Muchos ciudadanos han empleado su tiempo, el dinero, su esfuerzo personal y familiar en cualificarse. Sin embargo, ahora que el tejido laboral está tan tocado, no ven compensación en el presente ni en el futuro. En cambio otros, que no tienen ninguna formación y que simplemente no hacen nada, se están enriqueciendo. Me refiero a quienes aparecen en ciertos programas de televisión por aquello exclusivamente de la demanda.

Incluso muchos de los que tienen la suerte de trabajar, hoy día, tardarían años en ganar  lo que ciertos personajes se embolsan con lo que se conoce por “televisión basura”.

En mi opinión ya no es un problema de discusión o negociación salarial, sino ético. Pero desgraciadamente la masa social no reacciona ante determinadas situaciones. De todos modos, en el caso al que me refiero, es tan sencillo como no pulsar el botón de un mando ya que este simple gesto provocaría la desaparición de dichos programas y personajes. Parásitos sociales con baño de oro al que día a día añaden láminas los que luego también claman al cielo o se rasgan las vestiduras por su situación personal o por la de un familiar o la de un amigo.

Hay espectáculos que se podrían denominar de deformación mental porque de otro modo no se explica su existencia.

Mientras que usted puede que lo esté pasando mal, otros se aprovechan de su irreflexión. A costa de esa preciosa parte del tiempo que les dedica y que bien pudiera emplearlo en otros menesteres, aunque únicamente sea para evitar cosas tan injustas.

Personalmente me duele mucho que alguien cobre cantidades desorbitadas de dinero (miles de euros semanales) por estar solo delante de una cámara sin hacer absolutamente nada, cuando médicos que nos salvan la vida, profesores que nos trasmiten conocimiento… y  tantos y tantos profesionales se ganan el pan con el sudor de su frente de un modo equitativo.

La sociedad la hemos hecho injusta entre todos y el trastoque de valores no está ahí por azar. Demos en la frente a esos programas que imparten “terrorismo mental” ignorándolos, porque insisto que hay cosas que sí se pueden cambiar sin ningún esfuerzo.