Se nos olvidará pronto quién pagó las rutilantes sedes del partido de turno, las bodas de sus retoños, los viajes al Caribe, los Canales de Isabel II, los sobresueldos, las cajas B y la indecencia. Tal vez recordemos, por un momento, que han salido de las comisiones de empresarios tan sinvergüenzas como sus pedigüeños amigos. Los del chaqué, los bigotes, Luis el cabrón y todo el resto, pero pronto se nos esfuman como sombras por la calle del Olvido.
Tampoco recordaremos, perdidos entre las esquinas de esa calle, el famoso tres por ciento que cantara Maragall, ni quién se benefició de la adjudicación de las ITV o porqué toda esta gentuza hereda de sus padres cuentas en paraísos fiscales que ni tan siquiera les suenan. Relegaremos a los balcones de la calle del Olvido a todos los que han jugado con los sentimientos de la gente, a los pávidos y a los que se esconden tras una bandera para cubrir sus culos indecentes.
Somos un Pueblo de frágil memoria, no se nos ocurre repasar los historiales de todos estos tipos – genéricamente hablando -. Nunca analizamos quiénes son y de dónde vienen. Si el franquismo y el fascismo hubieran dejado a sus herederos luces de colores, en vez de cuentas secretas y apellidos remachados, la calle del Olvido y, probablemente, todo el país, no necesitaría iluminación nocturna, con lo que nos ahorraríamos un montón de dinero en energía y que, además, y para mayor INRI, siempre acaba en los bolsillos de los habitantes más notables de la calle del Olvido.
Memoria, pido sólo un poco de memoria, de estudio de las hemerotecas y de las filmotecas… y del Nodo. Todo, para que no acabemos perdidos en la calle del Olvido.
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