Carmen Aranda entregando el premio a Darcia González.

Hace mucho tiempo, en la tierra de Faraterra, vivió una princesa: Terra.

La princesa era increíblemente bella. Sus ojos eran verdes y su pelo rojo, muy diferente al físico de todos los faraterranos, que tenían el cabello blanco por completo, como el cielo que contemplaban durante la noche, y los ojos azules como el césped que pisaban. La princesa sorprendió a todos con su físico y miles de príncipes deseaban hacerla su esposa. El rey, ante aquel dilema, decidió realizar unas batallas. Consistían en la búsqueda de tesoros. Tesoros mágicos.

El reino se encontraba en una complicada situación. La tierra empobrecía, las plantas no germinaban y nadie se explicaba el porqué. El príncipe que aportara una solución sería el elegido para desposar a la princesa.

Los príncipes partieron. Mientras estos buscaban los regalos mágicos, la princesa Terra esperaba confinada en la torre más alta de su castillo y ocupaba sus días mirando por la ventana observando cómo su tierra se marchitaba por momentos. Todos los príncipes trajeron algo, pero poco o nada lograron. El último príncipe, Alamé de Rafín, mencionó una palabra desconocida: Agua.

Las lluvias o mariakasstle, como les llamaban en Faraterra, no eran conocidas como una fuente, sino como una diversión. Durante las mismas, salían a divertirse y servían los mejores manjares. Sin embargo, Alamé le planteó al rey un interrogante: —¿Hace cuánto tiempo no se celebra una mariakasstle? Era cierto. Hacía mucho tiempo que no había una. Alamé juró que era ese el motivo por el cual las plantas no germinaban y mencionó otra palabra desconocida: Sequía.

La princesa, sentada al lado del rey, escuchaba aquello con extrema atención. Y poco después le preguntó cómo sabía todo aquello.

—Vengo de la Tierra. Allí aprendí tales palabras —dijo el príncipe Alamé inclinándose ante la presencia de la joven.

—¿Y de qué nos sirve el… «agua», como usted dice?, preguntó el rey levantándose.

Alamé dijo que era el agua la fuente de la vida y cuando comenzaba a explicar el porqué, el rey interrumpió exigiéndole que consiguiera agua.

—Me temo que no es posible, su alteza. Los humanos han acabado con el agua de su mundo poco a poco y sufren la misma situación que Faraterra. Algunos humanos me explicaron un concepto del cual no consigo recordar el nombre, sin embargo, si sucede un mariakasstle lo llevaré a la práctica.

Unas dos semanas después, una rápida pero torrencial lluvia cayó sobre Faraterra y Alamé puso en práctica el «concepto». Todas las personas de Faraterra guardaron un poco de «agua» y durante los tiempos de sequía fueron capaces de sobrevivir.

Tras los múltiples aplausos de la corte dirigidos a Alamé, la princesa le rogó que contara más sobre la Tierra.

Alamé, que había permanecido oculto bajo una capucha, descubrió su rostro. Poseía unos preciosos ojos verdes como esmeraldas y cabellos rojos. Acto seguido él aceptó contar más cosas de lo aprendido en ese mundo.

Dos días después ambos desaparecieron. ¿A la Tierra? Nadie lo sabe…

Darcia González Laucerica 4º ESO. Colegio Azorín (Madrid) España
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