio la resistencia de los paganos (paganus significa habitante del campo), fieles a sus tradiciones ancestrales, hace que la iglesia cristiana comience a sincretizar todas las festividades importantes romanas, convirtiéndolas en cristianas. En el año 350 el Papa Julio I, pidió celebrar el nacimiento de Cristo el 25 de Diciembre en vez del 6 de enero, separándola de la Epifanía, tomó esta fecha porque coincidía con el solsticio de invierno en el calendario juliano, lo que decretó el Papa Liberio cuatro años más tarde quedando instituida la conmemoración de la Navidad. A partir de aquí la celebración del nacimiento de Jesús, ha ido extendiéndose por todo el mundo transformándose a conveniencia de los distintos pueblos, en la América Virreinal las tradiciones españolas se mezclaron con las costumbres indígenas, la primera celebración de la Navidad fue en la isla de la Española, cuando Colon con las maderas de la Santa María termina de construir un fuerte el 25 de diciembre que llamaron de “La Navidad”,  celebrando a continuación el día. Pero la primera conjunta entre españoles e indígenas fue celebrada por fray Pedro de Gante en Nueva España, los Mexicas celebraban en estas fechas el nacimiento de Huitzilopochtli, Dios de la guerra, Pedro rápidamente se da cuenta que para evangelizar a los habitantes autóctonos tiene que adaptar su cultura al cristianismo, aprendió la lengua náhuatl y fue sincretizando sus tradiciones; en su correspondencia con el emperador Carlos V le cuenta cómo cambia la letra de las canciones de los naturales en versos que alababan a Dios, pero manteniendo la música, pinta sus mantos con temas alusivos a la Navidad e incluso vistió a los niños de ángeles para que cantaran villancicos fusionando sus costumbres con la cristiana.

Por otra parte en Europa llegó incluso a estar prohibida tras la reforma protestante, llamándola “trampas papistas”, el pueblo inglés se rebeló amotinándose ante la prohibición llegando a tomar ciudades como Canterbury. La restauración de Carlos II de Inglaterra en 1660 rehabilitó la Navidad, también los puritanos en las colonias inglesas americanas que dominaban la prohibieron, al considerar que no era una fiesta cristiana sino paganas. Hoy día la Navidad se celebra en todo el mundo incluidos países no cristianos como China y Japón, convertida en una fiesta donde religión, cultura y tradición se unen en una celebración universal.

En esta fecha hay un personaje que en los últimos tiempos ha ganado gran protagonismo debido a la influencia norteamericana, Santa Claus o Papa Noel, es uno de los protagonistas indispensables en Navidad trayendo regalos a toda la familia, particularmente a los niños en su trineo tirado por ocho renos desde el polo norte. Su figura ha ido modificándose a través de los tiempos comenzando por San Nicolás de Bari, obispo griego que nació aproximadamente sobre el año 280 en Patara, en la región de Licia, en Anatolia hoy Turquía, hijo de unos ricos comerciantes se quedó pronto huérfano por culpa de la peste que asolaba a la población y a la que sus padres trataban de ayudar, conmovido por su perdida repartió la fortuna que le dejaron sus padres entre los más necesitados y se fue con su tío, Obispo de Myra, para ordenarse sacerdote, a la muerte de su tío lo reemplazo en el cargo, siendo nombrado Obispo, en su labor por erradicar los cultos paganos ordenó demoler el templo de Artemisa en Mira, encarcelado por el emperador Licinio fue liberado por Constantino, participando en el primer Concilio de Nicea en defensa de la divinidad de Cristo y en el que se establecieron las fechas definitivas de la pascua.

Pero su fama de generoso repartidor de regalos, viene de una leyenda que nos cuenta que un padre que tenía tres hijas en edad de casarse, habiéndose arruinado y no teniendo recursos para darles una dote se veía obligado a prostituirlas, enterado Nicolás y apiadándose de las jóvenes entró tres noches por la ventana dejando tres zapatos llenos de oro con lo que el padre pudo casar a sus hijas, otra versión nos cuenta que subido al tejado, hecho las monedas por la chimenea cayendo estas dentro de las medias que las muchachas habían tendido para secarse. A su muerte su figura fue santificada y extendida por la cristiandad, afianzándose su culto en los Países Bajos, su nombre en neerlandés o flamenco es “Sint-Nicolaas”,  de donde se deriva la forma popular “Sinterklaas”, cuando los holandeses fundaron la ciudad de Nueva Ámsterdam hoy Nueva York, se llevaron sus costumbres y entre ellas la celebración de Sinterklaas, en 1809 Washington Irving, escribió “Historia de Nueva York ”, obra satírica en la que deformó el nombre del santo llamándolo Santa Claus, posteriormente en 1823 el poeta Clement Clarke Moore, publicó de forma anónima el poema “La noche antes de Navidad”, basado en la obra de Irving, en donde da forma al Santa de hoy día, convirtiéndolo en un personaje que aunque gordo, es ágil como un duende y va montado en un trineo tirado por ocho renos repartiendo regalos a los niños en la noche de Navidad, al parecer Moore lo compuso durante un viaje en un trineo. En 1863 Santa Claus adopta su nueva fisionomía gracias Thomas Nast, un dibujante que diseñó al personaje para sus tiras navideñas en la revista  Harpers Weekly, sus nuevas vestimentas están influenciadas por las de Sinterklaas Obispo, este llega todos los años vestido con capa y mitra rojas y cayado dorado. Como curiosidad hay que decir que Sinterklaas, San Nicolás, sigue llegando todos los años a la ciudad de Ámsterdam, procedente de Madrid en un vapor llamado España, de la que desciende en su caballo blanco llamado “Amerigo”, ayudado por un paje “Zwarte Piet” (Pedro el negro), que con otros pajes de su responsabilidad reparten a los niños galletas y otros dulces.

El modelo de Weekly, fue utilizado por la empresa “Lomen Company” de Alaska, productora de carne de reno, cuando en compañía con los almacenes “Macy’s”, idearon una campaña de marketing para promocionar su producto, representando a Santa en un trineo tirado por renos en distintas ciudades de los Estados Unidos, publicando cartas en los periódicos donde los niños pedían la presencia de Santa Claus en sus ciudades. Pero fue en 1930 cuando Coca-Cola compra sus derechos y crea a través de Haddon Sundblom, ilustrador de la marca, un Santa Claus más alto y gordinflón, aunque más simpático y de rostro bonachón, con ojillos picaros y de larga barba blanca, calzándolo con botas y un traje más elegante del color de la compañía ceñido por un cinturón, imagen con la que ha llegado hasta hoy día. En España, desde los años 30 se incorpora la figura de Papa Noel a la Navidad, teniendo un momento de gloria, aunque más tarde decae para resurgir en los años 70 debido a que al entregar los regalos el 24 de diciembre, los niños tenían más tiempo para jugar con ellos durante las vacaciones de Navidad, hoy su figura está plenamente implementada en nuestra cultura navideña y los niños esperan la noche de Noche Buena la llegada de Papa Noel, eso sí con permiso de los Reyes Magos.

Cuando la noche de fin de año comienzan las campanadas a sonar, yo como la mayoría, tengo que hacer un esfuerzo por tragar al compás sin atragantarme las Doce uvas de la suerte. Esta tradición es netamente española aunque no muy antigua, se ha convertido en un rasgo cultural singular con una amplia repercusión en los países hispanoamericanos.

Los antecedentes no están claros, en 1882 el Alcalde Madrid, José Abascal y Carredano, publica un bando en el que se imponía una cuota de un duro (5 pesetas), a todo aquel que saliera a recibir a los Reyes Magos, costumbre satírica en la que los chulapos (así se denominaban los madrileños de entonces), bebían y se divertían haciendo prácticamente lo que querían caricaturizando a la aristocracia y la alta burguesía que en sus fiestas privadas tomaban champán acompañado de uvas, costumbre que habían importado de Francia. Aprovechando que el bando no mencionaba la noche de fin de año, se reunieron en la Puerta del Sol en señal de protesta contra el ayuntamiento, comiendo uvas como burla hacia la aristocracia. El 1 de enero de 1894 el diario “el imparcial”, publicó un artículo titulado “las uvas bienhechoras”, hablando de dicha costumbre importada de Francia de tomar champán acompañado de uvas, moda que para entonces ya tenía gran arraigo en nuestro país. Posteriormente una nueva leyenda vino a sumarse a la tradición, en el año 1909 la cosecha de uva del Valle del Vinalopó en Alicante fue excelente, sus comerciantes decidieron sacar todo el excedente con el nombre de “Uvas de la Suerte”. Otra leyenda más se une a esta, a principios del siglo XX, los agricultores de Almería lograron una variedad de uva de mesa verde y jugosa que maduraba tardíamente en diciembre destinada al mercado europeo, el estallido de la Primera Guerra Mundial hizo que el mercado se hundiera, los almerienses buscaron una salida en el mercado nacional publicitándolas también como “Uvas de la Suerte”. En fin, sea como fuere la tradición acabó firmemente instalada en nuestro patrimonio cultural y todos los 31 de diciembre a eso de las 12 como dice la canción de Mecano “Entre gritos y pitos los españolitos Enormes, bajitos hacemos por una vez Algo a la vez”, tomamos las 12 uvas para desearnos suerte en el año entrante.

Pero de todos los días de Navidad, ninguno es tan especial para mí como el día de Reyes. De niño recuerdo la emoción y los nervios mientras ponía mis zapatos en la ventana de la habitación de mis padres, dejando un poco de agua para que se refrescaran los camellos y una copita de anís para los Reyes Magos, acostándome pronto para que no vieran que estaba despierto y pasaran de largo, al día siguiente el madrugón comprobando  que se lo habían tomado todo y la alegría inexpresable al ver los regalos que me habían dejado, pero nada de eso fue comparable con ver la cara de ilusión de mis niños mientras preparábamos el mismo ritual y el momento indescriptible en el que encontraban sus regalos, todavía hoy ya mayores sigue siendo el mejor día de la Navidad, esperando que amanezca para ver a mi mujer buscando lo que le han dejado mientras esperamos que nuestros hijos vengan a pasar el día con nosotros dando y recibiendo los regalos dejados por sus majestades de Oriente.

La historia de la adoración de Jesús, solo la da el evangelista San Mateo, que dice que los magos vinieron de oriente guiados por una estrella sin dar ni su número, ni sus nombres, ni la fecha determinada de su viaje utilizándolo solo como introducción al pasaje de los Santos Inocentes, manifestando el misterio de la Encarnación y designando al Niño Jesús como dios y rey, la leyenda se completa con los evangelios apócrifos en los que aparece la visita de los Magos (el término de mago debe ser interpretado en sentido de astrólogo) en cinco de ellos, el Protoevangelio de Santiago, el Líber de infantia Salvatoris, el Evangelio Árabe de la Infancia, el Evangelio del Pseudo Mateo y el Evangelio Armenio de la Infancia. La tradición oriental nos dice que eran 12 al igual que las tribus de Israel y 3 en la occidental, en el Evangelio Armenio aparece además el nombre y parentesco de estos fabulosos seres: eran los hermanos Melkon, rey de los persas; Baltasar, monarca de los indios; y Gaspar, soberano de los árabes, como vemos los nombra reyes resaltando que el rey de reyes es adorado por reyes. A lo largo de la historia hubo muchas especulaciones sobre su cantidad imponiéndose finalmente el número tres por distintas razones, tres eran las ofrendas “oro, incienso y mirra”, tres eran las partes del mundo conocido “Europa, Asia y África”, tres personas forman el misterio de la Trinidad “Padre, Hijo y Espíritu Santo”. Cuenta la leyenda que tras la resurrección de Jesús, el apóstol Tomás los encontró en el reino de Saba, en donde fueron bautizados y consagrados obispos, tras su martirio fueron depositados los tres en el mismo sarcófago. Santa Elena en su periplo por oriente próximo buscando reliquias, encontró en Saba un sarcófago con tres cuerpos coronados, dando por sentado que eran los tres Reyes Magos se los llevo a Constantinopla, años más tarde las reliquias fueron obsequiadas a San Eustorgio, Obispo de Milán (Italia), pero en el siglo XII el emperador Federico I Barbarroja se las llevó a Colonia cuya impresionante catedral se construyó para albergarlas convirtiéndose en objeto de peregrinación como Roma o Santiago de Compostela. Su representación aparece por primera vez en el mosaico de San  Apollinaire Nuovo (San Apolinar Nuevo), en Rávena, Italia, que data del siglo VI d. C., en el que se distingue a los tres magos ataviados al modo persa, tocados con gorro frigio, con sus nombres encima y representando distintas edades, habría que esperar un poco más para ver representadas las tres razas conocidas de la antigüedad.

En España la celebración de la Epifanía del Jesús y la fiesta de Reyes coincidieron en la fecha del 6 de enero, siendo uno de los pocos países en donde se entregan regalos, fue partir del siglo XIX cuando se comenzaron a hacer homenajes en torno a la figura de los Reyes Magos. En el año 1866 se registra la primera cabalgata en honor a los Reyes en Alcoy, Alicante, en esta cabalgata los Reyes ofrecían dulces y caramelos a los niños, comenzando también la celebración de repartir regalos que se fue extendiendo por todo el país.

Este año es de suponer que también habrá cabalgata de reyes a pesar de la pandemia del coronavirus, aunque sea de manera virtual y que los Reyes  traerán a cada niño sus deseos más íntimos, por mi parte no pierdo la esperanza de que al despertar del día 6 sus majestades los Reyes de Magos de Oriente se hayan acordado de mí.

Os deseo Feliz Navidad