Todo un arco político que incluye a los tradicionales votantes de centro izquierda, a los desencantados, a los electores dormidos y a todos los ciudadanos hartos con la situación actual, formulan casi un 60% del electorado. ¿Cómo se repartirá el voto entre todas las fuerzas que hoy dicen representarles? El tiempo lo dirá; no obstante, es fundamental para todos ellos que sus candidatos, y no me refiero tan solo a los que encabezan sus listas, tengan las características imprescindibles de la honradez y de la transparencia.

Casi todas estas formaciones políticas llevan en sus argumentos y escrito en sus programas la bandera de la integridad y el de la decencia política. La formación de Podemos en particular. Es axiomático que si no se ha estado nunca en puestos de poder y responsabilidad tampoco se está manchado con la corrupción; lo difícil es saber mantener la virtud cuando se tienen atractivas posibilidades de perderla. Todos esos partidos deben llevar en sus listas candidatas y candidatos que además de honestos, lo parezcan.

Creo que Podemos cumple, incluso antes de sentar a nadie en un sillón de alcalde o diputado autonómico, la impagable misión de forzar en los partidos la limpieza de sus cuadras, como hizo Hércules con las de los Establos de Augías. Pero esa misión de lavado y control empieza, como todas las cosas, por la propia casa.

Podemos no puede llevar en sus listas a nadie que tiña una sombra de duda. Por eso es obligado tocar el tema de Juan Carlos Monedero. El discurso de la transparencia está dañado por el presunto fraude fiscal, todavía por demostrar. Soy de los que piensan que, difícilmente, se pagan cuatrocientos mil euros por un asesoramiento político, no porque no los valga si no porque esta cantidad está muy por encima de las “tarifas de mercado” para un informe de estas características. Y al propio tiempo, también soy de los que defienden que no se puede caer en las financiaciones bancarias porque es convertirse en un deudo de la Banca en todos los sentidos, y así les ha ido a otros grupos políticos.

Nada tengo en contra de que se efectúen servicios honestos y que se cobren, pero siempre atendiendo a las obligaciones contractuales y fiscales. Por otro lado, es digno de elogio que los beneficios de un esfuerzo particular vayan a parar a una causa política, nada nuevo para los que vivimos y nos comprometimos durante la transición democrática. En cualquier caso, el tema precisa de amplias explicaciones, tanto en conceptos, como en documentos de facturación y en aclaraciones respecto a las obligaciones para con la Hacienda Pública, que somos todos. Algo no se ha hecho correctamente cuando ha precisado de una declaración complementaria y que probablemente, y ese es mi deseo, cerrará el caso.

Tampoco hay que ver en este asunto las persecuciones anunciadas urbi et orbi por Podemos, aunque, como con las brujas, haberlas las hay; tampoco compararlo con otros personajes que defraudan mucho más o con la desvergüenza de que a la difunta duquesa de Alba le salieran las declaraciones a devolver. Aquí no vale: tú más.  No se puede ser el adalid de la transparencia sin demostrarlo, sin llevarlo en el ADN. Precisamente el “caso Monedero” puede ser la evidencia de que las cosas tienen que hacerse de otra forma.

Estoy convencido que Juan Carlos dará esas explicaciones, no a contertulios ni a las gentes de la derecha que se lo exigen, pero sí a sus círculos y simpatizantes. No obstante, sería inapropiado e inconveniente verle en una candidatura a un puesto electivo; y eso no le aparta de la política, pude hacer mucho por Podemos desde cargos internos de su partido. Es una lucha menos mediática, menos glamurosa, seguramente peor pagada, pero importante. Para lo otro, la sombra de la duda es demasiado alargada para que planee sobre una lista electoral. Sobre todo si la intención es la de cambiar las cosas. La coherencia es hermana de la credibilidad.