A continuación vamos a tratar de desglosar paso a paso todos los datos que nos ayuden a esclarecer parte de la polémica generada.
El importante y rápido avance tecnológico que se está produciendo actualmente en el desarrollo de las nuevas tecnologías aplicadas a la bioenergía se ha convertido en una espada de doble filo que amenaza con desequilibrar el orden mundial y que ha visto su culmen en el último informe publicado por la ONU (“Energía sostenible: Un Marco para la Toma de Decisiones”
– descargar informe completo – ) en el que se alertan de los contras de esta, a priori, limpia y económica manera de producir calor, electricidad y combustibles para el transporte.
Comencemos desgranando las bondades de los biocombustibles:
Que muchos países hayan sido seducidos por la producción de una energía que puede ser creada en sus propios territorios sin necesidad de disponer de materia prima específica, tales como el petróleo, el gas o los combustibles fósiles, y cuyo principal proceso de transformación es la propia fotosíntesis basada en el agua y la luz, no resulta un pensamiento descabellado. Si a esto unimos la generación de puestos de trabajo e infraestructura necesaria y las posibilidades de desarrollo de estas nuevas materias, podemos llegar a pensar que cualquier país debería optar por este tipo de producción en su territorio.
Una vez generado el biocombustible, se podría dotar de un suministro constante y regular, dentro de las propias fronteras, de un combustible limpio y económico a aquellos lugares dónde se carecía de suministro, lo que también ayudaría al autodesarrollo de las zonas más pobres de cada país, dónde la falta de energía sumía a los pobladores de la región en un ciclo de pobreza y carencias difícilmente esquivable.
La creación de nuevos ingresos y de una infraestructura de empleo estable serviría para revitalizar las zonas rurales de estos países, generalmente los más pobres entro los más pobres del mundo, si tenemos en cuenta que la mayor parte del empleo generado por la industria de los biocombustibles se producen en los sectores de la agricultura, el procesamiento y el transporte.
Es por todas estas razones que muchos países, tales como India, Zambia, Malasia o la propia Argentina, han tomado una serie de medidas favorables a la producción de biocumbustibles. La propia Unión Europea prevee que en 2020 se alcance una cuota del 10% de todos los combustibles de esta manera. Algunas de estas medidas le sonarán al lector habitual de esta sección.
Sin embargo, el informe que la ONU presentó el pasado mes de abril supuso un jarro de agua fría en una industria que ha visto como su producción se doblaba en los últimos cinco años y cuya progresión era similar en los cuatro siguientes.
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He aquí algunos de los problemas, no menores, que podría acarrear (e incluso ya está acarreando) la producción de biocombustibles:
El primer problema con el que nos encontramos es con el del propio suelo de cultivo. La demanda que ejercen los productores de biocumbustibles sobre el suelo puede menoscabar la producción de otros tipos de cultivos principalmente alimentarios, lo que supondría un aumento del precio de estos alimentos que ya se viene observando en las grandes zonas de producción de biocumbustibles. Además, debido a que la producción de materias primas para la industria del biocumbustible demanda una gran cantidad de agua, el suministro para su uso doméstico puede verse mermado produciendo una gran amenaza sanitaria.
Los autores de este informe temen también que la producción y tratamiento a gran escala provoque un desplazamiento masivo de los agricultores tradicionales de las zonas afectadas, generalmente las más pobres, agudizando así su problema económico, agravado aún más con el aumento en el precio de los alimentos y materias primas, que podrían dispararse. En países como Colombia o Méjico el precio de la materia base de la alimentación, el maíz, se ha multiplicado desorbitadamente debido a la demanda de este producto para la producción de etanol en los países desarrollados.
Las repercusiones medioambientales han sido también un gran factor de alerta. Si bien el beneficio final, el de la producción de una energía limpia y respetuosa con el medioambiente es innegable, en su fase de producción podría resultar una técnica tremendamente dañina.
Si bien la agricultura tradicional, mediante la rotación e intercalación de cultivos suponen una repercusión neutra e incluso beneficiosa para el medio ambiente, los cultivos de materias primas para biocumbustibles, generalmente en forma monocultivos a gran escala, supondrían una desastrosa pérdida de la biodiversidad, provocando además una excesiva erosión del suelo y agotamiento de los nutrientes esenciales. Y el propio informe no habla de males futuros, pues presenta como ejemplo grandes zonas de países como Tailandia, India o Sri Lanka donde la deforestación a gran escala ha llegado de la mano del cultivo de biocombustibles.
La sustitución de las originales selvas y praderas de las zonas afectadas pueden constituir un mal presente que se transforme en una catástrofe futura provocando la acidificación de los suelos y aguas superficiales, la eutrofización del agua e incluso la disminución del nivel de ozono.
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La polémica está servida
Estos son los datos básicos, las claves de este conflicto que enfrenta el desarrollo y la conservación del medio y sus habitantes, las circunstancias que rodean un hito muy importante del que podríamos ser todos espectadores y actores.
A continuación reflejamos diversas reacciones que han provocado este informe de la ONU, que sin paños calientes ha expuesto los pros y los contras de la generación de biocombustibles para su uso habitual.
Altos funcionarios de la propia ONU han abogado, tras el informe, por la producción y uso de biocumbustibles como fomento en el desarrollo de los países más pobres ya que “va a ser una ventana para diversificar la producción”.
Lakshmi Puri, directora de comercio internacional y materias primas de la Conferencia de Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), ha afirmado que es falso que este tipo de producción esté poniendo en peligro otro tipo de producciones de tipo alimentario, ya que estos cultivos se producen en terrenos degradados.
La Asociación de Productores de Energías Renovables (APPA) declaró el pasado 16 de abril: “De manera simplista y demagógica se pretende responsabilizar a los biocarburantes del alza mundial del precio de las materias primas, incluso de algunas que ni siquiera utiliza el sector, como el arroz, o de la destrucción de los bosques tropicales”.
Algunos dirigentes ya se han posicionado tras el informe. Es el caso del presidente de Venezuela, Hugo Chávez o su homólogo cubano, Fidel Castro, que históricamente han mantenido la postura de dedicar a la alimentación la producción propia de cada país. Chavez en clara alusión a Estados Unidos y Méjico, clasificó de “locura” el “utilizar la comida para la gente” para producir biocombustibles.
La Unión Europea se ha comprometido, de boca de su presidente, José Manuel Durao Barroso, a realizar un nuevo estudio, exhaustivo y sin tapujos, sobre los biocarburantes, de manera que se estudie su impacto en la agricultura tradicional, el medioambiente y la alimentación.
EQUILIBRIO, con esta palabra queremos terminar este especial del mes, haciendo un llamamiento desde esta humilde tribuna a los Gobiernos y Entidades responsables para que el beneficio y el desarrollo de unos no se cimiente sobre la desgracia y pobreza de otros, esperanzados y esperando que el progreso y el avance puedan venir de la mano de un desarrollo sostenible posible en un marco de respeto y buena voluntad por todas las partes implicadas.