Condeno firmemente esta esca­lada. El Gobierno de Sudán debería poner fin a su ofensiva de inme­diato. Todas las partes deberían cumplir lo prometido y respetar las resoluciones del Consejo de Se­guridad de Naciones Unidas.

Los choques más recientes han traído aún más desgracia a los ha­bitantes de Darfur, que ya han soportado demasiado. El número to­tal de desplazados asciende a 1,9 millones. Casi tres millones de per­sonas dependen de la ayuda inter­nacional para conseguir alimen­tos, refugio y atención médica, mientras que los trabajadores de las organizaciones humanitarias se convierten cada vez más en blanco de la violencia: han muerto asesi­nados 12 en los últimos dos meses.

Hace un año, los líderes mun­diales reunidos en Naciones Uni­das acordaron que todos los Estados tienen la responsabilidad de proteger a sus poblaciones del ge­nocidio, los crímenes de guerra, la limpieza étnica y los crímenes con­tra la humanidad. Si no cumple esta responsabilidad sagrada, el Gobierno de Sudán hará frente al oprobio y la deshonra en todo el mundo. Ni quienes deciden dichas políticas ni quienes las llevan a ca­bo deberían imaginar que no se les va a pedir cuentas.

No hay una agenda oculta, ni más ambición que la de ayudar a la población de Darfur a vivir en paz y con digni­dad. Pero el Gobierno sudanés se ha negado hasta la fecha a dar su consentimiento.

Una vez más, insto a Sudán a evitarlo, acatando la decisión to­mada por el Consejo de Seguridad de desplegar una operación de paz de Naciones Unidas, que estaría mejor equipada y financiada que la actual misión de la Unión Afri­cana y tendría un mandato más claro para proteger a quienes se encuentran en peligro.

Unos 10.000 soldados de Na­ciones Unidas se encuentran ya en Sudán. Desde hace más de un año, ayudan a aplicar el acuerdo de paz entre el norte y el sur del país. El 31 de agosto, el Consejo de Seguri­dad, además de reafirmar su com­promiso con la soberanía, la uni­dad, la independencia y la integri­dad territorial de Sudán, autorizó el despliegue de hasta 17.300 soldados más en Darfur para hacer cum­plir el acuerdo de paz. No hay una agenda oculta, ni más ambición que la de ayudar a la población de Darfur a vivir en paz y con digni­dad. Pero el Gobierno sudanés se ha negado hasta la fecha a dar su consentimiento.

El traslado a la zona de más soldados de Naciones Unidas, en todo caso, requeriría tiempo. Por ello, el Consejo de Seguridad tam­bién solicitaba el fortalecimiento de la misión de la Unión Africana, para que pueda mantenerse hasta la llegada de Naciones Unidas. Los africanos han pedido repetidamente esta transición, pero dicen que mientras tanto sus tropas, que desempeñan su misión con valentía en condiciones muy difíciles, ne­cesitan ayuda. Naciones Unidas ha aceptado apoyar a la misión de la Unión Africana durante el perio­do crucial de transición. Pero la Unión Africana también necesita un mayor respaldo de los donantes, incluida la Liga de Estados Árabes, que ha ofrecido un apoyo vital y desea que la misión perma­nezca en la zona hasta finales de año.

Hace 12 años, Naciones Uni­das y el mundo les fallamos a los ruandeses en tiempos de necesi­dad. ¿Podemos ahora, con plena conciencia, quedarnos quietos y ver cómo la tragedia se intensifica en Darfur?

He intentado repetidamente explicar la transición al Gobierno sudanés, y aclarar cualquier malen­tendido o mito al respecto. En pú­blico y en privado, he hecho hincapié en la situación humanitaria y he apelado al buen sentido prag­mático del Gobierno.

Pero mi voz no basta. Quien se encuentre, ya sea en Africa u otro lugar, en posición de influir sobre el Gobierno de Sudán debe hacerlo sin dilación.

El Consejo de Seguridad, y en especial sus cinco miembros per­manentes —Reino Unido, China, Francia, Rusia y Estados Uni­dos—, tienen una responsabilidad específica de garantizar que se en­víe un mensaje firme, claro y uni­forme al Gobierno de Sudán. Pero cada voz alzada supone una dife­rencia y, por lo tanto, todos compartimos la responsabilidad. Insto a todos a unir vuestras voces a la mía y a pedir al Gobierno de Su­dán que acate el espíritu de la reso­lución del Consejo de Seguridad, consienta la transición y asuma el proceso político con renovada energía.

No puede haber una solución militar a la crisis de Darfur. Todas las partes deberían entender a es­tas alturas, después de tanta muer­te y destrucción, que sólo un acuer­do político —en el que participen todos los interesados— puede traer una paz verdadera a la re­gión.

Hace 12 años, Naciones Uni­das y el mundo les fallamos a los ruandeses en tiempos de necesi­dad. ¿Podemos ahora, con plena conciencia, quedarnos quietos y ver cómo la tragedia se intensifica en Darfur?