25062014161434-300x188No quiero detallarles las ignominiosas estadísticas que abundan en cualquier publicación porque, detrás de cada guarismo, se esconde un drama y una vida llena de llantos escondidos, muchas veces entre la soledad, el miedo y  la incomprensión, y eso me entristece. No quiero ni pretendo clamar solamente un día determinado, ya que el clamor y los gritos de las víctimas son a diario y constantes. Mi pretensión es mucho más concreta: erradicar toda violencia machista, sea física, síquica, sexual, cultural y religiosa. Y si algún hombre tiene dudas sobre el alcance de lo que digo que se ponga en lugar de su mujer para ver lo que se siente. Y perdonen que utilice el pronombre posesivo, porque ningún ser humano es propiedad de otro; todos, mujeres y hombres, deberíamos ser libres y solo llorar de risa cuando la pareja nos cuenta un chiste o nos hace el amor.

Precisamente en la palabra amor se encuentra resumida la solución. En el amor no hay desprecio, no hay burla, no caben los celos exagerados, no hay posesión; tampoco venganza o la humillación y, por tanto, no cabe la violencia. Lo demás no es amor, tendrá todos los nombres que el violento quiera darle, desde la pasión al odio, pero eso no es amor. Ni siquiera amor propio; eso es: cobardía.

El cobarde se doblega ante todos. Frente a su jefe, con sus amigos, con otras mujeres, con el alcohol o las drogas y ante sí mismo; el violento cobarde solo demuestra su fuerza contra quienes le quieren o son tan débiles como él. Y muy pocas veces se arrepienten o se regeneran porque los cobardes se sienten frustrados y alguien tiene que pagar su frustración. Tal vez puedan hacerlo con otras parejas, pero difícilmente con su víctima por la que no sienten ningún respeto aunque juren lo contrario.

Para evitar la furia de los cobardes lo más efectivo es la educación. La educación en las escuelas, en la familia y en los círculos sociales. Complicado cuando los enseñantes hacen oídos sordos y se despreocupan ante los actos de ímpetu machista en los centros de enseñanza. Complicado cuando todavía hay madres que educan a sus hijos con costumbres demasiado machistas. Complicado cuando el círculo de amigos entra en el lenguaje y en la espiral machista. Complicado cuando altos dignatarios de la Iglesia Católica se manifiestan como el obispo de Alcalá, Juan Antonio Reig Pla, que ha dicho en unas declaraciones: Hay que quitar el voto a las mujeres porque últimamente piensan por su cuenta. Complicado cuando hay religiones que relegan a las mujeres coartando  su libertad y capacidad de decisión. Muy complicado cuando se ha crecido en un ambiente donde existe maltrato.

Y no solo habría que educar al individuo, también a la sociedad. A las administraciones públicas y judiciales, como dijo Platón: La obra maestra de la injusticia es parecer justo sin serlo. También erradicar ciertas actitudes sociales, corregir a los místicos que condicionan el papel de la mujer… y a muchos hombres y a no pocas mujeres. Recordarles a todos que la furia de los cobardes tiene los brazos muy largos y el entendimiento muy corto. Y, desgraciadamente, también largas las manos.