Sepa el lector que estas líneas las escribo pasada la medianoche. Por tanto, no se extrañe si me distraigo con recuerdos y pensamientos deslavazados sobre la rutina política de mi querida España.

Por ejemplo, me viene a la mente una plaza repleta de patriotas con sus banderas catalanas. En un balcón, un carismático Jordi Pujol los enardece con lecciones de ética al Gobierno central mientras, por detrás, los está robando a todos y sacando sus cuartos fuera de Cataluña.

Por otro lado, a mi cabeza llega también un tuit que escribió hace bien poco un destacado periodista especializado en el deporte de la vela pero aficionado a comentar de política desde sus legítimas posiciones de derecha españolista. Por lo visto, hacíamos mal en consumir cerveza catalana porque cierta marca de allí había evadido impuestos. Me alegra que así lo hiciera, pues sabemos de sobra que en el resto del país ni un solo empresario ha defraudado jamás, y reto (de forma irónica) a que el lector me desmienta con casos concretos.

Sigo divagando conmigo mismo en esta noche de verano en la que parece que no hay otra noticia que la traición del clan Pujol. Lo cierto es que resulta repugnante cada nueva revelación de los honrados tejemanejes de aquella familia cuasi real catalana, y me alegra que desde la oposición hayan tenido rapidez de reflejos para exigir responsabilidades a Convergència i Unió. Gracias Alicia Sánchez Camacho, presidenta de los ‘populares’ catalanes, aunque temo que te olvidaste de comentar que el mismo día el juez envió a juicio a una larga lista de cargos o excargos del PP por su implicación en la trama Gürtel.

Menos mal que en el PSOE, donde también han desenvainado raudos sus espadas contra el partido que regenta la Generalitat, hace tiempo que desterraron todo eso, y no es cierto que quien controla ahora el partido (desde la Presidencia hasta el Consejo de Política Territorial), es decir el Partido Socialista de Andalucía, esté cubierta de, cómo decirlo delicadamente, de mierda hasta el cuello con el caso de los ERE. Caso, por cierto, en el que está implicada la exministra Magdalena Álvarez, quien se aferró a su cargo en el Banco Europeo de Inversiones con uñas y dientes hasta que, a punto de ser cesada, se avino a dimitir.

Criticó esta señora entonces la persecución realizada por el PP para desprenderla de su merecido cargo, pero como ya dijo su presidente de honor, José María Aznar, este partido es incompatible con la corrupción, aunque sea liviana como la del exministro Jaume Matas. Demasiado liviana para tener que ir a la cárcel, según su amigo Vicente Martínez Pujalte. Un buen amigo este antiguo numerario del Opus Dei, como demostró también cuando el Tribunal Supremo confirmó la pena de cárcel para el expresidente de la Diputación de Castellón, Carlos Fabra, del que dijo que, hubiera hecho lo que hubiera hecho, la amistad que los unía estaba por encima de todo.

Cómo es esto de recordar, se sabe cuándo se empieza pero no cuándo se acaba. En fin, que con patriotas como éstos, para qué buscarnos enemigos fuera. Eso sí, mantengamos a raya a los piquetes metiéndolos en la cárcel, que al menos el que roba con americana y corbata no molesta y deja dormir la siesta, no como estos alborotadores de la izquierda, gentuza que diría el mesurado Hermann Tertsch.

No me parece extraño, después de reflexionar sobre todo esto, que haya empezado el artículo con la satírica música del maestro Aute, aunque viendo a todos estos abominables patriotas, parece más acertada aquella frase de Samuel Johnoson que Kirk Douglas popularizó en Senderos de Gloria y que rezaba “el patriotismo es el último refugio de los canallas”.

Cuánta razón, doctor Johnson.

Cuánta razón.