Para ello, el Congreso de los Diputados ha aprobado, con el voto en contra de toda la oposición, esta polémica ‘Ley Mordaza’ que más recuerda a las normas de otros regímenes de dudosa calidad democrática que a un moderno país europeo.

 Merced a esta maravillosa legislación, que ahora será ratificada por el inútil e injustificable Senado, se blinda la actuación de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, ya que estará prohibidísimo grabar su actuación, lo que no deja de ser una puerta abierta a la inmunidad, al impedir que quede constancia de cualquier exceso de rigor al reprimir una manifestación o de otro tipo de brutalidad en el desarrollo de sus funciones. Afortunadamente, tenemos unos cuerpos de seguridad bastante más mesurados que en países como Estados Unidos y la mayoría de los efectivos desempeñan su labor con decencia y profesionalidad, pero mientras en América se empiezan a instalar cámaras en los uniformes de sus agentes para evitar crímenes derivados de la opacidad en su trabajo -ante los últimos casos de ciudadanos de raza negra muertos a manos policiales-, en España les damos carta blanca para poder reprimir cualquier levantamiento social que incomode a los patricios que nos pastorean.

 También se aumentan de manera escandalosa las sanciones por cuestiones tan ridículas como beber en la calle o manifestarse frente al Parlamento (esto último debería ser un derecho incuestionable de la ciudadanía), a fin de proteger a esos españoles de bien, esa mayoría silenciosa a la que siempre se refiere nuestro esperpéntico presidente, Mariano Rajoy, pero que cada vez es menos silenciosa ante la infame gestión del Ejecutivo. Y para colmo, se legalizan las devoluciones en caliente de los inmigrantes que entran de forma irregular en España, impidiéndoles ejercer sus derechos de apelación antes de ser expulsados, una polémica medida que el ultracatólico y ultraconservador ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, ha zanjado con una frase tan impresentable como de extrema derecha: “Que me den sus direcciones aquellos que se oponen para mandarles allí a estos inmigrantes”.

Populismo basado en el discurso fácil contra la inmigración, recorte a las libertades y derechos ciudadanos, protección y blindaje a la represión que puedan cometer las fuerzas del orden para contener el descontento social… ¿Y hay que evitar que gane Podemos porque va a destruir nuestra democracia y convertir el país en un régimen bolivariano? Si este Gobierno sigue muchos años, para cuando llegue al poder Pablo Iglesias, Pedro Sánchez, Rosa Díez o quien sea que sustituya a Mariano Rajoy en la Moncloa, quedará ya poca democracia que destruir.