Abascal convocó a los suyos y a quién quisiera oírle a través de un discurso joseantoniano, feroz, cargado de incongruencias y de ruido. Mucho ruido. Él, que se reconoce como un gandul redomado porque presume de no haber hecho nada durante su mandato como director de la Agencia de Protección de Datos de la Comunidad de Madrid, con un sueldo superior al entonces presidente del gobierno. Al igual que consiguió su cargo a dedo sin necesidad de esforzarse, hizo, consecuente con su forma de ser, la convocatoria de la manifestación sentado.

Me preguntaran si los votantes de VOX no tienen derecho a manifestarse. Pues claro, faltaría más, es un derecho contemplado en nuestra Constitución y todo el mundo tiene derecho a ejercerlo, veremos qué pasaría si algún día VOX gobernara. En su llamamiento, Abascal, pidió que los asistentes exigieran la dimisión del gobierno y más libertad, otra de las cosas que recortarían drásticamente si mandaran. Son la extrema derecha del mundo que más se mueve, y no para bien, en una crisis sanitaria global y eso da una idea de quienes son. Pero imaginemos que obran de buena fe y que su objetivo no es el de enfrentar de nuevo a las dos Españas y que de verdad creen que el gobierno lo ha hecho mal, ¿no sería más prudente dar tiempo a que acabara la pandemia? ¡Ah, qué tienen prisa! Es decir, no pueden esperar a unas elecciones porque no les importa la salud ciudadana, tan solo sus propios intereses y piensan que si llegan nuevos comicios dentro de tres o cuatro años quedarán reducidos a casi nada, porque nada aportan… solo ruido y furia.

Banderas al viento bajo el himno de los cayetanos, cláxones de coches sonando, gritos primerizos e hipócritas de libertad… ruido mucho ruido, ruido atronador, eso sí sentados, como el propio Abascal. Buscando la ruptura, la facción, el enfrentamiento, la involución, la sinrazón. Con objetivos espurios, sin argumentos ni justificaciones consistentes, escuchando solo los cuentos rabiosos de su jefe. Como diría Shakespeare: Un mal actor que se pavonea y se agita una hora en el escenario y después no vuelve a saberse de él: es un cuento contado por un idiota, lleno de ruido y de furia, que no significa nada.

 

Por si tienen interés en escuchar el himno de los cayetanos.