En la actualidad, con el agobio de la crisis, todo el mundo se queja. Lo hacen los de mayor edad que ya expusieron sus vidas cuando no les quedó otro remedio, lo hacen los maduros que también ofrecieron sus costillas a la represión  y se quejan los jóvenes.

Pero cabe preguntarse, ¿qué hacen estos últimos para que los tiempos no sean tan desfavorables al menos para ellos?

Unos, los menos, adoptan una postura radical, la mayoría no se moviliza y algunos critican a sus mayores porque entienden que no han sabido conservar los logros que alcanzaron.

Generalizando, la respuesta a esta “pasividad” seguramente haya que buscarla en que su mentalidad ha cambiado. Una mezcla de fatalismo, pacifismo, tolerancia, conformismo, comodidad… es la génesis de que piensen que nada o poco se puede hacer y que de sobrevenir algún cambio este será a peor.

No obstante, es un hecho que de vez en cuando surgen algunos grupos espontáneos para protestar por la falta de trabajo, de vivienda o por cualquier otra situación socialmente injusta. Globos que se hinchan hasta que la aguja del poder decide pincharlos, no sin antes radicalizar a todos sus integrantes e incluso criminalizarlos. Entonces estos pacíficos y proclives al diálogo retornan a sus casas con un sentimiento de frustración y con la idea reforzada de que tal empresa es imposible.

Un poeta se acordaba de sus hermanos: ¿”Dónde están los poetas andaluces de ahora”? Voz aplicable también a los estudiantes universitarios que hoy pueblan la universidad, la misma donde antaño se gestó más de una causa justa que luego se extendió a otros ámbitos.

Demasiados jóvenes aprovechan el poder derivado de las nuevas tecnologías, que otras generaciones no tenían, pero curiosamente lo utilizan en pro de causas que nada tienen que ver con su situación. Así, por ejemplo, convocan un botellón multitudinario u otros tipos de eventos donde la principal preocupación es el disfrute y el divertimento hasta perder en muchas ocasiones la consciencia.

El sabio siracusano Arquímedes dijo: “Dadme un punto de apoyo y moveré el mundo”. Afirmación esta que de tenerse presente únicamente quedaría ya elegir bien los elementos apropiados.

No nos engañemos, y sobre todo que no se engañen los jóvenes porque son quienes  pueden ejercer mejor la presión necesaria para provocar un posible cambio. ¿O acaso sólo a base de firmas o agudizando el ingenio no podrían derribar muchos muros que encorsetan sus posibilidades, sin tener que recurrir únicamente a la expresión violenta?

Son ellos los que tienen una vida por delante y la capacidad para hacer factible el que esta se desarrolle en un mundo mejor y no esperar a que sus padres o sus abuelos solucionen sus problemas, ni mucho menos convertirlos en sujeto de críticas porque los que ya tienen cierta edad tal vez necesiten un ejemplo decidido y firme para recordar… y apoyar la idea de que el esfuerzo siempre merece la pena.