Hoy, a pesar de las terribles y generalizadas violaciones de derechos humanos cometidas en el interior de dichas áreas, y sin ninguna prueba sólida de que contribuyen a frenar la pérdida de biodiversidad, grandes ONG conservacionistas (como WWF y WCS) siguen impulsando la creación de Áreas Protegidas como la “solución” a nuestros verdaderos problemas medioambientales.

Presentadas como “Soluciones Basadas en la Naturaleza” (SBN), un calificativo que suena inofensivo, las Áreas Protegidas se proponen ahora como una manera de mitigar el cambio climático. Se afirma que las Áreas Protegidas permiten “proteger” los territorios de la deforestación y de otras actividades que emiten dióxido de carbono, y de este modo pueden utilizarse para “compensar” las emisiones de carbono generadas en otros lugares del mundo. En la práctica, esto significa que las Áreas Protegidas pueden utilizarse para generar “créditos de carbono” que las empresas contaminantes, los gobiernos o particulares pueden comprar en los mercados para “compensar” sus emisiones. En teoría, todo el mundo gana: a más Áreas Protegidas, más se mitiga el cambio climático. De este modo salvamos la biodiversidad y el clima al mismo tiempo.

Pero la realidad es bien distinta.

“Esa gente ha vendido nuestro aire”. Emanuel, pueblo rendille, norte de Kenia

La venta de créditos de carbono de las Áreas Protegidas será devastadora para la gente y el clima. Reúne las violaciones de derechos humanos causados por la conservación de fortaleza con los problemas medioambientales vinculados al greenwashing o lavado ecológico de imagen.

Mata a personas. El modelo de conservación más común es la “conservación de fortaleza”, que se basa en la expulsión de las poblaciones indígenas y locales de sus tierras. Organizaciones defensoras de los derechos humanosinvestigaciones independientes y cada vez más investigaciones oficiales han documentado claramente, a lo largo de muchos años, cómo la creación de Áreas Protegidas, especialmente en África y Asia, viene acompañada de una mayor militarización y violencia. Se imponen sin el consentimiento de los habitantes originarios, comunidades indígenas o locales, que pierden sus tierras ancestrales y sufren torturas, violaciones o asesinatos si tratan simplemente de acceder a ellas. Las Áreas Protegidas destruyen a los mejores guardianes del mundo natural, los pueblos indígenas, en cuyos territorios se halla el 80% de la biodiversidad del planeta.

La experiencia demuestra que los millones de beneficios obtenidos mediante la venta de créditos de carbono no beneficiará a las comunidades en cuyas tierras se absorbe o almacena el carbono. Los proyectos de absorción de carbono que están desarrollándose en las Áreas Protegidas alimentarán masivamente la financiación de la industria de la conservación, que a su vez probablemente fomentará una enorme expansión y militarización de las Áreas Protegidas. En la práctica, el dinero que supuestamente se destina a la “mitigación del cambio climático” se utilizará para expulsar a poblaciones de sus tierras y financiar los salarios de guardaparques armados y equipo militar para violar los derechos humanos de los pueblos indígenas.

Mata el medioambiente, y realmente puede agravar el cambio climático: la mayoría de los sistemas basados en la naturaleza para compensar las emisiones de carbono no son más que engañosas operaciones de greenwashing. Numerosas investigaciones sobre proyectos de compensación que dicen salvar bosques u otros ecosistemas han demostrado que en realidad contribuyen muy poco o absolutamente nada a prevenir las emisiones de carbono o a almacenar carbono adicional. Los créditos de carbono que se venden al amparo de estos sistemas se generan mediante una “contabilidad fraudulenta”, por ejemplo afirmando que una zona habría quedado destruida muy rápidamente de no ser por el proyecto de absorción de carbono,  cuando lo cierto es que no se encontraba realmente amenazada.

Un estudio científico reciente concluyó que más del 90% de los créditos de carbono generados en bosques tropicales no hacen nada por reducir las emisiones de carbono. En otros casos, proyectos que supuestamente iban a prevenir la deforestación en una zona solamente dieron pie a la tala de árboles y a generar carbono en otros lugares, con un beneficio nulo para el clima. Como ocurre con las áreas de conservación de fortaleza, los objetivos más fáciles de los proyectos de compensación son las tierras de pueblos indígenas y comunidades locales, a cuyo estilo de vida se acusa a menudo, paradójicamente, de exacerbar el cambio climático. Las empresas contaminantes que compran inútiles créditos de “aire caliente” de dichos proyectos se jactan de ser “carbono-neutrales”, mientras siguen emitiendo dióxido de carbono a la atmósfera. Cuentan a la gente que el problema está resuelto, que el sobreconsumo habitual puede ser beneficioso para el clima y que no hace falta cambiar nada. Mientras tanto, el calentamiento global se agrava y los incendios forestales y la desertificación se extienden.

Mata la justicia. Grandes ONG conservacionistas sacan provecho de estos proyectos de créditos de carbono asociándose con las empresas más contaminantes del mundo, que utilizan estas compensaciones para evitar reducir sus emisiones. Gracias a las presiones internacionales, buena parte del dinero público que se emplea para subvencionar la industria de la conservación se somete ahora a controles más rigurosos. Se promulgan nuevas leyes para impedir que el dinero de los contribuyentes financie violaciones de los derechos humanos en nombre de la conservación de la naturaleza. Sin embargo, esta nueva normativa legal no se aplicará a los nuevos fondos provenientes de la compensación de carbono, lo que permitirá a la industria de la conservación seguir violando los derechos de los pueblos indígenas y las comunidades locales, que son los menos responsables del cambio climático.

“Se comercializa la naturaleza. Ahora se vende el agua, igual que el bosque, el aire y la Tierra”, Ninawa Huni Kui, pueblo huni kui, Brasil

Las compensaciones a base de créditos de carbono forman parte de un nuevo impulso a la mercantilización de la naturaleza. Estos proyectos ponen precio a la naturaleza, tratando las tierras de los pueblos indígenas y las comunidades locales como almacenes de carbono que pueden intercambiarse en el mercado, de manera que los contaminadores pueden seguir contaminando, la industria de la conservación puede embolsarse miles de millones de dólares y los especuladores pueden sacar provecho. Esto priva a los pueblos indígenas y las comunidades locales de sus posesiones y sus medios de vida. Los mecanismos de compensación a base de SBN no son más que colonialismo de carbono y no detendrán la crisis climática.

Survival impulsa la campaña para poner fin a los proyectos de compensación de carbono en las Áreas Protegidas en las que se violan los derechos de los pueblos indígenas.

Ayúdanos a detener los proyectos de Carbono de Sangre en tierras indígenas. El colonialismo de carbono mata a las personas y al planeta.

Survival International está al frente de la lucha contra las soluciones falsas y de distracción para combatir el cambio climático que violan los derechos de los pueblos indígenas y permiten a las multinacionales maquillar de verde su imagen, mientras no hacen nada para impedir la crisis climática. También nos oponemos a la extracción de níquel en Indonesia para producir baterías de coches eléctricos, que destruirá las vidas y las tierras de los hongana manyawas no contactados.

Proyectos de Carbono de Sangre: NRT

 

En el norte de Kenia, bajo el pretexto de implementar un nuevo tipo de Áreas Protegidas, llamadas “conservancies” (o zonas de conservación de la naturaleza) una organización que responde al nombre de Northern Rangelands Trust (NRT) ha tomado el control de millones de hectáreas de terreno. Este territorio está habitado por numerosos pueblos indígenas que se dedican al pastoreo, como los samburu, borana y rendille. NRT es una iniciativa de Ian Craig, cuya hacienda ganadera privada, convertida ahora en una “conservancy” para turistas ricos, se ubica en tierras robadas a pastores indígenas que la antigua administración colonial entregó a su familia, cuyas relaciones con la familia real británica están bien documentadas.

En un proyecto de compensaciones de carbono en la zona, iniciado en 2013 con ayuda de Nature Conservancy, organización con base en Estados Unidos, NRT afirma que está almacenando millones de toneladas adicionales de carbono en el suelo, reduciendo la presión del pastoreo de los rebaños de los indígenas. El argumento es que NRT impide que los pastores “sobrepastoreen” y les ayuda a pastorear “sosteniblemente”, de manera que la vegetación pueda crecer y almacenar más carbono. Los créditos de carbono resultantes los han vendido a grandes empresas, incluida Meta (Facebook) y Netflix.

Sin embargo, lo cierto es que los rebaños de los pastores han estado pastoreando de formas sostenibles durante generaciones. Las nuevas prácticas pastoriles impuestas por el proyecto son probablemente peores que las tradicionales. No hay pruebas de que se esté almacenando carbono adicional; de hecho, el proyecto depende de la destrucción de la estrecha relación existente entre las comunidades indígenas, sus rebaños y el medioambiente, la misma relación que les ha permitido prosperar en estos pastizales ricos en flora y fauna silvestre, y además nutrirlos. Los guardianes armados de NRT, que patrullan por las zonas de conservación de la naturaleza, limitan las áreas de pastoreo de los rebaños de los indígenas, lo que menoscaba su resiliencia frente a los impactos del cambio climático. Los guardianes ya han cometido docenas de terribles violaciones de derechos humanos, incluidos asesinatos. Las comunidades no han dado su debido consentimiento previo al proyecto de compensación de carbono. Los millones de dólares que ya han generado los créditos de carbono servirán para reforzar el control de NRT sobre la zona, en grave detrimento de miles de indígenas: los menos responsables del cambio climático.