Esta, es una bella historia de Martina y Calisto, dos almas puras y llenas de amor que en su camino se encontraron y allí, donde quieran que vayan, siempre, unidos los dos.
Pasaban las horas y donde antes se oían las risas y charlas animadas ahora sólo se oía el tic-tac de las agujas de un viejo reloj.
-¿Dónde estás? -¿Por qué no te encuentro?
Gritaba Calisto, y ella con voz apagada y casi sin aliento, desde la lejanía de no más de cinco metros, le contestaba: – Ya voy Calisto, espera amor mío, que ya voy a tu encuentro.
Martina iba despacio, no podía correr, sostenida por un bastón de madera iba silenciosa arrastrando su delicado e hinchado cuerpo sostenido por sus desgastados y dolorosos pies. Sus ojos envueltos por los surcos de una vida ya vivida se mantenían puros e inmaculados, manteniendo en ellos su sempiterno amor por Calisto recelosamente durante años custodiado.
Solos los dos, ella y él en aquella vieja casa que un día, nido de amor fue.
-Pero… ¿Dónde estás? Musitaba Calisto transido de dolor.
– Martina, Martina, ven… ven a mi encuentro.
Y ella, a duras penas continuaba pasito a pasito arrastrando sus pies, deseosa, nerviosa por encontrarse de nuevo con él.
-Extiende tus brazos Calisto, que ya llego.
Sus cuerpos titilantes se abrazaron pero sus ojos ya no podían ver, y así un día tras otro hasta que una noche de luna cerrada su beldad quedo por siempre impresa en su piel.
Buenas noches Martina, hasta mañana Calisto.
El día ya había pasado quedándose dormido un nuevo amanecer.
María del Carmen Aranda es escritora y autora del blog mariadelcarmenaranda.blogspot.com
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