En los comienzos del S. XXI la educación en los países desarrollados llega a todos los estratos de la población y hasta edades avanzadas, lo que provoca que en muchas ocasiones este alumnado se caracterice por estar desmotivado y se sienta obligado. Un logro envidiable en el desarrollo de la humanidad como es la extensión de la educación obligatoria cuando se maneja mal, cuando no se planifica adecuadamente provoca situaciones conflictivas como las que apreciamos en el día a día en los medios de comunicación. Los valores de referencia en estos momentos están siendo muy complejos y diversos. La mezcla de culturas tan diversas como la islámica y la cristiana, por ejemplo, se concreta en situaciones conflictivas en las escuelas. Las aulas son heterogéneas en todos sus ámbitos, cultural, económico, social… La cultura de participación e igualdad provoca por su propia naturaleza el conflicto. El rol del profesor como detentador del conocimiento, como instructor ha pasado a mejor vida, aunque aún no se han perfilado los roles que debe asumir en estos momentos. Lo que cada vez es más patente es la baja consideración de su autoridad hacia los alumnos, que se mueven en un ambiente de alta competitividad.

Como nos dice Samuel Huntington en el choque de civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial, existen siete u ocho grandes civilizaciones que viven como grupos normativos cerrados y que disponen de una cultura activa con memoria. Una manera de entender el mundo con una base religiosa caracteriza a cada una de ellas. Hablamos de la europea occidental –con América y Australia-, la cristiana ortodoxa, la chino-japonesa, la islámica, la hindú, quedando un poco menos definidas la africana, la latinoamericana y la budista. De todas ellas, el propio Hutington nos dice que la islámica es la civilización más problemática, tanto por su demografía como por su poder de convocatoria y seguimiento.

Las aulas son heterogéneas en todos sus ámbitos, cultural, económico, social… La cultura de participación e igualdad provoca por su propia naturaleza el conflicto

Todas estas civilizaciones están en permanente contacto y deben vivir en el mismo contexto, la misma realidad y afrontar idénticos problemas y situaciones. Estamos en una sociedad multicultural y multifocal y, cada vez más, se irá acentuando esta realidad por más que intentemos permealizar las fronteras. El problema surge cuando el modo de entender el mundo es tan diferente. Temas relacionados con la familia, la mujer, las relaciones sexuales, la libertad de expresión… significan algunas de las controversias que en el día a día van surgiendo en nuestra sociedad y, por ende, en nuestras escuelas.

No me gustaría transmitir una idea, muy extendida pro otra parte, de que lo de antes siempre ha sido mejor y que ahora las cosas están cada vez peor. El mundo actual es como es y el que nos ha tocado vivir. Otra cosa será que seamos capaces de afrontar esta realidad de la mejor manera posible. Para empezar debemos aceptarla. Podemos estar de acuerdo o no con la diversidad actual de culturas, con el movimiento global de las personas, pero la situación es imparable. Queramos o no, cada vez más las personas se moverán hacia aquellos países más desarrollados, generándose una situación plural y diversa que no se afronta desde la crítica o desde la negación de la realidad.

Ante todo esto, ¿Qué hacen los sistemas educativos? ¿Se afronta esta realidad con valentía y equilibrio? ¿Se procura buscar la interculturalidad y la integración? ¿Se respetan todas las culturas? ¿…? Hay muchas preguntas que sería necesario hacer y responder para analizar en profundidad esta situación. Diferentes países han planteado distintas formas de atender y afrontar esta realidad, pero parece ser que se va generando una situación muy común en Europa, como es que ciertas culturas, predominantes en lo demográfico pero sin poder en lo económico, van ocupando bolsas importantes de pobreza y marginación, provocando en muchas ocasiones el propio sistema educativo dicha marginación. Por ejemplo, abundan cada vez más colegios en los que solamente hay emigrantes de diferentes etnias, pero que como común a todas ellas predomina su bajo nivel cultural y económico.

En la educación de principios del siglo XXI, los grandes avances y los indicadores de éxito siguen teniendo como contrapartida la ignorancia y la desigual distribución social y regional del conocimiento

El objetivo de la educación debe ser siempre compensatorio de las diferentes desigualdades, pero actualmente está provocando que la diversidad termine en una desigualdad de acceso y en una diferencia de trato en el proceso, tanto en los propios países desarrollados como hacia los países en desarrollo o del tercer mundo. En cierto modo, la educación cumple con la función que le han asignado los poderes económicos de la sociedad: reproducir el modelo liberal-capitalista con sus respectivas estructuras sociales. Nunca la educación ha dispuesto de tantas infraestructuras de alto nivel con unas condiciones de tan alta desigualdad. En la educación de principios del siglo XXI, los grandes avances y los indicadores de éxito siguen teniendo como contrapartida la ignorancia y la desigual distribución social y regional del conocimiento.

Uno de los retos que tiene la educación en los países desarrollados es desarrollar un modelo comprensivo que permita la integración de las diferentes culturas, siempre desde el respeto a todas ellas y, desde luego, desde el acatamiento a valores constitucionales irrenunciables que tanto ha costado construir en las sociedades occidentales. Para ello, no solamente habrá que diseñar sistemas educativos que atiendan de forma compensatoria y no marginal a aquellas culturas de la población emigrante, sino que también habrá que tener especial cuidado en construir un currículo que respete todas las creencias y favorezca su comprensión y tolerancia.