Como ella, más de 100 activistas han sido asesinados en Honduras por defender su territorio. Un año después de su muerte, los hijos de Berta Cáceres mantienen la promesa que hicieron a su madre, buscan esclarecer los hechos y dar apoyo a la que fue su lucha. Aunque hay 8 personas detenidas, sus hijas y la organización COPINH (Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras) aseguran que hay irregularidades en la investigación del asesinato y que la impunidad y los ataques a organizaciones defensoras de derechos continúan. Laura Zúñiga Cáceres, la menor de las hijas de Berta, ha visitado España para recoger el premio Artemio Precioso otorgado por Greenpeace y la hemos entrevistado.
¿Qué está pasando en Honduras con los y las defensoras de derechos humanos y mediambientales?
Hay muchas empresas que llegan para privatizar el bosque, para hacer presas o proyectos relacionados con la explotación minera, las personas defienden su territorio y, ante esa organización, se militarizan las comunidades, se ponen guardias de seguridad privada y empieza una persecución jurídica, como hemos visto en el código penal en que se tipificó esa defensa como terrorismo. Previo a eso, en el caso de mi madre y de los compañeros de COPINH, fueron catalogados como usurpadores de la propiedad privada, cuando la propiedad de las tierras es comunitaria. Se ha hecho mucha persecución a los defensores y defensoras de derechos humanos, incluso abogados.
Las hijas de Berta Cáceres recibís amenazas por seguir defendiendo los valores y derechos impulsados por vuestra madre. ¿Cómo vivís estas situaciones de violencia?
Como hijas de Berta Cáceres, estuvimos siempre en peligro y esto siempre lo tuvimos claro. Pero a nosotras nos preocupan especialmente las amenazas que reciben las organizaciones y las comunidades en las pequeñas poblaciones alejadas, donde los liderazgos locales no son visibles y no aparecen en los medios de comunicación. Es mucho más fácil para las empresas y los sicarios atentar contra esas vidas. COPINH, por ejemplo, ha sufrido varios atentados, represiones muy violentas a manifestaciones incluso de mujeres, ancianos, niños.
¿Qué hacéis para protegeros?
Una de las cosas que intentamos hacer es organizarnos, porque al actuar como organización de alguna manera nos brinda protección. Y también seguir visibilizando la situación, viajando mucho para que se sepa y se esté pendiente de lo que ocurre, para seguir activando mecanismos de protección y para presionar a los gobiernos. Concretamente, por ejemplo, el 2 de marzo que fue el aniversario del asesinato de mi madre, hicimos un llamamiento de acción global, en el que 31 países del mundo se sumaron a movilizarse. Esa es una de las formas que tenemos de protegernos.
¿La violencia dirigida hacia las mujeres es todavía más grave?
En el caso de Honduras, que es una sociedad militarizada, los poderes patriarcales son muchísimo más violentos contra las mujeres, sobre todo si son indígenas y pobres. Se ha tratado de desprestigiar las luchas diciendo que las mujeres son resentidas, brujas, prostitutas. Y esto también es parte de cómo se vulnera a las mujeres. Muchas mujeres indígenas han sido protagonistas de las luchas, y al tener ese rol activo, al salir del espacio privado para ocupar espacios públicos, también son atacadas. Tenemos una historia en que a las mujeres indígenas, para marcarlas, se las ha violado, y sus cuerpos siguen siendo trofeos de guerra, y vemos que esta cultura de la violencia y la violación se ha intensificado en los últimos años.
¿Cuál es el mayor aprendizaje de tu madre?
La última vez que vi a mi madre, me dijo una frase que yo creo que es parte de las lecciones que nos deja, no sólo a mí, si no al mundo. Me dijo: “Mire mamita, si usted escucha que nos hacen algo, no tenga miedo”. Ya sabemos que a cualquiera le puede pasar cualquier cosa pero yo creo que una de las cosas que buscan los Estados es ejercer el terror sobre las poblaciones para paralizarlas a través del miedo. Es amedrentar para cortar esas aspiraciones de futuro. Por eso nosotros hablamos de romper con esas cadenas de miedo y terror que nos quieren imponer.
¿Qué podemos hacer para apoyar desde otros países?
Es importante que cada uno actúe desde la responsabilidad que tiene. Muchas personas no se dan cuenta de hacia dónde van sus impuestos, pero lograr dimensionar que esos impuestos pueden financiar la muerte, es importante para ver qué se puede hacer. Después también lo que están haciendo en muchos lugares por Honduras: mandar cartas a sus representantes para que promuevan o corten fondos en función de si benefician o no a las personas (hay iniciativas de ley que se están haciendo para el corte de fondos). Otra forma puede ser seguir comunicándose con nosotros, no sólo para ejercer solidaridad sino para construir herramientas colectivas que ayuden a frenar de manera definitiva este sistema de muerte.
¿Qué le dirías a una persona de aquí para que se diera cuenta de que la destrucción del medioambiente en un país lejano como Honduras también le afecta?
Cuando se asesina a una luchadora o a un defensor en cualquier parte del mundo, también se asesina una parte de nosotros. Somos todos parte del mismo planeta y creo que es importante asumir el papel histórico que nos toca hoy como humanidad. Porque estamos en un punto en que si no actuamos, el planeta y la vida misma se nos acabará y no hay otro planeta de recambio. Esa es una de las cosas que mi madre nos inspiró sobre el sentido de emergencia en que nos encontramos.
Laura Hurtado
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