Podemos abordar también, impresiones de intimidad, que incluso cuando son fugitivas o imaginarias, tienen una raíz humana insoslayable. Es más, podemos decir, que todo rincón de una casa o de una habitación, cualquier espacio reducido donde nos gusta acurrucarnos, agazaparnos sobre nosotros mismos o por medio de un libro o de las computadoras, y así relacionarnos con el mundo e intercambiar ideas, imágenes con personas desconocidas, que incluso llegan a ser nuestras relaciones sociales, que en definitiva, son nuestra riqueza, como decía un sabio, es decir la construcción de nuestro nombre, en realidad nuestra verdadera existencia.
Es para la imaginación una especie de soledad, el germen de un cuarto o de un rincón propio en la casa donde convivimos, a veces, con otro o con otros. Los documentos que podrían reunirse al respecto de lecturas o escritos, quizá sean escasos, pero no así las experiencias que son múltiples. En muchos casos, el rincón “vivido” oculta la vida, pero en otros deja y manifiesta sus efectos muy marcados y señalados, siendo una parte fundamental de nuestra vida.
En algunos casos, puede ser la negación del universo, en otros, su apertura y su comunicación con el mundo. Si se recuerdan las horas del rincón, se recuerda el silencio de los pensamientos, una situación imaginaria que tiene sus efectos sociales y entonces, en muchos casos, deja de ser imaginaria. Todo retiro del alma tiene figura de refugio. El rincón es un refugio que nos asegura un primer valor del ser, ya sea en su movilidad o todo lo contrario.
Un ejemplo lo encontramos en: “Mi vida sin mí”, donde Rilke escribe: “Bruscamente, un cuarto con su lámpara se puso enfrente de mí, casi palpable en mí. Ya estaba yo arrinconado en él, cuando las contraventanas me sintieron, se cerraron”.
Y otro: En su libro sobre Baudelaire, Sartre expresa la siguiente frase: ”Cansada de ese juego, caminaba sin objeto hacia la proa, cuando le vino súbitamente la idea fulgurante de que ella era ella…” Antes de volver y revolver estos pensamientos, observemos qué verosímilmente corresponden en la novela de Hughes, a lo que podemos llamar la “infancia inventada”.
Los novelistas suelen atribuir a una infancia inventada, los acontecimientos de un pasado que a veces, enmascara la actualidad del ensueño presentada con una ingenuidad actual, -aunque ser y escribir, de todos modos son difíciles de aproximar.
Sin embargo, tal como es transcrito por Sartre, hay allí un texto bello porque designa la poética espacial en términos de topoanálisis, es decir, en términos de algo que podemos llamar una poética del espacio. Experiencias de fuera y de dentro, las dos direcciones que los psicoanalistas señalan con las palabras: introvertido y extrovertido: frente a la vida, ante las pasiones, en el esquema mismo de la existencia, el novelista encuentra o produce, esa dualidad. El pensamiento fulgurante de “ser ella misma”, que recibe la niña en el relato, lo encuentra, en realidad, saliendo de “sí misma”. La niña en un barco acaba de descubrir que era “ella”, viajando hacia el exterior, en reacción tal vez a las concentraciones en un rincón de su ser. Cuando explora el vasto universo que es el barco en medio del mar, vuelve a su interior. Cuando sabe que ella es “ella” reanudará su juego domiciliario, es decir, volver a su interior, es decir entrar en ella misma.
Tal vez podría tomar conciencia de existir, escapando al espacio, pero aquí la fábula del ser es solidaria en un juego de espacialidad. El novelista nos debe todos los detalles de la inversión del sueño que va del en- sí, al universo para descubrir al ser. Puesto que se trata de una infancia inventada, de una metafísica modelada, el escritor tiene las llaves del doble dominio. Siente su correlación. Podría sin duda ilustrarnos más, tal vez debería habérsenos dado los ensueños de la pequeña casa de su alma.
Así el autor ha reprimido las ensoñaciones del rincón. Las ha puesto bajo el signo de un juego de niños, confesando así, en cierto modo, que la parte seria de la vida, está en el exterior. Pero sobre la vida en los rincones, sobre el universo mismo replegado en un rincón con el soñador replegado sobre sí mismo, los poetas podrían decirnos mucho más.
Un poeta escribió:
¡Yo soy el espacio donde estoy!
Jaime Kozak es miembro de la Academia Norteamericana de Literatura Moderna Internacional, Capítulo Reino de España.
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