Tales tratamientos de moda tienen efectos absolutamente ajenos a su acción propia, y un mismo recurso terapéutico en manos de un médico de moda, conocido quizá por haber asistido a un personaje destacado, tiene una acción mucho más poderosa que si fuera aplicado por otros médicos. Así, existen milagreros seculares, a semejanza de los sagrados, con la única diferencia de que aquéllos, encumbrados por el favor de la moda,  la corriente de opinión, la imitación y sus rituales (es un genio, es una eminencia y otras expresiones que justifican tales epítetos con anécdotas familiares y leyendas varias) se gestan y se gastan rápidamente como corresponde a la naturaleza de las fuerzas que obran a su favor.

La comprensible disconformidad con las artes de la medicina, tan eficaz a menudo, y quizá también la sublevación interior contra el carácter autoritario del pensamiento científico, que enfrenta al hombre con la inexorabilidad de la naturaleza, han creado siempre- y también de nuevo en nuestros días- una extraña condición para la posible influencia terapéutica, tanto de las personas como de los recursos curativos.

En efecto, en muchos casos, solo llega a  establecerse una sólida expectación confiada, una esperanza en la curación, cuando el terapeuta no es médico, y más aun, cuando puede vanagloriarse de ignorar los fundamentos científicos de la terapéutica, o tratándose de remedios cuando no han sido tratados por ensayos minuciosos, sino que los recomienda la preferencia popular. Así como hoy en día parte de la población niega la mortalidad, la eficacia de las vacunas,  y los riesgos del covid 19, cuando se aglomeran en playas, bares o  exigen vacunación rápida, pero las cosas no son tan instantáneas y las autoridades tampoco.

Así, llenan estadios en América latina y eligen presidentes y he visto en  una zona de Nueva york, donde he ido a dar una conferencia en un hospital público; un local detrás de otro ofreciendo religiones diferentes. Al igual que negocios de comidas autóctonas de diferentes países, según el barrio, cosas que suceden en base a creencias y añoranzas. La eficacia de quizá todos los medios que el médico prescribe, de las intervenciones que realiza, se compone al menos de dos aspectos. La una será mayor o menor, pero nunca desdeñable, está representada por la actitud psíquica del paciente.

La expectación confiada con que viene al encuentro de la influencia directa ejercida por el agente terapéutico, depende, por un lado, de la magnitud de su propio deseo de curación, y por el otro, de su confianza en haber emprendido los pasos adecuados para alcanzarla, o sea de su respeto ante las artes médicas y terapéuticas en general o en particular y del poderío que le atribuye a quien lo va a tratar, así como de la simpatía humana que éste sepa despertar en él.

Hay médicos y terapeutas más capaces que otros para conquistar o infundir confianza en el paciente o cliente, como se lo quiera llamar, según las circunstancias. Siempre, en tiempos pasados quizá más que en el presente, los médicos han practicado la psicoterapia.

Si comprendemos como tal, los esfuerzos encaminados a despertar en el paciente o enfermo, las condiciones y los estados psíquicos favorables a la curación, entonces esa forma de tratamiento médico es históricamente la más antigua. Los pueblos primitivos apenas disponían de algo más que la psicoterapia; además, nunca dejaban de lado el efecto de los brebajes curativos y las maniobras terapéuticas por medio de un insistente tratamiento por el espíritu, mediante rituales y fórmulas supuestamente milagrosas. La conocida aplicación de fórmulas mágicas, las abluciones purificadoras, la suscitación de sueños proféticos haciendo dormir al paciente en el recinto de los templos y otras prácticas semejantes, sólo pueden haber actuado por la vía psíquica.

La persona misma del médico o del terapeuta se creaba un respeto derivado directamente del poder divino, puesto que en sus orígenes el arte terapéutico estaba exclusivamente en manos de sacerdotes. Así,  entonces como ahora la personalidad del terapeuta o del médico, era uno de los factores cardinales para crear en el enfermo el estado anímico favorable a la curación.

 

Jaime Kozak es miembro de la Academia Norteamericana de Literatura Moderna Internacional.