Vuelvo por primera vez desde que nació y comenzó a rugir el demonio que habita en Cumbre Vieja.

Un ajetreado viaje saliendo de la histórica Emerita Augusta en un autobús, de madrugada, con destino a Sevilla.

La Torre del Oro, tan mora ella, me miró con tristeza al verme pasar hacia el aeropuerto, como deseando acompañarme. Creo que le duele La Palma.

El aeropuerto de la bella capital hispalense se me antoja enorme con la espera, y lo recorro una y otra vez como si pudiera ganar la carrera contra el tiempo.

El vuelo, digno de una película de intriga, me proporciona entretenimiento y distracción, pues encuentro a bordo los personajes más variopintos, interesados en mis conocimientos sobre ‘La Isla que todos quieren conocer’.

Cuando las Islas Canarias comienzan a desfilar bajo mi mirada disminuye la presión que, durante un mes, ha tenido atenazada mi garganta.

Y, por fin, Tenerife; mis amigos son un bálsamo mágico para mi pobre corazón, de nuevo herido por un volcán.

Tras el reposo del alma queda la parte más difícil, volar a La Palma, que yace apuñalada en el costado por esa furibunda bestia infernal.

Casi no puedo respirar, agotada por la angustia de tantos días lejos de mi gente que sufre la devastación de la ardiente lengua de lava que arrasa y petrifica todo a su paso.

La nube negra del volcán me acecha en la pista del aeropuerto, absurdamente pequeña frente al tranquilizador paisaje que se extiende ante mis ojos, y recuerdo lo importante que es tomar distancia.

Las noticias de las últimas semanas le muestran al mundo una pequeña isla convertida en volcán, logrando que el mundo piense en una montaña con cuatro cabras y ocho locos empeñados en vivir allí. ¡Cuán lejos de la realidad!

El volcán de La Palma dejará un triste rastro de destrucción de vidas y sueños, pero no se comerá a esta isla luchadora capaz de producir vida y futuro en un pequeño pedregal; sólo hay que tomar perspectiva.

Las lágrimas de hoy servirán de barbecho para mañana y, un día no muy lejano, el fértil y riquísimo Valle de Aridane verá nuevos frutos, nuevos paisajes y una nueva raza reforzada por las cenizas de hoy.

Los libros de historia dirán que el volcán de 2021 creó hermosos paisajes y nuevas tierras que hicieron más próspera a la ya mundialmente famosa ‘Isla Bonita’.