Podríamos nombrar tantas que llenaríamos paginas sin fin, algunas pasaron a la historia según quien las escribía, (generalmente los ganadores), quedando fijadas en la memoria popular y en cambio otras, a pesar de su importancia, acabaron diluyéndose en el tiempo. Lo que sucedió en el archipiélago de las Açores (Azores) en 1582, fue de tal importancia que su influencia duro 200 años, marcando un hito en la historia. Nos referimos a la batalla de la isla Terceira – São Miguel.

Los reinos de Castilla y Aragón unidos bajo la misma corona y el reino de Portugal se habían convertido en los dos estados más poderosos del siglo XVI, la política de alianzas matrimoniales de los Reyes Católicos había sido tan eficáz que en 1583 iba a culminar con el imperio más grande y poderoso hasta ese momento. Cuando el rey Sebastián de Portugal murió en 1578 en la batalla de Alcázarquivir sin descendencia, subió al trono su tío el Infante Don Enrique, sexto hijo de Manuel I “el Afortunado” y de la infanta María de Aragón (cuarta hija de los reyes católicos); como hermano menor de João III, (Juan III), no se esperaba que llegara a subir al trono por lo que se le educó para la carrera eclesiástica llegando a ser cardenal en el momento de ceñir la corona. Aunque Enrique pidió al papa Gregorio XIII la renuncia de sus votos para encontrar esposa y asegurar la descendencia de la dinastía, la labor de la diplomacia castellana ante el Papa, aliado de los Augsburgo, en este momento la familia más poderosa de Europa, hizo que dicha renuncia no se le concediera. La muerte del rey-cardenal antes de que el Consejo de Regencia hubiera escogido a su sucesor, creo una crisis dinástica en la que Felipe II iba a hacer valer sus derechos al trono como hijo de Isabel de Portugal y nieto de Manuel I. De entre los demás candidatos solo D. António de Portugal, Prior do Crato, hijo natural de la relación del infante Luis de Portugal quinto hijo de Manuel I, con la judía-conversa Violante Gómez, también se postuló como heredero al trono enfrentándose a su primo Felipe.

Felipe II, contaba con el apoyo de la nobleza y el alto clero portugués, que rechazaban a D. Antonio por varias razones, como el hecho, muy importante en la época de ser hijo natural y su madre de origen judío, pero lo más importante para ellos era el mantenimiento del imperio de ultramar que Felipe podía garantizar. D. Antonio por su parte gozaba del favor popular y del pequeño clero, sin esperar lo que dijera el consejo de regencia se adelantó autoproclamándose rey de Portugal en Santarém el 19 de junio de 1580 y se dirigió a Lisboa donde fue reconocido por las autoridades civiles y eclesiásticas de la ciudad siendo aclamado en varias localidades del país, llegando a acuñar moneda para afianzar su soberanía, pero su gobierno tan solo duro treinta días pues sus tropas fueron derrotadas por las del duque de Alba en la batalla de Alcántara.

Felipe II y D. Antonio, prior de Crato

Felipe II, consideraba a Portugal como un reino hermano, era la cuna de su madre y no quería una ocupación a base de sangre y fuego; prohibió expresamente que las tropas saquearan las ciudades y tuvieran desmanes con la población. El duque de Alba cumplió a rajatabla sus órdenes llegando a colgar a dos oficiales y varios soldados tras un saqueo.

Tras la derrota D. Antonio huye hacía Coímbra pensando fortificarse allí; entra en Aveiro y la saquea por haber reconocido a Felipe II, después recorre la comarca reclutando gente. Alba envía a Sancho Dávila en su persecución y éste se presenta ante Coímbra, pero la ciudad reconoce a Felipe como rey de Portugal e igual hizo Aveiro cuando D. Antonio la abandona ante la llegada de Dávila, los demás pueblos de la comarca también van reconociendo a Felipe como su rey. D. Antonio llega a Oporto donde toma represalias sobre los partidarios de Felipe, que se ven obligados a huir, como Pantaleón de Saa, a quien Felipe ordena más tarde que acuda en ayuda de Dávila, quién toma Oporto el 24 de octubre de 1580 con facilidad.

Con el reino perdido D. Antonio vuelve a huir hacia el norte portugués, embarcando en una urca flamenca hacia Calais en Francia desde donde cruza el canal de la Mancha hacia Inglaterra; allí pide ayuda a la reina Isabel ofreciendo un juego de joyas de la corona que ha sacado de Portugal, e intenta convencerla diciéndole que en Portugal ha dejado un millón de ducados escondidos con los que pagará tropas y una flota. Deposita las joyas a prestamistas particulares y va formando una armada llegando a tener hasta veintiuna naves contratadas, pero cada vez que quiere partir la reina se niega diciéndole que eso traería una guerra con Felipe II que ella no quiere; en realidad los ingleses no le ven como rey de Portugal, lo que quieren es su dinero ya que como las joyas eran de la corona portuguesa habría que restituirlas, de manera que le hacen endeudar por el valor de dichas joyas para que estas generasen el máximo interés, así cuando fueran reclamadas se tuviera que devolver su importe más el interés. Cuando por fin comprende que le están engañando reclama las joyas y le piden por ellas dos mil libras, pero a los pocos días le dicen que han hecho mal las cuentas y que se han equivocado y que les tiene que dar tres mil libras por ellas, tan descarada es la estafa de los ingleses que hasta el propio embajador español Bernandino de Mendoza en una nota comunica “que le están desplumando”, cuando por fin reacciona D. Antonio decide dejar Inglaterra e ir a Francia.

En Francia, la situación es totalmente distinta, la reina madre Catalina de Médicis, también había intentado ejercer sus derechos al trono portugués alegando ser descendiente de la condesa Matilde de Bolonia, esposa de Alfonso III de Portugal, al ser rechazada utiliza su influencia sobre su hijo el rey Enrique III para apoyar al de Crato y ella misma pone 300.000 coronas a la empresa, su intención era la de extender el dominio colonial francés a costa de Portugal que cedería el archipiélago de Madeira, Cabo Verde y Brasil dejando para D. Antonio, Portugal y Azores.

Con D. Antonio fuera de Portugal, Felipe II se traslada de Badajoz, en donde llevaba varios meses residiendo para coordinar mejor la herencia portuguesa, a Lisboa. Las cortes portuguesas se reunieron en Tomar el 15 de abril de 1581 y le declararon rey con el título de Felipe I de Portugal, jurando mantener todos los fueros, privilegios, usos y libertades existentes en el país. De todos los territorios portugueses solo las Azores quedaron fieles a D. Antonio, apoyado por Francia que envía una flota al mando de Antoine Scalin; pero no todas las islas estaban con D. Antonio, de las nueve islas, São Miguel y Santa María quedaron fieles a Felipe I, mientras que Terceira y las demás apoyaban al de Crato.

Las islas Azores tenían una importancia clave como base para hacer aguada y repostaje de víveres, leña etc, así como reparaciones en los daños de las naves, tanto de las flotas que volvían de América, ya que el archipiélago dista unos 1.500 km de Portugal y del canal de las Bahamas unos 5.500km, como de las flotas portuguesas que venían de las indias orientales bordeando África, debiendo subir hasta Azores para avituallarse y dirigirse hacia la península Ibérica. Hay que recordar que en esta época las naves no tenían más motor que el viento y que para ir hacia América debían de bajar de latitud para coger los alisios que las impulsaban hacia occidente y para el retorno justo lo contrario subir de latitud hasta coger la corriente del golfo y los alisios que giran y vuelven hacia Europa. Su posición geográfica ante viajes tan largos las hacían sumamente valiosas.

Felipe, tras recibir a los delegados de la isla San Miguel, envía a la armada de Galicia con cuatro naos grandes y dos pequeñas cuya tripulación estaba formada 80 artilleros y 600 infantes al mando de Pedro Valdés, con la misión de recibir las flotas, tanto la de indias como la de la India oriental que venía al mando de D. Manuel de Melo, (partidario del Prior) además de limpiar el mar de corsarios. Llegado a San Miguel, Valdés es informado por el gobernador de la isla, Ambrosio de Aguiar, de la existencia de muchos partidarios de D. Antonio a los que no consideran muy peligrosos ya que parecen estar mal armados. Valdés tenía que esperar la flota de refuerzo al mando de Galcerán Fenollet, con 2.200 hombres del tercio del maestre de campo Lope de Figueroa y juntos tomar la isla Terceira, pero pensando que la victoria era fácil y segura y como además tendría que ceder el mando, decidió hacer un desembarco con 350 hombres cerca de Angra el 25 de julio de 1581 olvidándose de las ordenes recibidas. El plan de Pedro de Valdés era desembarcar a sus hombres en la Casa da Salga, en el valle de Porto Judeu a una milla de Vila de São Sebastião.

La bahía de Salga era relativamente amplia, con un profundo canal que permitió el desembarco de hombres y municiones y que se extendía hacia el interior a lo largo del valle en una vasta llanura que alcanzó hacia el Pico de García Ramos. Mientras el gobernador Ciprião do Figueiredo (partidario de D. Antonio), había organizado la defensa de la isla y aunque la resistencia fue tenaz al mediodía los castellanos ya habían desembarcado unos 1.000 hombres y avanzaban hacia el interior. Combatiendo con los isleños se encontraba un sacerdote Frei Pedro, que viendo la superioridad de los hombres de Valdés le aconseja a Figueiredo juntar todo el ganado vacuno de la isla, unas 500 vacas y bueyes para emplearlo como fuerza de choque, reunieron todo el ganado y lo condujeron al campo de batalla provocando una estampida que se lanzó contra los castellanos, el brutal choque descompuso las líneas y los portugueses que venían detrás hicieron el resto, los castellanos fueron masacrados consiguiendo regresar a los barcos solo unos treinta.

El 9 de agosto llegan las flotas de Tierra Firme y Nueva España, bajo el mando de los capitanes generales Francisco de Luján y Antonio Manrique, Valdés les solicita ayuda para volver a Tercera, pero se la niegan priorizando el llevar sus cargamentos a Castilla. Cuando llega Figueroa intenta varios desembarcos fallidos pero como el tiempo se echa encima entrando en el mes de septiembre en donde el Atlántico con continuas borrascas se hace muy peligroso regresa a Lisboa. Valdés a su regreso a Castilla es encarcelado y juzgado por desobediencia como responsable de la derrota de la batalla de Salga, aunque finalmente es indultado.

Mientras habíamos dejado a D. Antonio en Francia preparando una armada para ir a las Azores apoyado por el rey Enrique III, el cual cada vez que era consultado por el embajador castellano decía que no saber nada ya que Francia y Castilla estaban en paz y no le convenía oficialmente enviar barcos y hombres, lo que sería tomado como una declaración de guerra, por lo que Enrique comunica a Felipe que si hubiera barcos, estos serían piratas, esta declaración oficial tuvo consecuencias como se verá más tarde.

El objetivo francés era ir hasta Madeira con la flota al mando del Condotiero Filippo di Piero Strozzi y tras ocupar las islas, partir para las Azores donde tomarían San Miguel y Santa María, proclamando a D. Antonio rey de Portugal; Mientras, su segundo el mariscal Brissac, se apoderaría de las islas de Cabo Verde, desde donde Strozzi partiría a Brasil, en donde sería nombrado virrey en nombre del rey de Francia.

Un gran flota francesa de 64 buques se reúne en Belle Isle al mando de Strozzi, que enarbola su estandarte en el Saint Jean Baptiste (San Juan Bautista)de 170 toneladas como capitana, y el Saint Pierre (San Pedro), como almiranta al mando del mariscal Brissac. Aparte de la marinería embarcan 6.000 hombres de armas a sus órdenes y del maestre de campo Saint Souline, además de D. Francisco de Portugal conde de Vimioso afín al Prior de Crato, más siete buques ingleses al mando de sir Howard of Effingham. Parten el 16 de junio y al cabo de un mes atracan en la rada de San Miguel, aunque los pilotos piensan que están en la isla de Santa María, Strozzi decide  desembarcar y tomar la isla con 1.200 hombres, pero los castellanos aun en inferioridad ofrecen una feroz resistencia consiguiendo salir de la pinza que les hacen los franceses y acaban refugiándose en el fuerte de Ponta Delgada (Punta Delgada), al que Strozzi pone asedio, pero al enterarse de que D. Álvaro de Bazán partía con una escuadra hacia Azores, ordena reembarcar a sus tropas perdiendo así la oportunidad de tomar la isla San Miguel completamente.

Efectivamente en Lisboa y Cádiz se preparaba una flota para recuperar las islas rebeldes, a cuyo mando había puesto Felipe II a su mejor marino, Don Álvaro de Bazán, Marqués de Santa Cruz, quien tras su importante intervención en la toma de Lisboa, donde entrando por el estuario del Tajo neutralizo la flota de los seguidores del Prior de Crato, se había quedado en Lisboa acompañando al rey, cuando este le nombra general mayor de Mar y Tierra.

D. Álvaro de Bazán

El galeón portugués Sao Martinho (San Martín), fue el elegido por Bazán como capitana, con 1.000 toneladas de desplazamiento y armado con 48 cañones, como segundo al mando Cristóbal de Eraso, capitán general de la escuadra de la Carrera de Indias, D. Lope de Figueroa como Maestre de Campo, al mando de las compañías del Tercio embarcado, unos 6.000 hombres a bordo de otro galeón portugués, el San Mateo, de 36 cañones y 600 toneladas, con ellos otro distinguido marino, Capitán General de la Armada de Guipúzcoa, D. Miguel de Oquendo al mando de una escuadra guipuzcoana a bordo de La Concepción de 528 toneladas, mientras que otra escuadra reunía a los mercantes y buques auxiliares. Al tener conocimiento de que la armada francesa está en Azores, Felipe II le ordena partir inmediatamente, el 10 de julio veintiocho naves zarpan de Lisboa, un día más tarde partieron de Lisboa otras tres naos y dos carabelas, que navegarán hasta las Azores separadas de la armada, el objetivo era juntarse con la armada de Andalucía al mando de Juan Martínez de Recalde, compuesta de 20 naos, más 12 galeras de don Francisco de Benavides, las cuales se hacen a la mar días después,

Al poco tiempo de zarpar una tormenta dispersa la flota, lo que hace que varios barcos tengan que dar la vuelta para refugiarse en Lisboa, lo mismo le ocurre a Recalde que no consigue pasar del cabo San Vicente y se refugia en lagos (Portugal) mientras que las galeras de Benavides se muestran totalmente inoperantes en un océano como el Atlántico y nunca llegaran a Azores. Aun con todos estos contratiempos Bazán consigue reagrupar la armada y se presenta en San Miguel con unos 28 barcos, fondeando en Vila Franca (Villafranca) a unos 20km de Punta Delgada.

El capitán del castillo de Punta Delgada, Juan del Castillo, al ver venir la Armada hispanoportuguesa envía una pinaza para informar de que la armada francesa está al otro lado de la isla y su gran composición, sorteando las naves enemigas llega a Villafranca comunicando a Bazán que, siendo el enemigo muy superior en naves, se arrimen a tierra buscando la protección del castillo que ellos les cubrirán con el fuego de sus cañones, la contestación de Bazán es la siguiente:

«Bien vemos la enemiga armada con gran cantidad de velas más que la nuestra, mas no tan buena y con tanta honrada gente y con la ayuda de Dios, si el viento me es favorable, le daré batalla y si no cuando o sea el enemigo lo aguardaré y pelearé con él hasta desbaratarlo»

Con esta actitud de Bazán tomando en todo momento la iniciativa envía un claro mensaje a Strozzi, de que a pesar de la inferioridad numérica no le va a dar cuartel, ganando desde ese momento la batalla psicológica. Por su parte Strozzi ya conocía la llegada de la Armada de Bazán y su número al haber apresado una carabela que venía de Lisboa. D. Álvaro, reúne a sus capitanes en consejo de guerra y deciden atacar.

En ese momento el viento soplaba de tierra por lo que las dos armadas van a barlovento, los franceses se despliegan en el mar a lo largo de un kilómetro y medio divididos en tres escuadrones, Bazán ordena formar en escuadrón, con él a la vanguardia en el San Martín, rodeado del resto de sus grandes navíos y una línea de socorro detrás, a continuación una segunda línea en retaguardia al mando de Oquendo de igual formación, con las dos armadas frente a frente a punto de entrar en combate deja de soplar el viento quedando suspendidas ambas maniobras, Strozzi a base de remolcar su barcos vuelve a Punta Delgada y Bazán pasa la noche frente a Villafranca.

Al amanecer del día 23, ambas armadas comienzan a tomar las mismas posiciones que la tarde anterior y Bazán comienza a maniobrar para intentar ganar el barlovento a lo que Strozzi reacciona impidiéndoselo, entonces cambia de táctica ya que está a sotavento, y deja que los franceses se aproximen a él y los espera, pero cuando están a punto de doblar la línea española vuelve a caer el viento y continúan navegando en dirección a la isla de Santa María sin que ocurra nada.

Amanece el día 24 y ambos vuelven a intentar la misma maniobra de vuelta hacia San Miguel, pero la armada hispanoportuguesa navega pegada a tierra con poca capacidad de maniobra, los franceses han ganado el barlovento y se lanzan contra la retaguardia de Oquendo, pero Bazán a la vista de la maniobra francesa vuelve a cambiar de táctica y ordena orzar (llevar la proa del barco en dirección a donde viene el viento), con el objetivo de presentar los flancos y disparar la artillería sobre la escuadra francesa para que esta no se acerque. Strozzi se va directo a por Bazán ya que según la teoría de los caballeros de la época los almirantes se han de enfrentar entre sí y aquí el genio de Bazán vuelve a sobresalir, da orden de girar en redondo y en una maniobra increíble la vanguardia hispanoportuguesa gira toda colocándose a contra marcha de la francesa, ordena ponerse en hilera (en línea) y abre fuego de cañón sobre ella, a esta hilera además se suma la retaguardia de Oquendo que se había salido de la línea, al ver la orden vuelve y se suma al cañoneo sobre la vanguardia francesa que se retira con algunas naves dañadas, de la que una de ellas terminará hundiéndose por los daños recibidos.

Al caer la noche D. Álvaro sabe que no puede continuar a sotavento y vuelve a hacer una demostración de su genio ordenando a toda la armada que al ponerse la luna, sin más órdenes y sin luces, viren para ganar el barlovento. Gira en redondo cruzando la retaguardia francesa y apareciendo a barlovento al amanecer del día 25, ordena aproar al enemigo para presentar batalla, cuando en esta maniobra la nao de D. Cristóbal de Eraso, el segundo de D. Álvaro, dispara un cañonazo de aviso, una fortuita racha de viento había desarbolado su palo mayor quedándose rezagado. D. Álvaro manda suspender el ataque y acude en su socorro remolcándolo, ordena hacer una rodela de naves alrededor de la almiranta para que los franceses no fueran sobre ella mientras reparan la avería. D. Álvaro, en este episodio nos muestra ese carácter que le hacía querido de todos sus subordinados, prefiriendo no desamparar una nave con problemas que hubiera sido presa fácil del enemigo y mantener la armada unida sacrificando un ataque ventajoso. En esta noche sin luces dos urcas flamencas que transportaban tropas alemanas, unos 500 hombres, desertan de la armada de Bazán.

Cuando amanece el día 26, Bazán se encuentra otra vez pegado a tierra remolcando la nao averiada, pero está en peor posición que los días anteriores ya que otro cambio de viento hace que los franceses le entren por la popa, cuando la situación parecía que no podía ir a peor, el San Mateo se descuelga de la vanguardia hispana saliéndose de la formación; inmediatamente la capitana, la almiranta y otras tres naves francesas se lanzan sobre el galeón solitario, no se sabe bien porqué el San Mateo se separa del resto de la vanguardia, algunas teorías dicen que navegaba mal, cosa poco probable, pero el sacerdote, historiador y humanista portugués Gaspar Frutuoso nos dice que fue una táctica hablada entre D. Álvaro, Lope de Figueroa y el resto de los capitanes una estratagema para romper el frente francés y ganar el barlovento y en su libro “Saudades da Terra”, Libro 4, describe el orden de combate que dispuso Figueroa:

En la proa el capitán Rosado y su alférez y bandera, y don Félix de Aragón, Fradique Carneiro (Carnero en el documento castellano) y Gaspar de Sousa (Sosa en el documento castellano), sobrino de don Cristóbal de Moura, hidalgos portugueses, con treinta arcabuceros y diez mosqueteros. En la plaza de armas del galeón, cincuenta arcabuceros y mosqueteros, con los sargentos de Rosado y del maestre de campo general, y el alférez Fernando de Medinilla. En la cubierta baja de popa a don Francisco Ponce, con veinte arcabuceros y mosqueteros. En la cubierta alta de popa, a don Gonzalo de Carvajal, alférez del maestre de campo general, con su bandera y treinta soldados arcabuceros y mosqueteros. El maestre de campo general, el veedor general don Pedro de Tassis, el capitán Villalobos, portugués, acudirán a todas las partes. En el balcón (corredor), ocho soldados arcabuceros; en cada gavia, cuatro arcabuceros y dos mosqueteros. Con la artillería alta el alférez Bernabé; con la baja, el alférez Juan Franco y el sargento Manuel Correia. Con el socorro el alférez Zapata y el alférez Luis de Leiva; con la pólvora el capitán Rodovalho, portugués, con otros dos hombres principales. A cada pieza de artillería un artillero y seis ayudantes, y en cada porta dos mosqueteros.

Lo que nos indica que estaba totalmente preparado para dar batalla mientras espera que se acerque la vanguardia francesa.

Bazán se aleja del San Mateo sin enviarle auxilio, seguido del ala izquierda francesa a la cual deja aproximarse y cuando está a tiro suelta la nao de Cristóbal de Eraso que ya navega a media vela y se lanza contra los franceses combatiéndolos al cañón, mientras que Oquendo atento a ambas maniobras manda virar a la retaguardia para buscar el barlovento, operación que le lleva una hora.

El San Mateo es alcanzado por babor por el Saint Jean Baptiste, que lanzándole los garfios lo engancha, mientras Brissac hace lo mismo por estribor y otras dos naves francesas lo enfilan por la proa y por la popa, Lope de Figueroa que ha estado inactivo hasta este momento en cuanto le echan los garfios abre fuego en dos andanadas a bocajarro contra las naves francesas, comienza entonces una defensa cerrada al arcabuz por parte de la infantería de marina española que impiden el abordaje francés, durante dos horas el San Mateo se defiende tan tenazmente que no solo rechazan el abordaje francés sino que los hombres viendo que estos retrocedían se lanzan a abordar la almiranta, pero viéndolo Lope de Figueroa ordena abortar el abordaje ya que necesita a todos los hombres para defender el galeón.

Galeón San Mateo

Bazán, entretanto se ha desecho del ala izquierda francesa y comienza a buscar el barlovento y Oquendo que ya lo tenía ganado se lanza directo a socorrer al San Mateo, pero la primera en llegar es la urca Juana del maestre don Pedro de Galarza que se engancha con el Saint Pierre por la popa y le suelta una andanada de enfilada que recorre toda la nave causando graves daños, en este momento es Oquendo el que aparece con La Concepción con todo el trapo dado (a máxima Velocidad), metiéndose entre el San Mateo y el Saint Jean Batiste; le hunde el costado a la vez que abre fuego de cañón en el momento en que los franceses iban a intentar el abordaje definitivo al San Mateo, acto seguido carga con toda la artillería sobre la almiranta de Brissac barriendo la cubierta, produciéndose un combate cerrado entre las distintas naves.

Entonces a barlovento aparece Bazán con el San Martín y la vanguardia hispana, viendo que la situación con el San Mateo está controlada ya que está siendo auxiliado por Oquendo y que ahora son la capitana y almiranta francesa las que tienen problemas, ordena volver a formar en hilera y haciendo una bordada (camino recorrido por el barco comprendido entre un virada y la siguiente), se dirige hacia los refuerzos de Saint Souline, pasando por medio abriendo fuego de cañón por babor y estribor contra ellos para evitar que socorran a su capitana, cuando llega al final de la línea gira y vuelve a pasar por medio disparando andanadas. Saint Souline ante el ataque de Bazán da la vuelta y huye dejando a Strozzi y Brissac a merced de los españoles.

Entre tanto el Saint Pierre ha conseguido auxilio y se ha liberado del San Mateo y los refuerzos hispanos y cortando los garfios busca salida al mar y alejarse del combate, cuando se encuentra al San Martín que va directo hacía él, D. Álvaro le lanza una andanada y ahora sí ordena el abordaje, le echan los garfios al pasar junto a él abordándole por babor mientras que por estribor aparece la nao Catalina de Sebastián  de Labastida, que lo aborda también, tras una hora de combate la nave acaba rindiéndose, el resto de naves francesas viendo la rendición de su Capitana y de la Almiranta se retiran de la Batalla.

Galeón San Martin

Las perdidas francesa entre los barcos capturados o hundidos ascienden a once barcos, ya que hay que contar la nao que no puede combatir tras los daños sufridos el día 24,  no se sabe con exactitud la cantidad de bajas, aunque se calculan unas mil quinientas, Filippo di Piero Strozzi, herido de muerte por una bala de arcabuz muere al ser trasladado al San Martín y el conde de Vimioso muere días después por las heridas recibidas, gracias a él se conocen todos los planes que las distintas potencias estaban haciendo en contra de la unión de los reinos hispánicos.

Las bajas hispanoportuguesas fueron 553 heridos y 224 muertos no perdiendo ningún navío aunque muchos quedaron dañados, necesitando reparaciones. D. Álvaro deja que los franceses se retiren y no los persigue prefiriendo esperar la llegada de las flotas de indias para darles protección dirigiéndose con ellas y las naves apresadas y no hundidas a Lisboa. También desiste de atacar la isla rebelde donde vicealmirante francés Laureau se ha refugiado con 17 naves de la escuadra de Strozzi, también tiene en consideración la inminente llegada del otoño que no aconseja acciones en el Atlántico. Al año siguiente con una nueva flota tomara Terceira y Fayal quedando ahora si todo el archipiélago bajo la obediencia a Felipe I.

Los prisioneros franceses al no existir ninguna declaración de guerra entre Castilla y Francia, cosa que Enrique III había dejado muy claro antes de comenzar el conflicto, son considerados fuera de la ley, 80 gentileshombres y 313 soldados fueron condenados a muerte como piratas y perturbadores de la paz pública.

El 9 de agosto llega la escuadra de Juan Martínez de Recalde, compuesta por 15 naos y galeones, D. Álvaro recompone sus fuerzas distribuyendo la gente de mar y guerra entre las 40 naos y galeones restantes y la isla de San Miguel, donde deja unos 2.000 hombres. Como hemos dicho espera la llegada de la flota procedente de América, al mando de Fernando Téllez de Silva, a la que asigna seis de sus buques, a cargo de don Cristóbal de Eraso, para escoltarla hasta Lisboa.

Las consecuencias de esta victoria sobre la armada francesa en la batalla de Terceira- São Miguel son de gran importancia ya que consolidó el mayor imperio conocido hasta el momento, en una globalización enmarcada en la Unión de Coronas Hispánica eliminando de paso a uno de los actores competidores en el Atlántico, Francia, consolidando una hegemonía en el océano ante la que nada pudieron hacer ni ingleses, ni holandeses durante cien años, dedicándose solo a piratear sobre los territorios castellanos y portugueses a los que a partir de este momento consideraron enemigos, aunque como hemos visto, el objetivo de las demás potencias tal y como acababa de demostrar Francia, era predar sobre el imperio portugués.

Por último que no decir del gran artífice de esta victoria, D. Álvaro de Bazán, merecedor de un artículo aparte, fue seguramente el mejor marino español de todos los tiempos, invicto tras cincuenta años de servicio en donde demostró su genio en las distintas maneras de navegar y combatir en dos mares tan distintos como el Mediterráneo y el Atlántico, proveniente de una familia de caballeros que se adaptó a la mar, fue marino, general y diseñador de naves, clave en Lepanto donde sus treinta galeras de la retaguardia dieron la victoria a la armada cristiana contra el turco y decisivo en Terceira en donde demostró su adaptación a las “naves mancas” llamadas así al no tener remos, y a un océano que nada tenía que ver con su larga experiencia mediterránea, demostrando unas tácticas tan innovadoras y novedosas como combatir al cañón en formación de hilera adelantándose a lo que ocurrirá más tarde en el siglo XVIII.

Admirado por todos, temido de sus enemigos y amado por sus hombres, Cervantes que combatió en Lepanto, en el Quijote nos dice de él:

“Tomóla la capitana de Nápoles, llamada La Loba, regida por aquel rayo de la guerra, por el padre de los soldados, por aquel venturoso y jamás vencido capitán don Álvaro de Bazán, marqués de Santa Cruz.                                                                                                       

En 1588 Luis de Góngora le escribió un epitafio:

No en bronces, que caducan, mortal mano,
Oh católico Sol de los Bazanes
Que ya entre gloriosos capitanes
Eres deidad armada, Marte humano,
Esculpirá tus hechos, sino en vano,

Cuando descubrir quiera tus afanes
Y los bien reportados tafetanes
Del turco, del inglés, del lusitano.
El un mar de tus velas coronado,
De tus remos el otro encanecido,
Tablas serán de cosas tan extrañas.
De la inmortalidad el no cansado
Pincel las logre, y sean tus hazañas
Alma del tiempo, espada del olvido
.

Pero el que mejor refleja la grandeza de su figura fue Lope de Vega, que estuvo a sus órdenes en Terceira, dejando escritos unos versos que hoy día se pueden leer en la parte posterior del pedestal de su estatua en la plaza de la Villa de Madrid:

El fiero turco en Lepanto,
en la Tercera el francés,
y en todo mar el inglés,
tuvieron de verme espanto.
Rey servido y patria honrada
dirán mejor quién he sido
por la cruz de mi apellido
y con la cruz de mi espada
.