Y a este golpear continuo de nuestros cuerpos contra los muros de este laberinto, que es una clara imagen de nuestra sociedad, se suman gritos, insultos, golpes, difamación, medios que develan colusiones y la lista de los ruidos sociales es innumerable. Estamos exhaustos, desesperanzados, confundidos, cansados de no lograr el cambio.

A lo mejor lo que nos ocurre es que no queremos soltar el control de antiguos modos de hacer las cosas, permitiendo así mantener un estado de confort anquilosado y por eso esta sensación de agotamiento, de no solución, de desconfianza.

Últimamente nos inunda la sensación de que no tenemos escapatoria. Emoción que surge cuando se entra a un laberinto y uno empieza a no encontrar la salida.

Uso este ejemplo tan concreto para tratar de pensar y discernir acerca de cómo salir de esta situación en mi país, en tu país. Me preocupa esta trampa de desilusión y no solución en que hemos caído.

Tal vez debemos aceptar que intrínsecamente somos seres muy egoístas y a veces muy básicos para reaccionar frente a nuestra subsistencia diaria. Eso sin importar el nivel de educación o de poder al cual pertenecemos, donde en momentos extremos reaccionamos desde nuestros instintos más básicos de supervivencia. Y como nos sentimos tan amenazados, cada uno busca salvarse y tiende a hacerse parte de un grupo restringido de personas.

Considero que para salir de este laberinto que nos tiene absolutamente atrapados, necesitamos instalar una forma de operar que se observa en los países que ya han logrado su desarrollo económico. Pero que por sobre todo, que lideran los índices más altos de desarrollo humano, calidad de vida, equidad de la mujer, calidad de la educación, entre muchos otros.

Sostengo fehacientemente que si no cambiamos esta comprensión de que el desarrollo solo se relaciona con crecimiento económico y la discusión se centra en que si estamos bien como país depende de un porcentaje mensual o anual, no conseguiremos deliberar con cierta profundidad un proyecto de país coherente y consistente.

Situaciones como la campaña lanzada hace unos días por AB Chile sobre el etiquetado de los alimentos muestra lo reducido del debate y la poca comprensión de lo que significa una política pública que busca disminuir los niveles de obesidad tanto de infantes como de adultos. Esta campaña es una muestra clara de un sector empresarial que no quiere cambiar modos de hacer negocios y que responden a sociedades con subdesarrollo social e intelectual. Sin embargo, creo que sí debemos alegrarnos de la respuesta consistente del gobierno y de un grupo diverso de líderes sociales y académicos a esta campaña publicitaría de difamación de una política pública. Al menos a mí esto me da esperanza de que es posible un país distinto, con personas con pensamiento de progreso social y de largo plazo.

No cabe duda que contamos con un número no despreciable de dirigentes de la clase empresarial, líderes públicos y ciudadanos que se conforman con el mínimo de los logros, y en alguna medida es este grupo el que nos mantiene atrapados en este laberinto sin salida.

Pienso que no reaccionar como ciudadanos a la asociación AB Chile, o al caso Asexma que dio el espectáculo de la muñeca plástica; o aceptar que sigan ocurriendo casos de colusión como el de CMPC y otros; o la crisis del Sename; o iniciativas desprolijas en término de propuestas con respecto a nuestro sistema previsional, ya sea de las propias AFP´s o de otros como los de No+AFP, o del propio gobierno, no nos permitirá seguir avanzando como país.

Los países que han logrado el desarrollo, se caracterizan por un grupo de ciudadanos que se compromete con un propósito de país que es inclusivo y exigente para todos. Con un grupo donde no prima el interés personal o de un pequeño grupo, sino un interés de bien común colectivo.

Cuando asumamos ese objetivo de un desarrollo equitativo, estoy cierta que nuestros niveles de desarrollo tanto económico como sociales crecerán, ya que no primara lo personal sobre lo colectivo, y esto, por cierto, tiene que ver con el egoísmo mencionado anteriormente. Cuando en nuestro país prime el respeto a lo diverso y tengamos una propuesta de acceso a la equidad, la muñeca inflable, la campaña de AB Chile, pasarán a ser datos anecdóticos, de sorpresa de que alguien pueda comportarse en una sociedad de ese modo y, por cierto, de vergüenza ajena.

Conclusión: creo que los que queremos trabajar por un Chile desarrollado debemos tomar una actitud más exigente y desafiante frente a los que nos quieren mantener en el laberinto de la mediocridad y no excelencia.

Finalmente, no me cabe duda que nuestro estado anímico social variará a uno bastante más positivo, sin modificamos nuestra actitud pasiva frente a los conformistas y reacios al cambio de algunos de nuestros compatriotas. Y por cierto agrego que esta es la invitación enfática que hacen los liderazgos más jóvenes de este país y a los que se ha evitado intencionadamente darles un espacio en la realidad nacional.

Artículo publicado inicialmente en ellibero.cl