Rey nada más nacer, al haber fallecido su padre Alfonso XII unos meses antes, fue su madre la reina María Cristina de Habsburgo la regente hasta que con 16 años fue proclamado mayor de edad, asumiendo las funciones constitucionales de Jefe de Estado. Insatisfecho por el papel que le otorgaba la Constitución de 1876, pues no le permitía intervenir en política, se rodeó de los sectores más conservadores para participar en ella activamente, moviéndose cómodamente por los cuarteles para hacer saber al gobierno la importancia que la opinión del ejército debía tener en el estado.
En su vida personal se casó con Victoria Eugenia de Battenberg, con la que tuvo siete hijos, pero el rey mantuvo una vida paralela sobre todo al tener conocimiento de que Alfonso su primogénito, tenía hemofilia, enfermedad que las mujeres no padecen pero que transmiten a los hijos varones, a partir de aquí la relación entre ambos se fue deteriorando. Entretanto el rey mantuvo numerosas aventuras extramatrimoniales con mujeres de las más diversas clases sociales aristócratas, cortesanas, plebeyas y artistas famosas. Vamos, era lo que con ligereza moral se llamaba un “gentleman”, un conquistador.
Hombre liberal en sus costumbres, tenía una moral muy abierta para los cánones de la época, aficionado a la fotografía y al cine, poseía una colección de fotografías de mujeres desnudas tomadas en actitudes provocativas y una serie de películas eróticas que descubrió en sus viajes por Europa y Estados Unidos, en las llamadas “sesiones golfas” a las que acudían hombres de la alta sociedad.
Aficionado al séptimo arte, el rey contaba con una sala de proyecciones privada en el Palacio Real, en donde proyectaba para él y su círculo más íntimo películas sicalípticas (hoy conocidas como pornográficas), adquiridas en el extranjero. Estas sesiones golfas se exhibían en algunos cines a puerta cerrada y en los domicilios de la alta burguesía, así como en los burdeles que frecuentaba esta clase social.
Cinéfilo convencido Alfonso decidió intervenir directamente en la filmación de películas de este tipo, para ello se valió del conde de Romanones, Presidente del Consejo de Ministros y hombre de confianza del rey, que contactó con los hermanos Baños, pioneros del cine en España y productores cinematográficos de la época.
Ricard (Ricardo) de Baños, empezó a trabajar a los nueve años como aprendiz en la sección de fotografía de los «Grandes Almacenes El Siglo» de la Rambla de Barcelona, aunque no era buen estudiante sí fue un gran deportista y amante de la música para la que tenía una gran voz. Por medio de su trabajo en la sección de fotografía de El Siglo, entró en contacto con personal de la casa francesa Gaumont que se creó en Barcelona, pronto se dieron cuenta de sus habilidades poniéndole como operador de cámara y trasladándole rápidamente a París en donde termino de aprender el oficio.
En 1907 funda, junto con Alberto Marro, la productora Hispano Films, en la que también colabora, como cámara y técnico de laboratorio su hermano Ramón de Baños.
Ramón por su parte, partió a Brasil a Belem do Pará contratado como proyeccionista, fotógrafo y operador por el empresario alicantino Joaquim Llopis, dirigiendo y realizando una serie de filmes documentales y reportajes. Fue uno de los primeros en filmar el Amazonas y la selva brasileña, plasmando sus experiencias en un libro autobiográfico «Un pioner del cinema català a L’Amazònia », tras enfermar de unas fiebres regresa a Barcelona donde se asocia definitivamente con su hermano.
Entre tanto Ricard junto con diversos socios funda hacia 1915 Royal Films, con un capital inicial de dos millones y medio de pesetas, grabando rápidamente su primera película « El idiota » proyectada en Barcelona el 4 de mayo de 1916. Al regreso de su hermano Ramón, lo asocia con él llevando a cabo proyectos que sentarían las bases del cine español.
Resulta significativo que un cine mudo neófito lleve a la pantalla un gran número de obras de teatro o novelas con gran éxito, entre ellas, películas realizadas por los hermanos Baños destacando Don Juan Tenorio, de la cual realizan 3 versiones (1902, 1910 y 1922 que es la más conocida y de más calidad), La guerra del Pitt, Sucesos de Barcelona (1909), Don Pedro el Cruel (1911), Los amantes de Teruel (1912), Sangre y arena (1916, de Blasco Ibáñez), pero su proyecto más exitoso fue La vida de Cristóbal Colón y el descubrimiento de América, una coproducción con Francia que resultó ser un gran éxito de crítica y público.
Pero el cine no dejaba de ser un negocio y Ricard y Ramón pronto se dieron cuenta de que las escenas subidas de tono atraían más al público, dedicándose entonces a documentar como era la vida de la época e incluso filmar lo que ocurría dentro de las alcobas de forma clara y descarnada, buscando un cine que atrajera más al público, más popular aunque no por esto falto de calidad.
La confianza del rey en los hermanos Baños era total, no en vano fueron los encargados de las filmaciones de los viajes de Alfonso XIII y su familia, elaborando películas que servirían de propaganda para la Corona. Francisco de Lasa señala en ‘Els germans Baños’: « entre Ricardo y Alfonso XIII había una relación de amistad, bien sea por la relación que pudo fraguarse en la filmación de estos reportajes o por la cinefilia del rey (no hay que olvidar que los hermanos Baños fueron cineastas muy reconocidos en su época). Es probable que de esta amistad surgieran los encargos “especiales” que Alfonso XIII realizó a los cineastas catalanes ».
Ya hemos dicho que el conde de Romanones contacto con los hermanos Baños con el encargo del rey de realizar varias películas pornográficas, aportando ideas e incluso se dice que un guion y hasta financiación proporcionada por el monarca.
Las cintas fueron rodadas entre los años 20 y 26 en los estudios de la Sociedad Anónima Sanz, su duración va de los 30 a los 45 minutos y se cree que fueron una veintena, aunque solo han llegado a nosotros tres.
“El Confesor”: nos cuenta una historia donde un cura se aprovecha de su posición para tener relaciones sexuales con sus feligresas, crítica innegable de los vicios del clero.
“El Consultorio de Señoras”: una madre y su hija se acercan a la consulta del médico el cual le hace un reconocimiento completo.
“El Ministro”: feroz crítica a la clase política de la época en la que una mujer de un funcionario recientemente despedido acude al ministro para pedir la readmisión de su esposo, este a cambio le pide favores sexuales.
Se puede concluir que las películas reflejan situaciones de abuso de poder, representando a los personajes (todos de la alta sociedad) con una irreverente intención satírica, interpretada y protagonizada por actores sacados de la calle, prostitutas y sus chulos del barrio Chino de Barcelona, lo que nos refleja la ironía de que los personajes que se desnudan y gozan de forma explícita, eran mujeres y hombres de los más bajos fondos disfrazados de burgueses y aristócratas.
Por otro lado las cintas también nos reflejan los gustos del monarca así como los cánones de belleza del momento y los gustos sexuales imaginarios de la alta sociedad.
El carácter privado que tenían estas películas las hizo ocultas desde el principio, su posterior desaparición se debió a diversas causas, la principal la aparición del cine sonoro que relegó de golpe todas las cintas del anterior cine mudo, también la censura, anterior a la dictadura franquista pues ya existía antes de la dictadura de Primo de Rivera, pero será este el que la imponga por una Real Orden del Ministerio de Gobernación el 24 de noviembre de 1927, con una posterior reforma del Código Penal de su artículo 618 de 1928, por la que se prohíbe y penaliza la producción, distribución y exhibición de películas obscenas, bajo delito de escándalo público.
Tras la salida de España por parte del rey con el establecimiento de la Republica, la posterior guerra civil y en plena dictadura con la censura actuando a placer, estas películas ya de por si secretas desaparecieron perdiéndose definitivamente. Por otra parte en el cine este tipo de películas no tuvo continuidad ni relevo por parte de los realizadores y directores.
Pasados los años y acabada la dictadura, ya en democracia, el investigador y coleccionista José Luis Rado, se topó con uno de los censores que habían retirado las películas de la circulación, tal y como él mismo explicó: « En el curso de esa investigación me entrevisto con varias personas que habían tenido relación con esta actividad, entre ellos un religioso catalán. Fue este clérigo, ya entonces muy mayor, quien tenía una gran colección de películas y material pornográfico. Entre ellas las tres películas pagadas y ordenadas por Alfonso XIII. Para mí no fue ninguna sorpresa porque durante la dictadura muchos censores se quedaban con parte del material censurado y con películas enteras que habían sido declaradas prohibidas ».
Las películas se encontraban almacenadas en un convento de Valencia, rescatadas de su olvido por Rado, las compra y deposita en la Filmoteca de la Generalitat Valenciana, siendo esta institución la responsable de su custodia y restauración, ya que las cintas estaban hechas con base de nitrato de celulosa, material muy inestable y sumamente inflamable que se degrada y descompone con el paso del tiempo, siendo una de las mayores preocupaciones de las instituciones dedicadas al rescate y restauración del patrimonio audiovisual.
Las cintas al ser secretas no estaban firmadas. No tenían créditos, ni caratulas, ni títulos, fue la Filmoteca de Valencia la que les atribuyo el mismo, tampoco hay documentación sobre la realización de los hermanos Baños, siendo atribuidas a ellos por los historiadores basándose en la historiografía y los manuales de cine que existen y al hecho de que Ricard nunca negó haber hecho este tipo de películas.
Desde entonces están conservadas en la Filmoteca como parte del Patrimonio Audiovisual Valenciano.
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